En otras ocasiones he contado ya algunos hechos relacionados con la densa actividad política que se desarrolló en las Cuencas en el primer tercio del siglo XX y que tuvo su colofón en la Revolución de 1934 y la guerra civil de 1936. Siempre me he referido a la vida de los sindicatos y los partidos de izquierda, que fueron sus principales protagonistas, pero hoy voy a acercarme a los intentos de las derechas por encontrar su sitio en un mar de siglas donde convivían burgueses liberales, clases medias de moral tradicional, católicos integristas, monárquicos alfonsinos, carlistas e incluso pequeños grupos de ideas fascistas que al final fueron los que se acabaron comiendo el pastel. En medio de este confuso panorama y ante el inexorable avance del movimiento obrero, durante la dictadura de Miguel Primo de Rivera -padre de José Antonio, el que luego sería fundador de Falange Española- la derecha asturiana fue tomando posiciones buscando una unidad imposible para frenar el ambiente prerrevolucionario que se respiraba en la calle. Como sucede en toda dictadura que se precie, el general intentó la creación de un partido único que reflejase los intereses de su Gobierno, y así surgió la Unión Patriótica, cuyo máximo representante en Asturias fue José Sela Sela, alcalde de Mieres desde octubre de 1923 hasta que en febrero de 1930 fue sustituido por el efímero Victoriano Rodríguez García de la Mata, quien sólo ocupó este sillón un mes. José Sela -don José para todos- era un conocido industrial minero que simpatizaba con uno de los grupos de poder menos partidarios de efectuar ninguna concesión que perjudicase sus privilegios económicos, que encabezaban en Asturias las familias Canillejas y Revillagigedo, junto a él estaban también otros capitalistas de la cuenca del Caudal, como la familia de su mujer, Amparo Figaredo Herrero, y el lenense Bernardo Aza González-Escalada, que luego vendría a hacer de la política la principal actividad de su vida y la razón de su muerte.

Como es lógico, también había militantes de menor poderío; para los curiosos aquí está la relación de los responsables de la Unión Patriótica en nuestras principales poblaciones: Ramiro Fernández, en Caso; Gaspar García Jove, en Laviana; Joaquín Soldevilla Jove, en Langreo; Enrique García Tuñón, en Lena; Baltasar Calleja González, en Mieres; Antonio Campos Álvarez, en Morcín; Benjamín Bernardo Fernández, en Moreda, y José María León Zapico, en Sobrescobio. Para difundir sus ideas el 24 de julio de 1923 Bernardo Aza fundó en la calle ovetense de Melquíades Álvarez el diario «Región», con un capital inicial de 500.000 pesetas. Él era el presidente, pero en la primera junta directiva le acompañaba también José Sela.

El diario se calificaba a sí mismo como independiente pero de orden, «ya que sin orden no es concebible la existencia colectiva, y asistimos a un momento histórico que reclama diques para los torrentes de locura que han invadido el campo social» y hacía también profesión de fe regionalista, una tendencia que en estos años iba estrechamente unida a la ideología de la derecha, mientras que la izquierda la rechazaba porque consideraba los localismos propios de la pequeña burguesía y defendía en su lugar el internacionalismo.

«Regionalismo sano será el nuestro. Laborar por Asturias es laborar por España. El amor regional no ha de poner sordina a nuestro españolismo. Nació España en Covadonga, de esa cueva mil veces bendita, inagotable manantial de fe y consolador ejemplo de las más altas abnegaciones», se leía en su primer editorial. Los regionalistas de derechas iban a ir formando en la época republicana diferentes grupos de vida efímera, como la Liga Regionalista Asturiana o la Derecha Regional Asturiana, cuyo manifiesto fundacional, que apareció (lógicamente) en «Región» en febrero de 1931, estaba firmado, entre otros, por el mismo Bernardo Aza y Vicente Gutiérrez en representación de Mieres, José Cerviño por Aller y Dionisio Fernández Nespral por Sotrondio.

