Hace 42 y 44 años, respectivamente, dos jóvenes entraron por la puerta del Colegio Nuestra Señora de Covadonga de Noreña. Era su primera vez como profesores, el primer empleo y llegaban con el maletín cargado de ilusión. Ayer, Javier Gurdiel e Isabel Miranda tomaron el camino inverso y salieron por la puerta del centro con la mochila llena de experiencia y satisfacción por el trabajo bien hecho. Les llegó la jubilación: “Fue un placer. Ahora las sensaciones son encontradas”, aseguran.

Ambos decidieron ser maestros al ver el ejemplo de quienes les enseñaron. En el caso de Isabel Miranda, su inspiración fue el profesor de la escuela rural de Belmonte de Miranda, donde “estábamos todos los cursos juntos”. A Gurdiel le pasó lo mismo con el maestro de su escuela de Cangas del Narcea.

Estudiaron y ambos docentes coincidieron en el colegio Nazaret, en Oviedo, en distintas funciones. Tras hacer sus prácticas, fueron a parar a Noreña, donde aún recuerdan su primer día: “A mí una señora me vino a preguntar que si estaba titulada”, recuerda Miranda. A su compañero le pilló nervioso, sobre todo por la poca diferencia de edad con los jóvenes a los que tenía por alumnos: “Fui un poco más serio y sin reírme. Luego eso se fue relajando”, rememora nostálgico.

De aquella primera lección y hasta la última reconocen “haber aprendido mucho”. Tanto de “los alumnos, como de los compañeros”. Les tocó lidiar con cambios generacionales, “ver como métodos que antes valían, luego dejaron de valer”, en base, en muchos casos, a cambios en la mentalidad social y a las propias reformas educativas, “que terminaron por desesperarnos”.

En su adiós hay satisfacción, resignación y reflexiones sobre los problemas que observan en las nuevas generaciones. Aunque reconocen que necesitan “descansar”, ambos pretenden mantenerse activos para seguir haciendo lo que mejor saben, “enseñar”.