La parroquia de San Martín de La Carrera certificó ayer su sentido homenaje al sacerdote Luis Valdés Díaz, con la inauguración popular de la plaza en su honor. Un acto que emocionó al sacerdote y que colmó las expectativas de los feligreses, que vieron así cumplido su deseo de distinguir a Valdés en reconocimiento a su labor en la parroquia.

La inauguración tuvo una orientación eminentemente ciudadana. Aunque había representantes de distintas fuerzas políticas, la mayor parte acudían en su condición de vecinos de la zona, para distinguir al mismo párroco que los había casado o les había dado la comunión, manteniéndose en un discreto segundo plano durante todo el acto. Así, fueron los feligreses y varios vecinos quienes llevaron todo el peso de la inauguración de la plaza.

Entre los que intervinieron, fue especialmente aplaudido el doctor Belarmino Calleja, uno de los primeros médicos en dar servicio en El Berrón, donde estuvo 35 años. "Llegué a El Berrón el 1 de abril de 1980. No teníamos dónde pasar consulta, y gracias a don Luis pudimos empezar a hacerlo en los locales parroquiales. Estuvimos aquí tres años", relató Calleja. "¡Y eso que venían sólo para un mes!", apostilló el sacerdote, provocando las risas de los presentes.

En su alocución, Valdés se mostró muy agradecido a los feligreses, e hizo gala de su buen humor. "El sacerdote hace la parroquia, y la parroquia hace al sacerdote", afirmó Valdés, quien acto seguido recordó que a la plaza de la iglesia, la misma que en adelante se llamará "párroco don Luis Valdés Díaz", se la conocía popularmente como "la plaza de la empanada", por las baldosas de terracota de su rotonda central. "Ahora, será la rotonda de la empaná y del empanáu", señaló el sacerdote, provocando las risas de sus feligreses.

Para cerrar su intervención, Valdés agradeció el homenaje ciudadano y relató su llegada a El Berrón, 51 años atrás. "Había un paisano que, al verme llegar, preguntó a otro '¿Esi ye el cura nuevu? Tipo, por lo menos, tiénlu'. Yo estireme un poco más", afirmó el sacerdote. Medio siglo después, ya todos conocen al párroco en la zona. Y de ese conocimiento nació también un hondo afecto.