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La maestra de Candamo se jubila

"No concibo la vida sin ir al cole", asegura la moscona Martina Álvarez, que deja el Prieto Bances "con fama de reñidora, pero de buen rollo"

Martina Álvarez, en el parque de Arriba moscón. SARA ARIAS

El colegio público Prieto Bances de Grullos (Candamo) ha despedido este año a una de sus míticas maestras, la moscona Martina Álvarez Huerta, quien se ha jubilado después de más de treinta años de profesión en el centro. Por su aula han pasado unas cuantas generaciones de candaminos y a ellos, sus padres y los compañeros de profesión les agradece el cariño y respeto con el que la han tratado siempre. "Siempre estuve muy a gusto en Candamo y nunca quise bajar a dar clase a Grado, tuve mucho cariño de las familias y muchos compañeros llegaron a ser grandes amigos", comenta.

Se jubila porque toca. Porque si fuese por ella, seguiría enseñando unos cuantos años más. Pero la vida también le ha dado el momento de descansar. Lo que no sabe es qué hará con su tiempo libre. "Voy a la jubilación sin estar preparada, no concibo no tener actividad ni la vida sin ir al cole, pero me acostumbraré, no queda otra". Le gusta mucho leer, ver las últimas series en internet y disfrutar con los amigos y de su nieta Olaya.

El colegio era su segunda casa, y después de cuarenta y seis años de profesión, que ejerció también en Bilbao, Grado, Ibias, Gijón y Avilés, tiene una amplia visión del sistema educativo, en el que percibe una bajada del nivel formativo en los últimos lustros. "Vivimos en la cultura del hedonismo, ahora los niños no pueden esforzarse y trabajar, tiene que ser todo lúdico y parece que cuentan más las actividades de la tarde que las del cole. La cultura del esfuerzo ha desparecido como lo está haciendo en la sociedad, la educación no es un compartimento estanco", afirma.

Pero también muchas cosas han mejorado, como la relación entre el profesor y los alumnos y la implicación de las familias, con mayor participación de los padres: "sienten que tienen que ir y se preocupan". Y si sabe de escuela es de la rural, en la que más ha trabajado a lo largo de su carrera. Una educación en el medio rural que nota el afilado despoblamiento que sufre Asturias. Por ejemplo, en Candamo, han pasado de un colegio con 400 niños a unos setenta. "Eso nos condiciona mucho porque hay pocos alumnos y juntan los niveles, yo siempre luché contra eso porque no es lo mismo tener 25 alumnos del mismo nivel que 15 con uno y otros diez con otro, es una clara desventaja", apunta.

Para ella, como profesional, lo más importante siempre ha sido que los alumnos se alegrasen de aprender. "Entusiasmaros con ello, esos días que los enganchas y valoras lo que estás enseñando, no echándoles un rollo, es lo más satisfactorio para mí", detalla. Casi siempre impartió clases a niños de tercer y cuarto curso de Primaria, cuando "están en edades muy guapas" y ha tenido de todo, como los que son muy buenos "y te hacen preguntas que te encantan, de las que tú también aprendes".

Dice que tiene fama de maestra reñidora, pero lo cierto es que todas las anécdotas que le vienen a la cabeza son divertidas. "Me pasó de todo y me reí mucho, tengo esa fama pero lo que yo me tengo reído en clase... Eso sí que sí, riño mucho en casa y en todos lados, pero tengo muy buen rollo con todos los alumnos que tuve". Por eso no es de extrañar que a Álvarez la vayan a echar mucho de menos en Candamo. Más de treinta años volcada como maestra en el centro educativo, su segunda casa, un lugar de aprendizaje, anécdotas y muchos recuerdos.

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