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La hermana Vanessa, a la izquierda, con la madre Olga María, que abraza a una novicia y postulante.REPRODUCCIÓN M. M.

Valdediós, la "felicidad con mayúsculas"

"Nunca se me había ocurrido ser monja", confiesa la hermana Vanessa, la primera en profesar en el cenobio maliayés

La hermana Vanessa del Corazón de Jesús ha dado un paso muy importante en su vida: el sábado fue su profesión temporal en Valdediós (Villaviciosa). Después de un año de postulantado y dos de noviciado en el convento de las carmelitas samaritanas en Valladolid, ya es monja de clausura.

La suya era una vida como la de cualquier joven de su edad. Tiene 30 años y, aunque es de Paraguay, se considera "hija adoptiva de Segovia". Es técnica de laboratorio y su religiosidad la llevó a formar parte del grupo católico Movimiento Camino Neocatecumenal. Pero "quieres más, sientes que no acaba ahí, que es la felicidad con mayúsculas...", explica. Argumenta que Jesucristo le fue poniendo en su camino las circunstancias y las personas que le fueron llevando hasta él.

"Lo mío es estar cerca de su corazón, dar de beber a ese corazón sediento", esgrime. Así que encontró su lugar en el carisma de las samaritanas. Confiesa que, aunque siempre fue muy religosa, la vocación le llegó "poco a poco". "Nunca se me había ocurrido ser monja ni me lo había planteado", indica la hermana. Fue algo progresivo, y encontrar el carisma samaritano fue crucial en su evolución y en su vida.

La hermana Vanessa del Corazón de Jesús se ha incorporado al monasterio de Valdediós, pues cuando la comunidad se tuvo que dividir físicamente con el traslado de una parte a Villaviciosa, la otra quedó en Valladolid, aunque se mudaron a Viana de Cega. Allí sigue el noviciado. "Es precioso". Así define la nueva monja Valdediós. No se queja del frío que hace en invierno porque está acostumbrada a Segovia y le gustan las bajas temperaturas."Nos llevamos bien", resume.

La hermana Vanessa del Corazón de Jesús se siente "encantada" con el camino que ha elegido y se la ve feliz, como al resto de hermanas. Así que no echa "nada en falta" de lo que dejó atrás, al otro lado de los muros del cenobio. "El Señor lo suple con creces y te da más aún", reflexiona. Por ejemplo, una visita a un pueblo marinero como Tazones es algo que cuando entran en el monasterio se supone que no volverán a ver, pero "entregárselo al Señor" las satisface enormemente. "Pero cuando un día fuimos todas juntas lo disfrutamos muchísimo más", argumenta la religiosa.

Sobre su pecho lleva el crucifico de la madre María Ángeles, con quien ha vivido una historia muy especial, pues falleció el mismo día de su profesión temporal. La hermana fue la primera en profesar en Valdediós y la madre fue la primera que murió, con 90 años, en el cenobio maliayés. "La quería un montón y siempre estaba bromentado con ella. Era un modelo de fidelidad, de amor a la Virgen y a la comunidad. Era muy amable y cariñosa", concluye, feliz, la hermana Vanessa.

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