Iba siendo hora de que Mino Cerezo Barredo, maliayés de porte mundial, fuera conocido en su casa de Villaviciosa. Un cuaderno de la asociación Cubera y ahora una exposición de su obra (hasta mañana abierta) le restituyen a la Villa que asistió a su primer nacer.

De poco ha valido que se hayan publicado varias tesis de doctorado sobre él y su obra. Una vez más "los importantes no reciben honra en su patria".

Desde 1949, cuando era un adolescente pintó el cartel de unas Fiestas del Portal y ahora ha diseñado el cartel de la Semana Santa. Y a lo largo de su vida ha ornado grandes iglesias y catedrales; a su lado, discretísimos rostros de Cristo, de los pobres y desvalidos, de su lucha por emerger. Se ha contrapuesto al teólogo y al pintor de la liberación. Con Cerezo no cabe la dicotomía. Él es ambas cosas, en uno.