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Noreña se cuela en el vermú

"Hay que innovar, las costumbres cambian", señala Olegario Díez, que introduce un aperitivo y un whisky en su destilería, fundada hace 21 años

Olegario Díez, en su destilería de Noreña. A. I.

A las orillas del río Noreña, afluente del Nora, hay un molín. No de moler, sino de destilar. Es El Molín del Nora, la empresa que Olegario Díez fundo hace 21 años. Desde el primitivo licor de manzana, su primer producto, han crecido hasta completar una gama de 35 bebidas espirituosas. Las últimas en sumarse, el vermú de solera y un whisky de diez años. "Hay que innovar constantemente, las costumbres y los consumos no paran de variar", expone.

La historia de Díez y la destilación se inició en Pola de Siero. "En la época de la movida en la Pola teníamos varios bares. Allí empezamos a elaborar lo que se llamaba 'sangre de tuno'. Un cóctel a base de vodka, tequila y granadina".

Poco a poco, le fue picando el gusanillo, y aquel preparado rudimentario dio paso a un proyecto más serio. "Me dije: '¿Por qué no hacer algo más potente?'". Entonces, comenzó a buscar un lugar donde instalar su fábrica. "Justo fue cuando se empezó a urbanizar la margen izquierda del polígono de La Barreda, en Noreña, y surgió la posibilidad de instalarnos aquí", relata.

Así, empezaron con el licor de manzana, para pasar luego a añadir el aguardiente de sidra. "Al principio manteníamos un ritmo lento, pero sostenido. Fue estrellarnos contra un muro lleno de imponderables que te iban surgiendo", rememora.

Nuevos brebajes fueron saliendo de los toneles de la Villa Condal, hasta que "ocho o nueve años" después de haber abierto la situación se estabilizó. "Nos lanzamos a hacer cerveza artesanal. En aquel momento solo había 21 microcerveceras en España, ahora hay 25 solo en Asturias. Nos tocó ser pioneros y recibir todos los palos", bromea.

Su dedicación al negocio "es absoluta". Algo difícil de compaginar con el resto de aspectos de la vida. "Por suerte, aunque tengo dos hijos, ellos siempre me echan una mano en la fábrica cuando lo necesito", subraya.

Sin embargo, aunque cuente con su colaboración de manera frecuente, no tiene claro si le gustaría que se dedicasen a ello: "No sabría decir. No somos una familia de toreros", ríe.

De momento, su legado ha aumentado recientemente, añadiendo dos productos novedosos, que nunca se habían hecho en Noreña. En este caso, un vermú de solera y un whisky envejecido durante una década. Otro hito para esta pequeña fábrica que crece tras 21 años en funcionamiento.

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