Síguenos en redes sociales:

El Real Oviedo no se merecía esto

Al principio fue vergüenza, pero a medida que iba transcurriendo el partido la indignación fue creciendo hasta ocupar el lugar principal en el ánimo de los oviedistas.

Pero nada de lo que estaba ocurriendo en el campo del Caravaca era nuevo para la sufrida afición azul. A lo largo de la temporada se habían vivido momentos parecidos: Lealtad, Llanes, Universidad de Oviedo, Caudal, Siero, Tapia fueron equipos que sacaron los colores y pusieron en evidencia a un técnico que, desde el principio, daba síntomas de tener perdida la noción del tiempo y del espacio en el que se estaba moviendo. La sarta de incongruencias e imbecilidades que tuvimos que oír en boca de este vendedor de humo podría pasar a formar parte del récord Guinness de la risa, si no fuera por lo dramático de la situación en la que ha dejado al equipo.

Ahora bien, él no es el único culpable de lo ocurrido a lo largo de esta temporada. Con mucha más responsabilidad, si cabe, habría que cargar a dos individuos que se pasean por Oviedo sin el menor asomo de sonrojo: Alberto González y su acólito Dámaso Bances. En ellos recae la culpa de haber contratado y mantenido en el cargo al chiquilicuatro, a pesar de la falta de respeto con que obsequiaba a la afición cada vez que enjuiciaba un partido.

Sólo cabe esperar que los jugadores, libres ya de la influencia perversa de este aprendiz de brujo, entreguen en el partido del domingo todo su esfuerzo y honradez para tratar de arreglar el desaguisado en el que están metidos.

Jorge Cabeza Embil

Oviedo

Pulsa para ver más contenido para ti