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Ayudar y aprender en Filipinas

La joven moscona María Lanza regresa muy marcada de su voluntariado en las zonas pobres del país asiático: "Ahora procuro no quejarme"

El grupo de voluntarios y los vecinos de Lipá.

Dar, y recibir a cambio un aprendizaje. Eso sacó la joven moscona María Lanza Álvarez de su reciente estancia en Filipinas, a donde llegó para realizar un voluntariado con un grupo de jóvenes españoles a través del Instituto "El Verbo Encarnado". "Me han ayudado más ellos a mí que yo a ellos, porque he aprendido mucho, e intentaré llevar su ejemplo aquí. Son gentes muy hospitalarias que te ofrecen sus casas aunque no tienen nada, son acogedores y muy cariñosos; ahora procuro no quejarme de nada e intentar eliminar las banalidades del día a día", explica Lanza, de 20 años y estudiante de la doble licenciatura en Derecho y Administración y Dirección de Empresas (ADE).

Las dos primeras semanas las pasó en el pueblo de Lipá, donde ayudaban a reformar las chabolas de las familias, les hacían la comida y daban de comer a los niños. También limpiaron el río. "Intentamos ayudar en lo que nos necesitasen y por eso también fuimos un par de días a un asilo". Y también dieron clases de inglés y español a los habitantes.

La tercera semana la pasó en el barrio Caloocan de la capital, Manila. "Hay gente del centro de Manila que desconoce que existe este barrio. Hay un contraste de clases muy grande entre las urbanizaciones y rascacielos del centro y la realidad de los barrios". Allí se implicó, sobre todo, en una casa de acogida para niñas que han sufrido abusos y con un grupo de rehabilitación de drogadictos, muy perseguidos en el país asiático. "Una noche oímos ruidos y al día siguiente nos contó el Padre que habían matado a una mujer; llegaron dos encapuchados y le preguntaron a la hija pequeña, una niña, y los llevó a la casa", detalla.

También pintaron todas las paredes de una escuela y enceraron los suelos. Les enseñaron a jugar al fútbol, a bailar zumba y a tocar la guitarra. La experiencia de voluntariado le ha enseñado mucho. Por ello lo recomienda al ciento por ciento a los jóvenes de su edad. "Me parece el mejor momento para hacerlo. Hay que tener ganas, es lo más importante. Antes estuve en Hungría, pero ahora lo valoro mucho más en cuanto al aprendizaje personal que me llevo", señala. Y es que a pesar de que iba a ayudar a otros más desfavorecidos, ellos también la han ayudado a ella a darse cuenta de algunas cosas.

Lanza ya planea su próximo voluntariado, el próximo año, en Santo Domingo.

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