Para quienes seguimos, puede decirse, semana a semana la evolución de la construcción de la residencia de la tercera edad de Lugones, nos produce mucha satisfacción que pueda ser terminada para finales del presente año, como recientemente se anunció. Debe reconocérsele el buen ritmo de trabajo desde un principio a la empresa Igular/Construcciones, pues hace presagiar que si no es a finales de este año, será a principio del 2021. Que no está mal, máxime si tenemos en cuenta los años que esta comunidad vecinal viene necesitando y demandando un centro de estas características. Debo decir, como ciudadano preocupado desde joven por los problemas y necesidades de la comunidad vecinal, que se puede ejercer de manera reivindicativa una labor en beneficio de la misma desde el ejercicio de la participación ciudadana. Y ésta, por su carácter eminentemente social, ha sido una de nuestras más sinceras preocupaciones durante años, más bien, décadas.

Nuestra intención a la hora de encabezar este escrito no era otra que poner el acento en la labor de los autores de dicho proyecto, desde la perspectiva de un simple ciudadano, es decir, los arquitectos Román Villasana, junto a Miguel Rubio e Izaskun Bilbao. Insisto, desde nuestra modesta opinión, la entrada principal prevista en el centro en cuestión, creo que debería ser opuesta a la elegida. El conjunto de edificios que rodean a dicha entrada proyectada por los arquitectos, la constriñe de manera asfixiante, al tiempo que, para los numerosos vecinos que hacen discurrir sus vidas en la zona, no será muy cómodo. Esa entrada, además, está encajonada: a un lado, el centro de salud y el centro de día, y a otro, varios edificios. Siempre pensé, desde un principio, que la entrada principal por estética sería la opuesta. Ahí lo dejo.

En muchos estamentos se están amparando en el dichoso covid-19 para desorganizar los trabajos cara a los contribuyentes. Podría citar varias cosas vividas en primera persona. A primeros de este mes me acerco a las nuevas dependencias del Centro Polivalente para registrar un escrito destinado a Cultura. Le respuesta es la entrega de un papel como el tamaño de uno de fumar, en el que se indica que tengo cita para presentar el escrito el día 11 de setiembre. Quedé varado. El caso es que en aquel momento la cola solo se reducía a dos personas. Evidentemente no me presenté el día que me fijaron, al fin y al cabo no era un problema particular mío. Otro caso: hace más de un mes me dirijo a la oficina de registro de las consejerías en Oviedo. Una funcionaría sola, en una sala grande y mesa pequeña, me pregunta: ¿A dónde va usted? A registrar un escrito. Para eso tiene que usted llamar a tal número y pedir la cita. Estuve tres días llamando al número que me facilitó la funcionaria y no conseguí comunicar: cuando no contestaban, no había ninguna operadora libre. Un verdadero cachondeo. El escrito que pretendía presentar era referente a que, después de más de una año, no había recibido contestación al mío del 2 de mayo del 2019, en el que les exponía el problema de la pasarela de Renfe. Así no se puede seguir.

Vale más caer entre las patas de los buitres que entre las manos de los aduladores, porque aquellos sólo causan daño a los difuntos y éstos devoran a los vivos. (Antístenes: nació en Atenas 445 años a. C. Fundador de la escuela cínica).