Hay algunas virtudes infrecuentes en política. Quizás se deba a que, como decía J.F.Kennedy, los políticos deberían saber más de poesía para mejorar el mundo. Dos virtudes, la cautela y la indulgencia, sirven, para el filósofo alemán Arthur Schopenhauer, de prevención de daños, pleitos y pendencias. Si hubiese habido la cautela pertinente, el conflicto del Sr. Alcalde de Siero con la Policía Local no sería la bola de nieve que parece seguir creciendo. Con la dosis necesaria de benevolencia, los errores por uno y otro lado se hubiesen minimizado. Hubo meteduras de pata por ambas partes, pero la máxima responsabilidad es del regidor. Si cobraron indebidamente horas, ¿quién se las pagó? Si tuvieron pagos irregulares, ¿por qué no se obliga al reintegro? Aquí da la impresión de que se está cociendo algo que sobrepasa las fronteras del conflicto. Reacciones con ninguna cautela, como eso de disolver la Policía Local o empezar rueda de despidos, son indicadores de incapacidad para gestionar conflictos municipales. Y eso se paga, porque vista la debilidad aparecerán más. Cualquiera sabe que quienes hacen que los ayuntamientos funcionen y que los servicios lleguen con calidad a los ciudadanos son los empleados. Los políticos deben ser motores de mejora, pero así no.
