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"No me voy a casar", aclaró meses atrás el cura de Cabranes a sus feligreses

"Lo pensé y medité mucho; me voy y dejo de ser sacerdote", dijo Rubén Pulido a unas vecinas de Torazu el día de la Santina, al colgar los hábitos

La casa rectoral, ayer, cerrada, tras la marcha de Rubén Pulido; al fondo, la iglesia de Santolaya. MARIOLA MENÉNDEZ

"No me voy a casar...", le dijo entre risas y bromas a sus feligresas el párroco de Cabranes, Rubén Pulido, hace unos meses. Desmentía así un rumor que se había extendido por el concejo y que vuelve a estar presente ante la sorprendente decisión del sacerdote de irse sin despedirse y solicitar al Arzobispado de Oviedo que tramite su secularización. Pulido fue ordenado sacerdote en 2005 en la Catedral de Oviedo.

Ante la falta de explicaciones, todo son especulaciones. Peros sus feligreses, muy respetuosos con su intimidad, únicamente le desean lo mejor a quien hasta hace unos días era su párroco y a quien ya le echan de menos porque es una persona muy querida.

Comunicó su inesperada decisión sólo a unos pocos. Amparín Fernández, junto a otras mujeres de Torazu, estaba el jueves, festividad de la Virgen de Covadonga, troceando una boroña en un restaurante del pueblo después de haber estado con el cura en misa. Relata que cuando estaban en plena faena llegó y estuvo bromeando con ellas hasta que les espetó: "vengo a daros una mala noticia". Lo primero que se le vino a la cabeza a Amparín Fernández fue el fallecimiento de algún conocido y para nada imaginó lo que les iba a comunicar. "Nos cogió tan de sorpresa...", justifica. "Lo pensé y medité mucho... Me voy y dejo de ser sacerdote", les explicó dejándolas de una pieza. Indican que en ese momento les dijo que tenía previsto "despedirse en toda regla en la misa del domingo", pero cambió de planes porque ya no se presentó. Le notaron "nervioso, como disgustado" y también les dijo que sentía mucho el disgusto que les iba a dar.

"Le queríamos mucho porque nos dio mucha confianza. Era más un amigo que un cura", destaca Fernández, que sólo tiene magníficas palabras para Rubén Pulido. "Lo echamos mucho de menos" porque habían establecido una gran amistad. Sin ir más lejos, los jueves daba misa y después se iban con él a tomar un café. "Montábamos unas juergas...", recuerda con cariño y nostalgia esta cabranesa, pues "lo quería como a un familiar". Por lo que Amparín Fernández le desea lo mejor en esta nueva etapa.

Esther Palacio, de Santolaya, también está muy disgustada porque tenía una estrecha relación con el sacerdote. "Me voy a ir de la parroquia", le dijo Rubén Pulido el jueves 8, pero pensó que se refería a un traslado, pero no. Le puntualizó que "el motivo era que dejaba de ser sacerdote". "Quedé muy sorprendida y lo siento mucho. Le deseo lo mejor y pido a Dios por él", apunta esta cabranesa que prefiere mantenerse al margen de las habladurías. "Deseo que sea que se toma un año sabático y le sirva de reflexión. Pero sólo pido que le vaya bien en la vida. Le quiero mucho", insiste. Fue el último contacto que tuvo con él.

Otra vecina de Santolaya, Charo Escandón, coincide con el resto de cabraneses: "Nos da mucha pena y por más que pienso en los motivos, no los encuentro. Nos cogió a todos de sorpresa, pero es su vida y le deseo lo mejor". El alcalde de Cabranes, Gerardo Fabián, también lamenta la marcha de Pulido porque "le coges cariño y le vamos a echar mucho de menos". Destaca que "estaba muy integrado en la vida social y cultural. Era uno más del concejo". Además, le define como "una persona con conocimientos, experiencia y mundo", con quien es muy grato conversar por lo que espera que aunque se queden "sin un gran cura", le conserven como amigo.

El Arzobispado de Oviedo no se pronuncia sobre los motivos de la marcha y secularización de Pulido y reconocen que están tan sorprendidos como sus feligreses. Destacan que están haciendo todo lo posible para mantener la mayor normalidad posible en las parroquias y garantizan la celebración de las misas de fiestas y bodas.

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