El municipio de Quirós ha perdido a su vecina más longeva, Josefa Viejo Viejo, que con 105 años de edad falleció, ayer, sábado, en la residencia de ancianos de la capital quirosana. Una vida larga, dura, con sinsabores y alegrías, más de 38.000 días de existencia dan para mucho.

El 16 de abril de 1915 nacía una niña, de nombre Josefa, y con dos apellidos premonitorios de que iba a tener una larga vida, Viejo y Viejo. Repetía muchas veces Josefa: “Soy Viejo Viejo y vieja”, para recalcar aun más su gran longevidad.

Vino a este mundo cuando Europa se desangraba en la que llamaron la Gran Guerra o Primera Guerra Mundial. Su pueblo natal, Bermiego, era un pequeño universo, quinientos vecinos, lleno de niños y mayores peleándose por el espacio vital. Un universo con escuela para niños y para niñas, capilla, iglesia y dos árboles totémicos que eran dos vecinos más, el milenario “Teixo” y el gran “Roble” del pueblo vigilaban el devenir de la vida cotidiana.

Josefa Viejo Viejo trabajo mucho “en la labranza”. Fue además a aprender a coser con un sastre, Leonardo, y hacia pantalones, camisas, chalecos y chaquetas”. Pero también pudo disfrutar de los antiguos antroxos, pascuas y romerías del pueblo.

La anciana fallecida ayer en Quirós conoció la mal llamada “Gripe española”, que no tuvo su origen en España y que se llevó millones de habitantes de todo el mundo, sobre todo en Europa. En sus últimos meses de vida, Josefa tuvo que ver también los estragos que causa el coronavirus en la actualidad, incluso en la propia residencia donde estaba desde hace unos años, la de Quirós, en la que se conocía esta semana la existencia de quince positivos.

La vida de Josefa fue muy dura. Su marido, Guillermo González, estuvo fugado por los montes quirosanos tras la Guerra Civil. Perdió una hija pequeña y fue encerrada en la “Iglesiona” de Gijón, hasta septiembre de 1937. Pasó miedo cuando los manifestantes pedían las cabezas de los presos, en los exteriores del templo, rememora la quirosana.

Quedó viuda con dos niñas pequeñas, Mari e Isolina, que tuvo que sacar adelante sola. “Trabaje mucho, hice de hombre y de mujer”, recordaba a menudo. Emigró a Oviedo, la vida en el pueblo era muy complicada para una viuda. Tuvo la fortuna después de tantos sinsabores de conocer tiempos mejores y poder viajar: Estuvo en Italia, Holanda, Brasil… y pasaba varios meses en Benidorm o en Roquetas de Mar. Su último viaje fue a Menorca con 97 años. Su hija Mari comentaba que su madre llevaba “muy mal” no salir de vacaciones.

Hace unos cinco años volvió a Quirós, residía en la vivienda tutelada del ERA en la capital quirosana. Era habitual, “en los tiempos normales”, verla en la terraza de una cafetería, disfrutando con su familia. Su genio y su carácter la llevaron a solventar problemas y tristezas y se quedó muy cerca de alcanzar los 106 años, que habría cumplido en abril próximo. Quirós pierde a su “abuela”, integrante de una generación que luchó y salió adelante con muy pocos recursos de todo tipo: sanitarios, servicios sociales, alimentos, ropa e información que los tiempos actuales.