Las circunstancias concretas de lo acontecido en octubre del año pasado en un parque de La Fresneda (un boxer atacó a una niña de 10 años, que permanece ingresada con heridas graves) o de lo ocurrido más recientemente en Valdés, donde una niña perdió una oreja, están por esclarecer. Pero lo cierto es que no resultan infrecuentes las noticias de lesiones en niños o menores causadas por perros. A veces suceden en casa y otras, como en estas ocasiones, en lugares públicos, donde se deberían extremar aún más las precauciones en aras de la convivencia y seguridad. Y, ante todo, cumplir la normativa a la que obliga la tenencia de un perro: pasearlo siempre atado y, si es pertinente, con bozal. Pero detrás de todo ello subyace un problema de concienciación y educación: ¿se deben juntar niños y perros? ¿cómo deben interactuar? ¿qué riesgos existen? Los expertos lo tienen claro: no es algo que se deba tomar a la ligera, sino que exige, más bien, mucha atención por parte de los dueños de las mascotas.

Niños y perros: siempre bajo "supervisión activa"

Silvia de la Vega, etóloga veterinaria, es tajante. “Las mordeduras caninas son un problema de salud publica, no es una tontería. Pero no pensamos que sea cuestión de identificar una raza como peligrosa, sino de educar a las personas que crían a animales, a los que los adoptan, a los padres... Se ha hecho un estudio y los padres suelen tener una percepción baja de la peligrosidad de su perro. Pero es que igual el perro tiene otitis y el niño le tira de la oreja, y el perro reacciona de tal forma...”, explica de forma gráfica esta experta en comportamiento canino, que insiste en que jamás se deben juntar niños y perros sin un control o vigilancia intensa. “Siempre bajo supervisión activa”, recalca, y añade: “Cuando no se puede supervisar la situación, sepáralos, que no estén juntos”.

En un mismo sentido se expresa el veterinario Pedro Pablo Mayo, que trata con perros de todo tipo y comportamiento en el Hospital Veterinario Nacho Menes de Gijón. "No se debe dejar a un niño acercarse solo a un perro desconocido. Hay que estar con él y preguntar al dueño si se puede tocar; y siempre con suavidad y sin ser brusco", explica.

El necesario cumplimiento de las normas

Al hecho de vigilar siempre la interacción de niños y perros se le añade el lógico cumplimiento de las normas. "Lo que está claro es que hay que cumplir la normativa y vigilar y sancionar a quien no lo hace", expresa Pedro Pablo Mayo. Silvia de la Vega lo ve como una cuestión evidente: “El propietario es el responsable tanto del bienestar del animal, como de cualquiera que contacte con el animal”. Una cuestión que habrá que dilucidar en el suceso ocurrido en La Fresneda, puesto que es posible que el ataque se produjese fuera de la zona del parque canino para perros sueltos, lo que supondría una infracción si el dueño llevaba a su mascota sin correa en una zona pública común.

La raza: en esta ocasión fue un bóxer

En cuanto al hecho de que se tratase de un perro bóxer, Pedro Pablo Mayo resalta que "los bóxer suelen ser perros con buen carácter, alegres y afables con las personas; no es una raza calificada como potencialmente peligrosa, aunque lo de razas peligrosas depende más de su educación que de la raza en sí". Un punto, este último, en el que coincide De la Vega. "Al final, nosotros (los expertos en conducta canina) no miramos tanto el tema de la raza, sino al perro individual, cuestiones como su línea genética o las condiciones en las que fue criado".

La sociabilización: factor clave para el comportamiento de un perro

Y aquí entra una cuestión a la que ambos expertos dan mucha importancia: "la sociabilización" del perro en sus primeras semanas de vida. "Es muy importante en la adolescencia y juventud, sus primeras experiencias", recalca De la Vega. Es entonces cuando hay que acostumbrarlos "a que estén en contacto con los estímulos que le van a rodear", lo que incluye niños. “Cuando adoptas un animal, tienen un periodo sensible, hasta las catorce semanas, en el que tienen que contactar con elementos habituales que va haber en su vida”, explica. Por ello, la etóloga veterinaria insiste en la importancia de que se forme adecuadamente no sólo a los propietarios que adoptan o compran un perro, sino a los criadores que se encargan de ellos en sus primeros días.

"Lo primero y más importante es que los cachorros sean adecuadamente sociabilizados con otros animales, personas adultas y niños en los primeros 4 meses de vida", incide también Pedro Pablo Mayo. Es decir, tener una mascota implica una gran responsabilidad, que va más allá de sacar a pasear o dar de comer al can.

Los niños, población sensible

¿Y cómo deben interactuar niños y perros? “Los niños son la población que más mordiscos recibe, entre otras cosas porque no saben calibrar del todo lo que hacen. Por eso siempre tiene que haber un adulto supervisando. Las cosas tienen que hacerse de forma ordenada: si quiere tocar a una mascota desconocida, preguntar siempre al propietario, o si el perro está tenso, mejor tirarle una galleta desde lejos y ya”, señala Silvia de la Vega, que no excluye de estas obligaciones de supervisión a ningún tipo de perro. “Hay una percepción equivocada de que algunos canes son menos peligrosos. Es cierto que los pequeños tienen menos potencial en sus mordeduras, pero también pueden matar a un bebé. También requieren de una supervisión”, afirma.

¿De dónde sale la agresividad de un perro?

De hecho, ni siquiera tiene que ser un perro agresivo de por sí. “Los perros pueden ponerse agresivos por determinadas causas. Hay perros que tienen miedo, otros son territoriales... Son un amor, pero la agresividad es un síntoma de distintas motivaciones o diagnósticos”, explica la etóloga veterinaria, que agrega: "Normalmente, cuando demuestra agresividad lo que quiere es alejar un estímulo. Y da unas señales previas: gruñe, ladra.... El propietario tiene que estar atentísimo al lenguaje corporal del perro. Cuando se acerquen a él, a acariciarle, hay que estar muy atentos. Por eso resulta importante formar a los propietarios sobre el lenguaje corporal canino”.

Niños y perros no es un binomio que se deba tomar a la ligera. Por eso, hay que extremar las precauciones cuando ambos se juntan. Incluso "el tono de voz agudo" de un menor puede "activar la conducta predatoria de un perro que la tenga". Consejos, tanto para propietarios de mascotas como para padres de niños a los que les gusten los perros o que convivan habitualmente con ellos, que se deben seguir para evitar posibles tragedias.