"Un día me vio y me escupió, hubo un juicio rápido y quedó libre. Vivo con miedo a encontrarlo y que escupirme ya no le parezca bastante, tengo miedo de que un día me mate".

Imaginen vivir con miedo, con el sentir nocivo de que alguien quiere hacerle daño. Es la vida de Amalia (nombre figurado), una de las mujeres de las Cuencas víctima de violencia de género. Su expareja fue a juicio tras atacarla con un cuchillo, pero el suceso no se consideró intento de asesinato. No es la única en situación de riesgo. Durante 2018, en Mieres y Langreo -municipios cabecera del Caudal y el Nalón-, 132 mujeres fueron víctimas de violencia de género. Son datos oficiales del Sistema de Seguimiento Integral en los Casos de Violencia de Género (Sistema Viogén).

Amalia dice que estaba enamorada. Pero aquello no era amor. Todo empezó con insultos y vejaciones: "Puta", "guarra", "¿dónde crees que vas así vestida?", "no vales nada". Luego "violaciones continuadas", según ella. "Abuso sexual", según el juez que llevó el caso. Le pedía dinero, no rendía cuentas, se emborrachaba y le pegaba. "Todo esto se vio en las distintas vistas judiciales que tuvimos, hay pruebas, no me invento nada", asegura ella, con un hilo de voz. No sabe cuándo llegó el primer bofetón.

El caso de Amalia, según los expertos, no es único. Antes del primer golpe, en muchas ocasiones, hay un largo camino de humillaciones que duelen, un "trabajo" de aniquilación de la mujer para convertirla en víctima. "Yo tenía amigas, tomaba café con ellas, también trabajaba. Pero llegó un momento en el que no quería ya ni salir de casa, creo que llegó a drogarme", asegura Amalia. Y empezaron las palizas, golpes que ella tapaba. Hasta que una noche, en la que él había salido, llegó a su casa con un cuchillo y la atacó.

En el informe de la Guardia Civil se recogen las heridas: marcas en el pecho y en los brazos. Ella dice que llevaba un albornoz de invierno, y que por eso él no pudo matarla: "Él estuvo unos meses en la cárcel, pero en el juicio llegaron a un acuerdo y salió. Con la condición de mantener la orden de alejamiento y de ponerse en cura por lo del alcohol", explica ella. Según su versión, el hombre ha violado la orden de alejamiento en varias ocasiones, "hay un juicio rápido y sale libre. Aunque esta última vez ya le dijeron que si reincidía lo mandaban para allá (para la prisión de Asturias)".

Protección

Un relato que se endurece aún más cuando salen a relucir las cifras. Amalia forma parte del denominado Sistema Viogén. Se trata de un programa del Ministerio del Interior que busca la implicación de distintos sectores -Servicios Sociales, fuerzas de seguridad y ayuntamientos- para ofrecer a las víctimas una atención integral. Incluye las órdenes de alejamiento y los dispositivos de alerta para contactar con la Guardia Civil o la Policía. Sólo en 2018, en Mieres y Langreo, se han integrado en el Sistema Viogén a 132 mujeres.

El peor balance lo tiene Mieres, con 76 víctimas de violencia machista que reciben algún tipo de atención o están protegidas. En el concejo cabecera del Nalón, Langreo, se han dictado 29 órdenes de alejamiento y se entregaron 27 teléfonos de vigilancia. Además, 347 mujeres acudieron a la Casa de Encuentros para solicitar información por posibles casos de violencia machista.

"Hace falta un esfuerzo de todos, urge un pacto de Estado para terminar con esta lacra que nos está matando", asegura Blanca Pantiga (IU), concejala de Igualdad en el Ayuntamiento de Langreo. Su homóloga en Mieres, Beatriz Flórez, destaca que "estamos seguros de que muchas mujeres aún no se atreven a denunciar el maltrato".

Hablan las cifras. Aún sin evaluar en profundidad los datos, las primeras valoraciones apuntan a que la mayoría de las mujeres que están en l Sistema Viogén son de bajo poder adquisitivo y un nivel cultural medio-bajo: "Sabemos que el machismo está en toda la sociedad, por eso creemos que no se está llegando a todas las víctimas".

Alcanzar a todas, que ninguna víctima guarde silencio, es uno de los objetivos que se han marcado los ayuntamientos para este nuevo año. También reclamar una "necesaria" reforma del sistema judicial, "penas más duras y justas", para que las mujeres se sientan seguras. No como Amalia que, al término de su conversación con LA NUEVA ESPAÑA, hace una promesa: "Gracias, quiero que las mujeres lo sepan para que no pasen por esto. Le voy a dar tu teléfono a mi madre, si quieres, para que ella hable por mi si algún día me pasa lo peor". Así es vivir con miedo.