Con más tiempo y calma me dedicaré otro día a hablar de las últimas riadas, que asolaron el bajo Nalón a primeros de febrero. Me siento absolutamente indignado con el comportamiento de las administraciones públicas con competencias en materia hidrográfica, especialmente con la Confederación del Cantábrico. ¿Cómo puede ser posible que todas las partes implicadas se echen la culpa unos a otros y nadie asuma ningún error? Es la enésima vez que podemos determinar con cierta precisión el momento más delicado para la parte baja del Nalón, cuando coinciden las sueltas en la parte alta y la pleamar cerca de la desembocadura, y pasa lo de siempre. Me parece una verdadera desfachatez decir que nos tenemos que acostumbrar a las riadas, mientras que permitimos constantemente la peligrosa convergencia de sueltas y pleamares, siendo perfectamente controlables las primeras. A lo que jamás nos acostumbraremos es a seguir tolerando la combinación de soberbia e incompetencia.