Noreña y las migraciones

¿ A dónde irán los besos que guardamos, que no damos?

(Víctor Manuel)

Con veintitrés años Andrés tiene claro que su futuro no está en Noreña. Para poder desarrollar su carrera profesional tendrá que marcharse . ¿Hacia dónde encaminará sus pasos?. Le avala un currículo formidable, labrado brillantemente en su paso fugaz por una facultad tecnológica que, enseguida, le quedó pequeña. Ofertas competitivas no le faltan. En ese momento no puede sopesar otras circunstancias.

Es una historia muy vieja. Desde que el ser humano puso pie en tierra siempre ha tenido que desplazarse para sobrevivir. Es verdad que, al descubrir la agricultura, resultó más fácil la economía de supervivencia apegada a la tierra y de ella todavía somos herederos en parte. Aunque hoy los transportes y la globalización han alterado drásticamente nuestro comportamiento.

Cuando mi abuelo materno llega a Noreña en los inicios del siglo XX para escapar de la pobreza de Tierra de Campos, en Palencia, coincide con el retorno de Cuba de Pedro Alonso y del lanzamiento de la industria cárnica de la mano de Justo Rodríguez. En unos años, que nos enseñarían como la depresión del 98 en nuestro país, fueron capaces de aunar el esfuerzo de muchos emprendedores para poner una villa en marcha con sus claro-oscuros que magistralmente inmortalizaría Pérez de Ayala.

Ahora, el ciclo vital de las personas tiene horizontes más lejanos que el terruño. La gente va y viene rompiendo la antigua homogeneidad y dando paso a sociedades multiculturales. Como no puede ser de otra forma, en Noreña también descienden paulatina y significativamente los nativos y se nos van los jóvenes con una excelente formación académica en busca de proyectos vitales satisfactorios en lo personal y profesional.

Ya han pasado veinte años desde la marcha de Andrés, que se encuentra en un momento clave en su empresa. Comparte su vida con Ana, compañera de trabajo, y tienen dos hijos, Gonzalo y Ana. Hace ya un tiempo que la salud de su padre requiere su atención y le preocupa. Lo que más le inquieta es que sus padres no pueden estar más cerca de sus nietos, con lo bien que les vendrían para conciliar. Por el móvil siempre quedan cosas que decir y sobre todo besos que no se pueden dar. Por muchas vueltas que le dé, sabe que aquí no encontrará un puesto de trabajo donde poder desarrollar su actividad.