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Maruja, Garbo y musa de Antón

"Mi madre era una mujer bellísima", afirma Víctor García, hijo de la modelo que inspiró al artista carreñense, confundida en ocasiones con la actriz de Hollywood

Víctor García, junto al busto dedicado a su madre. A la derecha, "La Rapacina".

"Maruja era una mujer bellísima, alegre, con carácter; siempre me he arrepentido de no haberle hecho caso en muchas cosas", describe su hijo, Víctor García. La que muchos conocen como "La Rapacina" o como la estatua de mármol y bronce llamada "Maruja", lo cierto es que esa mujer existió de verdad y se paseaba por las calles de Candás enamorada de su tierra, como musa del artista local Antón Rodríguez García.

Maruja García se convirtió en la mujer idílica del escultor. Muchos pensaron que en algún momento de su vida Antón y Maruja pudieron llegar a tener algún tipo de relación amorosa, pero no fue así. Ambos eran primos carnales y lo único que les unía era un vínculo de amistad y cariño muy fuerte.

El 23 de octubre de 1914 nacía Maruja García, que decidió irse a Madrid en los años 30 por la mala situación familiar. Vivió en la capital durante tres años como asistenta de una casa donde vivían carreñenses. Allí surgió el vínculo entre Antón y Maruja. "Mi madre siempre ha sido muy creyente, se juntaba con Antón para ir a misa y paseaban por Madrid cogidos del brazo. Esa época le marcó mucho", asegura su hijo.

En Candás se le sacaba parecido con Greta Garbo. Víctor García comenta entre risas que "por lo visto, una de las veces que mi madre estaba paseando junto con su tía Josefa, en Madrid, ambas se dieron cuenta de que dos hombres vestidos de negro las perseguían. Eran dos periodistas asturianos que confundieron a Maruja con la actriz Greta Garbo. Hasta que su tía se giró y les gritó: '¡Es de Candás!'".

En 1932 Antón le hizo su primera escultura, en madera y mármol, llamada "La Rapacina". Representaba a la mujer rural de la época, con un cubo de agua sobre la cabeza. En 1934 le hizo un busto en mármol y otro en bronce dos años después.

Gracias a Antón, Maruja consiguió tener anécdotas con un sinfín de personajes de prestigio de Candás, como con Alfonso Albo. "Recuerdo que mi madre siempre me contaba la anécdota que le pasó con Albo, nunca se había subido en un coche y lo hizo por primera vez junto con su primo Antón en un viaje a San Juan de la Arena en el coche del empresario conservero. Se mareó tanto que le vomitó en el abrigo. Antón le llamo la atención y, quitándole importancia, Albo se giró y le dijo: "no te preocupes, Antón, este abrigo necesitaba lavarlo ya, hay que dar trabajo a las lavanderías".

A finales de los años 30, Maruja se convirtió en miss Carreño, "fue de una forma muy peculiar, se enteró de una fiesta que había en casa Gerardo, se vistió con lo primero que pilló, hasta tal punto de que creo que fue en zapatillas".

Alfredo García, vecino de la villa marinera, fue su marido. Era maquinista de El Musel de Gijón y perdió una pierna en un accidente de trabajo. "Mis padres nunca me explicaron por qué tardaron tanto en casarse, en aquella época casarse con más de 30 años era rarísimo, pero siempre he creído que fue debido a la mala época que pasó mi padre con el tema del accidente", explica Víctor.

Finalmente la belleza de Maruja se apagó en 1987, pero dejaba un recuerdo de cuatro esculturas hechas de la mano de su primo Antón y que ahora se pueden ver en el museo que lleva su nombre. Un recuerdo de un montón de anécdotas y de una belleza candasina de película.

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