Hay cosas que solo pueden pasar en Noreña. Eran las tres de la tarde cuando un grupo de amigos de Vigo, Madrid y Valladolid apuraban un culete de sidra, seguido de una buena cucharada de callos, en El Sastre. Se conocieron estudiando en Madrid y saben de la Villa Condal "por unos amigos de Oviedo". Ayer, peregrinaron a la localidad "solo para comer callos" y en sus propias palabras "ha merecido la pena".
El segundo día de las jornadas de los callos fue uno de los principales alicientes del sábado en el concejo más pequeño de Asturias. Pero la de Javier López y sus jóvenes amigos de puntos dispares de España, no fue la única reseñable del día.
"¿Quién me hace de Papá Noel?". Los parroquianos de "El Retiro" se miraban unos a otros dudando ante la pregunta de Eva Prado. Buscaba un voluntario que animara a los niños en el mercado navideño solidario organizado por Teresa Mencía: "Mi hija Cayetana va a terapia a la Fundación Nora. Lo hemos organizado todo nosotros, para recaudar y donarlo a esta institución", cuenta, feliz por la respuesta de la localidad. Ayer, habían recaudado mil euros y subiendo.
La sonrisa de los niños alegraba el día a los noreñenses, como a Eva Fernández observar una pota de callos sobre la cocina de carbón de su bar, La Plaza, que ayer lucía repleto con las jornadas gastronómicas. Esa escena le recuerda a la niñez, "cuando en invierno hacíamos muchos callos en casa, lo repartíamos en potinas, porque no había tuppers y se repartía con los vecinos".
Desde entonces, su hermana sigue preparándolos como siempre, al calor de la vieja cocina: "Es parte de su secreto, los elaboramos nosotros desde el principio y los guisamos despacio en el fuego", apunta Fernández. Mientras, los comensales piden otra ración, una no basta, "están demasiado buenos".