En junio del mismo año llegó por fin otra agrupación de mayor calado llamada Acción Nacional, cuyo comité para el concejo de Mieres se cerraba de esta forma: Alfredo Santos Figaredo, Bernardo Aza, Félix F. Miranda, Vicente Gutiérrez, Manuel Martínez Díaz, Manuel Barcena Sordo y Pedro Martínez Álvarez. Su ideario defendía la religión, la familia, la propiedad, el trabajo y el orden y cuando en el mes siguiente se constituyó su comité central en Asturias, formado por nueve miembros, en él estaba también Bernardo Aza, junto al ingeniero y presidente de Hulleras de Turón, Rafael del Riego. Una curiosidad de este partido es que en 1932 tuvo que cambiar su denominación, ya que la República consideraba que los símbolos como la bandera o la palabra nacional no podían ser patrimonio de un solo colectivo y pertenecían a todo el pueblo, el caso es que la reemplazaron por otra que a lo mejor les suena. Pasaron a llamarse Alianza Popular.

El drama que sacudió España en los años inmediatos hizo que tanto Rafael del Riego como Bernardo Aza tuviesen una muerte muy parecida. El ingeniero fue fusilado en octubre de 1934 junto a los frailes de Turón en uno de los capítulos más negros y oscuros de la Revolución; episodio negro por su barbarie y oscuro porque su responsabilidad nunca se ha determinado completamente y cuando los testigos informados que aún quedan con vida ya pueden contarse con los dedos de una mano no parece que esta circunstancia vaya a variar.

Por su parte, Bernardo Aza, cuyo panteón puede verse hoy en la vieja iglesia de Santullano, también tuvo un final trágico, en algunas biografías se puede leer que falleció en Madrid en agosto de 1936, pero ustedes saben que siempre he defendido la recuperación de la memoria histórica y en estos temas hacer excepciones es inmoral. Bernardo Aza, efectivamente, falleció en Madrid, pero a balazos en los sucesos de la cárcel modelo cuando significados presos conservadores fueron ajusticiados en represalia por los bombardeos que estaba sufriendo la capital. En aquellas jornadas cayeron también Melquíades Álvarez y varios ministros de los partidos de la derecha republicana.

Un periodista también vinculado a Mieres y a la última etapa del diario «Región», Ricardo Vázquez Prada, lo recordaba el 30 de noviembre de 1983, último día en que se editó el periódico: «Era ese hombre don Bernardo Aza, que, en una ocasión, se mantuvo firme a la puerta de "Región" ante el ataque despiadado de aquellos que no entendían de libertad, de democracia, ni tampoco lo que, en verdad, era la República. Aquel ejemplo de hombre singular, que dio su vida en la checa por salvar la de un compañeroÉ», y es que así se contó siempre su final durante el franquismo.

Por su parte, José Sela aún asumió más responsabilidades políticas después de dejar la Alcaldía, fue en el partido Renovación Española, otro intento tradicionalista de poca duración que acabó integrándose en la facción asturiana del Bloque Nacional y reparen ustedes en lo del Bloque, la misma denominación que ahora llevan los asturianistas que concurren a las elecciones con Izquierda UnidaÉ vueltas de la historia. Luego vendría, por fin, la CEDA, la alternativa más seria, y la Juventud de Acción Popular. Hace años me enseñaron grabadas en la antojana de una de las casonas más emblemáticas de Mieres las siglas JAP que un impulsivo joven había marcado en su día y que la familia tuvo que cubrir con una alfombra cuando vino la guerra y las cosas se pusieron mal.

Efectivamente, aquella organización fue la primera que resultó verdaderamente atractiva a un tipo de militancia más activo y, sobre todo, con menos años que la derecha de siempre, defendiendo en los 19 puntos de su ideario postulados tan ingenuos como éstos: «Los jefes no se equivocan», o «Trabajo para todos, el que no trabaje, que no coma», pero también otros con un mensaje más peligroso: «Fortaleza de la raza, educación premilitar».

En las elecciones de febrero de 1936 Falange obtuvo en Asturias la ridícula cifra de 358 votos, de ellos 23 fueron en las Cuencas y la mayor cantidad, 9, en Mieres, pero el último punto de las JAP anunciaba que la cantera azul estaba en otro partido: «Ante todo España, y sobre España, Dios».