Pola de Lena,

Aitana CASTAÑO

Camisa a cuadros, pantalones vaqueros y mirada limpia. Ésa es la imagen que trasmite Juanín en las fotos que perduran treinta y un años después de su trágica muerte. Tenía pinta de obrero porque lo era, aunque si hablaba como sindicalista, como Juan Muñiz Zapico, hasta los catedráticos enmudecían con su capacidad dialéctica. Su manera de explicar la lucha, de hacer que «todo pareciera fácil de entender», es uno de rasgos de su personalidad que destacan los que lo conocieron, pero no el único. La biografía sobre el representante sindical que han dirigido los profesores Rubén Vega y Carlos Gordón recoge todos los temas, esos que hablan de amistad, de unidad y de democracia. El libro fue presentado el pasado viernes en Pola de Lena, dentro de los actos del Club LA NUEVA ESPAÑA en las Cuencas.

Lector inquieto, buen estudiante, trabajador, amante del ciclismo y excelente comedor. El que fuera secretario general de Comisiones Obreras en la década de los setenta nació en localidad lenense de La Frecha el 25 de abril de 1941. Fue el primer hijo de Eloy y Ángeles, un matrimonio humilde de Lena que no escatimó esfuerzos y cariño para que al pequeño Juan Marcos no le faltara de nada. De niño estudió en la escuela de La Frecha -«fue el mejor alumno que pasó por mis aulas», llegó a decir su maestro-, pero la coyuntura social lo obligó a iniciarse en el mundo laboral. El 5 de junio de 1957 entró en los talleres Aguinaco de Mieres. Al final de la década de los cincuenta, compaginó su labor con los estudios en la Escuela de Maestría Industrial. A Mieres bajaba en bicicleta o en tren.

La entrada de Muñiz Zapico en la metalurgia también fue la de su acercamiento a la lucha obrera. Tras su paso por el servicio militar, donde conoció a la moscona Higinia Torre -su mujer-, volvió a la factoría de Mieres. Su retorno coincidió con la huelgona del 62. Más de 60.000 parados, estado de excepción y 200 despidos fueron una coyuntura propicia para que el joven Juanín comenzara a materializar su interés por la lucha obrera. En 1963 fue elegido enlace sindical de su empresa, un año después entró a formar parte de las Comisiones Obreras. En 1967 llegó su primera detención. Fue acusado, junto a sus compañeros, de asociación ilícita y de propaganda ilegal. Tras pasar 45 días en la cárcel de Pola de Lena, llegó la sentencia: dos años de cárcel, que pasaría en Oviedo, Jaén y Segovia. Su nombre ya traspasaba entonces la frontera de las Cuencas, y pronto el movimiento obrero de toda Asturias oía hablar de un chaval de Lena que apuntaba maneras dentro de las ilegales Comisiones Obreras.

Lluvia en la celda

A últimos de diciembre de 1968 Juanín ingresó en la prisión de Jaén, donde participó en una huelga de hambre por las condiciones en las que se encuentran dentro de la cárcel. El sindicalista confesó después a sus amigos que en la celda de castigo donde estaban llovía dentro.

El franquismo había recluido a Juanín, pero en su cabeza las ideas de lucha y unidad de la clase obrera seguían bullendo. La inquietud intelectual que tanto lo caracterizaba lo llevó a proponer charlas entre los reclusos para compartir opiniones y experiencias. En agosto de 1969 fue trasladado a la cárcel de Segovia, donde compartió celda con un enlace sindical de La Camocha. Lejos de amilanarse, el lenense dedicó su encierro a estudiar, a practicar deporte y a hacer gala entre los presos de su «optimismo innato». En esa época sus compañeros lo apodaron «Caciples», por lo mucho que le gustaba comer.

La libertad llegó en junio de 1970. Juanín volvió a La Frecha y, junto a su mujer, se trasladó a vivir a Gijón. En la ciudad el camino no fue fácil. Figuraba en las listas negras de la patronal y de la Policía, y las oportunidades de encontrar un empleo fijo se resistieron. Finalmente fue admitido en una subcontrata del Dique-Duro Felguera. Sus compañeros y jefes en Gijón siempre destacaron «su capacidad y laboriosidad», que le valieron incluso un ascenso a jefe de equipo. Pero la situación volvió a tornarse complicada. «Estamos muy contentos con su trabajo, pero la Policía nos presiona más que si fuese usted el Che Guevara para que lo echemos», le llegó a decir uno de los responsables.

En junio de 1972 volvió a ser detenido en el convento de los Padres Oblatos de Pozuelo de Alarcón, y es entonces cuando se inicia el proceso 1001. Juanín fue condenado a 18 años de cárcel por el Tribunal de Orden Público el 20 de diciembre de 1973. Afortunadamente, ni él ni el resto de encarcelados por el proceso 1001 cumplieron la condena. El 30 de noviembre de 1975 un indulto real los dejó en libertad. Juanín, siempre preocupado por la situación general más que por la propia, aseguró en esos momentos que tenía sentimientos «contradictorios» por todos los presos políticos que aún quedaban en la cárcel. El líder de CC OO volvió a Asturias el 4 de diciembre, festividad de Santa Bárbara. Los cientos de personas que se congregaron esa jornada en Mieres y Gijón para mostrar su apoyo a Juanín sufrieron una fuerte represión policial. En la estación de tren gijonesa los agentes impidieron el paso a los manifestantes, y las carreras «y los palos» se sucedieron durante horas. En el 76 Juanín fue reelegido secretariado general de CC OO. A finales de ese mismo año, con motivo de una «jornada de lucha», fue detenido por última vez a la salida de la Universidad de Oviedo. Y llegaron las Navidades, esta vez «medio tranquilas» porque estaba en casa. Pero un fatídico final lo aguardaba inexorable.

Un destino trágico

El 2 de enero de 1977, justo antes de viajar a Madrid con Gerardo Iglesias, Juan Muñiz Zapico viajaba en coche con unos amigos por la calle de El Huerna. De regreso a casa, sufrieron un accidente, en el que el líder de CC OO perdió la vida. El dolor contenido de la familia de Juanín se unió al de toda Asturias. Las crónicas de la época apuntan que hasta 20.000 personas se dieron cita en La Frecha para despedir al histórico dirigente. «Era patrimonio de los demócratas; por eso estábamos todos allí», dicen sus compañeros, que aquel día, además de despedir a un amigo, alzaron el puño y cantaron «La internacional». Juan Muñiz Zapico fue, y sigue siendo, un hombre clave en la transición española. Juanín, un recuerdo dulce y admirable para todos los que lo conocieron.