Rosalino Prendes, homenajeado por el apoyo de su familia a los marineros candasinos

Su casa de Vigo fue durante años alojamiento de quienes se embarcaban a la costera del bonito

Rosalino Prendes, en el medio en silla de ruedas, con familiares, amigos y miembros de la corporación candasina.

Rosalino Prendes, en el medio en silla de ruedas, con familiares, amigos y miembros de la corporación candasina. / Alicia García-Ovies

En la década de los años cuarenta del siglo XX, decenas de barcos salían del puerto de Candás rumbo al oeste de Vigo buscando los mejores bancos de bonito. Era una singladura larga, que los mantenía semanas lejos de casa y que en muchas ocasiones los obligaba a parar en Galicia antes de retomar el camino de regreso. En este periplo por lo que entonces eran tierras lejanas, los marineros candasinos encontraron en una familia candasina residente en la provincia gallega un lugar seguro en el que descansar, coger fuerzas y ponerse al día de lo que pasaba en Asturias durante su ausencia. 

Este hogar era el formado por José Prendes y Enriqueta Pano, candasinos que en aquellos años decidieron trasladarse a Vigo para gestionar mejor su embarcación. “Si por algún motivo alguien se tenía que desplazar de Candás a Vigo siempre encontraba en ellos alojamiento”, recordó ayer Joaquín Rodríguez. Esta generosidad la trasladaron a sus hijos, José y Rosalino, quienes también mantuvieron siempre las puertas de sus hogares abiertas para quien lo necesitase.

A todos ellos, familiares y amigos rindieron ayer un sentido homenaje personificado en la figura de Rosalino. El único de los tres que aún sigue con vida. “Ni en sueños me hubiera imaginado algo así. Estoy muy emocionado”, reconoció sin apenas poder pronunciar palabra tras recibir de manos del alcalde un pin de oro y el escudo de Carreño, el cual no dudo en besar. “No hay nada mejor que esto”, afirmó.

Porque a pesar de haberse trasladado siendo muy pequeño a Vigo, Rosalino es de Candás. “Lo llevo en las entrañas. Lo único que tengo es el amor a mi pueblo y eso no me lo va a quitar nadie”, sentenció. Solo hay que retrotraerse a su boda para darse cuenta de ello. Lo contó ayer Rodríguez, el encargado de promover el homenaje. “Se casó un 12 de septiembre, coincidiendo con las fiestas del Cristo, y vino con su mujer en Vespa hasta aquí para pasar la luna de miel”, recordó arrancando las risas de los presentes.

El candasín trabajó durante años para una gran empresa pesquera y, al igual que hicieron sus padres antes que él, siempre estaba dispuesto para ayudar a los candasinos que por una u otra razón llegaban a Vigo. Pero también supo ganarse el cariño de sus compañeros. “A día de hoy siguen teniéndome en cuenta, algo habré hecho bien”, comentó.

Ahora, ya jubilado, su sueño es poder regresar a Candás, algo que hará en cuanto tenga el permiso de su médico. Porque, como destacó su amigo, “Rosalino Prendes Cuervo es un candasín con unos valores que todos queremos recuperar para remar juntos por el futuro de este pueblo”.