En febrero habíamos acordado que un día iríamos a visitarlo. Mi amigo, que fue quien me habló de hacerle la visita, me decía que estaba enfermo, triste y totalmente desanimado. Acordamos que iríamos, pero la pandemia... En abril leí en este diario que había sido ingresado en el HUCA, aunque al día siguiente tuvo el alta. Está en la cárcel. En octubre le negaron el tercer grado. Sin duda que los delitos de los que judicialmente es culpable exigen prisión, pero una persona de 80 años, con una importante dolencia cardiaca, condenada pública y judicialmente, ya tiene su pena. Hay una delgada línea entre justicia y humanidad que a veces es necesario cruzar. Y sé que el Ministerio Fiscal argumenta razones jurídicas para que siga cumpliendo su condena. Pero esto de la justicia para el pueblo es difícil de entender. En un documento de 2017 se exponía que el 85% de los presos relacionados con ETA excarcelados por motivos de salud seguían con vida varios años después, y algunos de los vivos se consideraron enfermos terminales. En la lista, Sabino Álava, José Miguel Gorostiza, María Asunción Sierra... Álava condenó públicamente la banda y enseguida... ¡a la calle!: “Enfermedad grave”. Seguro que Riopedre condena la prevaricación, la falsedad documental y el fraude. Y sigue allá y enfermo. Mi amigo me entregó un papel, la esposa de JL. Iglesias Riopedre le pidió que si le ayudaba a recoger firmas para solicitar como clamor el tercer grado. Firmé. Y cualquiera que sepa de su dolor firmaría. Existe algo que se llama compasión, no menos noble que la justicia.