Tarde de mediados de junio de 1953. Se acercan las fiestas de San Xuan y en la sidrería Casa Urbano de La Pasera ya se respira el ambiente propio de estas especiales fechas patronales. Llega, desde Requejo, una de las más populares pandillas de adictos a la sidra asturiana, con Juan Menéndez, "Juanín de Mieres", al frente. Nueva parada y enseguida surge el envite de uno de los tertulianos: "Grillu, échanos una". Y casi, como por encanto, surge la voz potente del mejor barítono de Asturias con "Arrea, carretero". Silencio y expectación en el ambiente. Al final aplausos incontenidos y emocionados del respetable. Era el ritual, el eje principal de una secuencia mierense habitual, pero siempre nueva, deseada y agradecida.

De repente se oye: "Coño -dice Juanín mirando hacia el exterior- ya está el orbayu de San Xuan y yo a cuerpo gentil sin nada que ponerme encima contra la lluvia. Oye, Juan -dirigiéndose al dueño del establecimiento-, ¿puedo enviar a esti guaje a casa para que Chuchina (la esposa) me mande por él la gabardina?". Respuesta afirmativa, sin más, y el adolescente, con 16 años y ciertas limitaciones físicas, previas las explicaciones de rigor, enfila el camino hacia la calle Ave María, hasta las casas baratas, se mete por un portal junto el bar Mieres y llama a la puerta: "Doña Chuchina, que me dice el señor Juan que si me da la gabardina porque está orbayando". De no muy buen talante, la señora de la casa atiende la petición: "Este marido mío siempre por ahí y dando guerra. Pues, chavalín, que te dé una buena propina".

Vuelta a todo gas -dentro de las posibilidades existentes- y por fin: "Aquí tiene, señor Juan, su gabardina". "Coño, rapaz, ya estás aquí. ¿Fuiste en avión? Pues mira, ahí tienes esta moneda como propina". Y veinticinco pesetas de las de entonces se convirtieron en el primer dinero que, a modo de pago, ganaba el aspirante a camarero. Luego la vida siguió rodando, Juanín de Mieres cantando por todos los escenarios, y cuarenta y pico años más tarde la vida reunía a los dos protagonistas, informador uno y personaje excepcional el otro, en una charla amigable para recordar.

Juan Menéndez Muñiz nacía en Oñón de Mieres, el 14 de octubre de 1905. Su portentosa voz de barítono se hizo notar ya de muy pequeño y le valió ya un sobrenombre. Su padre, Ramón (Moncín), dominaba también la canción asturiana y cuando su hijo, menudo él, entonaba unas estrofas siempre exclamaba: "Mira que ye ruin y canta como un grillo". De ahí le vino el apodo de "Juanín el Grillu".

Pero llegó el momento de que su forma de cantar, con una sonoridad que no necesitaba acompañamiento de música, unos registros abajo y arriba que asombraban y un oído privilegiado apuntaban a una categoría de título de mayor consonancia, la máxima que se le podía otorgar en la región. Y fue el recordado director del diario "Región", Ricardo Vázquez-Prada, a quien se le ocurrió "bautizarlo". Fue en un festival de tonada en el que, con otros intérpretes, a Carlinos de Moreda le concedieron la "Carabela de plata" y a Vázquez-Prada le salió la exclamación casi por encanto: "Pues a Juanín de Mieres habrá que nombrarlo Almirante de la Canción Asturiana".

Autodidacta, a Juan Menéndez le sobraban fuelle y condiciones. Así lo admitieron varios famosos, entre ellos el universal tenor Alfredo Kraus. A los 12 años se subió a un escenario y puede decirse que no se bajó de ellos mientras tuvo fuerzas y temple. Con 15 se erigió en solista de la escolanía de su pueblo, pasó por el Coro Santarrosino y entró en el Orfeón, donde estuvo treinta y un años recorriendo los más prestigiosos foros de la música coral española. Hasta el cine supo de su voz en las películas "Marianela" y "Bajo las nieblas de Asturias".

En su recorrido con el Orfeón de Mieres tuvo oportunidad de cantar, como solista, para el rey Alfonso XIII y más tarde, aprovechando la presencia en la gerencia del Condado de Mieres, lo hizo para el entonces Príncipe de Asturias y hoy Rey jubilado, Juan Carlos I. Durante su última etapa vital tuvo oportunidad de formar parte de varios jurados para el veredicto de otros tantos concursos que se celebraban en esta su tierra natal asturiana. Pudo dar el salto a las Américas, pero el apego a la familia y a la tierrina se lo impidieron.

La nota que, sin duda alguna, debía complementar toda una trayectoria quedó establecida con la grabación de varios discos con más de cuarenta canciones, destacando en su repertorio obras como "A la salida del Sella", "Las cuatro Polas" o "Tengo que subir al puerto".

Según el dictamen de los entendidos, Juanín de Mieres fue "portador de un estilo inconfundible, voz potente, con un timbre sonoro, tanto en los bajos como en los agudos, que él sabía combinar perfectamente con el pleno dominio de la respiración para lograr la prolongación de las notas hasta un límite que a pocos les era permitido. Esas condiciones innatas eran complementadas por un estilo único en el vestir, respetuoso con el público, a base de traje negro o gris impecable y su inconfundible pajarita. ¿Que había otras cualidades por el medio? Pues claro. Cuentan las crónicas que para la cena de Nochebuena, Juanín casi siempre se retrasaba y, finalmente, llegaba a su vivienda de las casa baratas con el semblante serio. Venía del Sanatorio Antituberculoso del Naranco de Oviedo, donde solía alegrar un par de horas las dolencias de aquellos enfermos. La vida le llevó, con sus hijas Nieves y Julita (a María Elena, la niña de sus ojos porque ya lo acompañaba cantando, la perdió cuando tenía 4 años) hasta Gijón, donde falleció en septiembre de 2003. Pero, mientras las fuerzas aguantaron, no se perdió ni una sola edición del día de San Xuan, ni de los Mártires de Valdecuna, como tampoco el saborear los arbeyos con jamón en Casa Fulgencio, de Requexu, con Marujina y Elías.

Un año más, hoy domingo, casi víspera del Patrono, el marco escénico de los Jardines Jovellanos se vestirán de fiesta para vivir en directo una edición más del ya tradicional Encuentro de Mieres y Asturias que canta con Juan Menéndez "El Grillu" o mejor "El Almirante de la Canción Asturiana". Es ya un clásico que nació de la inquietud de otro intérprete de esta casa, gran admirador suyo, a quién considera un mito, José Manuel García, quien, junto al mejor cartel de intérpretes de la tonada, acompañará a las hijas del campeón, a las autoridades y a los cientos y cientos de entusiastas que se reunirán esta tarde para mostrar, una vez más, el afecto y el cariño a quien había despertado el recuerdo perenne por su extraordinaria forma de festejar la vida con un estilo inconfundible y eterno.