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De lo nuestro | Historias heterodoxas

Y Amalia volvió a la tierra

La historia de la hija de una de las maestras de la escuela de Fábrica de Mieres fallecida con 4 meses y enterrada en el cementerio protestante

Y Amalia volvió a la tierra

La búsqueda de temas que resulten de interés para seguir cumpliendo el compromiso semanal que tengo con ustedes depara en algunas ocasiones sorpresas muy agradables. Hace unos días recibí un aviso de Cristina Cifuentes, nieta de Joaquín Muñiz Alcedo, uno de los masones que trabajaron en los años treinta en el Triángulo Costa de Turón, cuya historia expuse en 2015 en el XIV Symposium Internacional de Historia de la Masonería Española. Quería corregir un dato que yo incluí en la biografía de su abuelo y quedamos en tomar un café para que me contase lo que había pasado en realidad.

Yo había escrito que Joaquín Muñiz, capataz de minas y presidente del Ateneo de Turón en 1927, fue uno de los últimos miembros que se incorporaron al triángulo en 1931, que había combatido en la revolución y en la guerra civil, y que según algunas informaciones guardadas en el Archivo Histórico Provincial de Oviedo tras la caída de Asturias se echó al monte y murió a los siete meses de la liberación de la provincia en un enfrentamiento con las "fuerzas de liberación" que pretendían detenerlo.

Cristina me mostró un documento notarial donde queda claro que no fue así y se especifica que debido a sus ideales políticos de izquierdas Joaquín Muñiz, quien ya había sido detenido en Mieres en octubre de 1934, "fue sacado de su domicilio en Gijón por tropas de falange y guardia civil el día 6 de mayo de 1938 con el pretexto de prestar declaración, siendo a continuación muerto a tiros en las escaleras de su domicilio por las tropas que le fueron a buscar".

Y eso fue lo que supo siempre la familia, conociendo además que fue asesinado por una confusión, puesto que a pesar de la discreción con que Joaquín disimulaba en Gijón su pasado político y masónico, la mala suerte hizo que sus verdugos lo confundiesen con otro hombre que tenía su mismo nombre y apellido y sí era buscado en esta ciudad. Cerrado este tema, la conversación siguió tocando otros asuntos del Mieres de antaño que nos llevó a otra historia desconocida y muy curiosa.

Joaquín Muñiz Alcedo estuvo casado con Ela Rodríguez Blanco, hija de Crisanto Rodríguez y Amalia Blanco, un matrimonio muy próximo a los Guilhou, porque Crisanto fue muchos años uno de los administradores de su Fábrica, mientras que Amalia trabajó como maestra de la escuela de niñas que dependía de la empresa entre 1877 y 1897, como consta en dos certificados firmados en ese año por el presidente de la Caja de Socorros de esta sociedad don Buenaventura Junquera y por el alcalde don Manuel Gutiérrez quienes hicieron constar "el celo e inteligencia" con que había ejercido su cargo.

Estos documentos presentan el interés añadido de acercarnos algún dato sobre el devenir de esta escuela antes de que las maestras laicas fuesen sustituidas por las cuatro monjas dominicas que llegaron hasta Ablaña llamadas por Enriqueta Guilhou para fundar una casa-colegio a comienzos de 1898.

Crisanto y Amalia tuvieron siete hijos en Mieres: César, Arcadio, Crisanto y Arturo, Ela, Amalia Celsa y Amalia. Y otros dos, Eduardo y Marina, en Gijón, donde Crisanto trabajó sus últimos años administrando las fábricas de harinas de la Viuda e Hijos de don Tomás Zarracina. Arcadio, uno de los nacidos en Mieres, también sería alcalde en la villa marinera por el Partido Republicano Único entre el 11 de abril de 1922 y el 21 de mayo de 1923.

Entre el montón de anécdotas familiares que me fue contando Cristina Cifuentes hay varias que seguramente pueden interesar a los lectores de esta página, pero entre todas una es especialmente atrayente por su relación con el cementerio protestante de la Fábrica, que todavía sigue mostrándonos sus secretos.

Muchas veces, al pasar frente a este pequeño camposanto por la antigua carretera que une Mieres con Oviedo, oyó comentar a sus mayores que en allí estaba enterrada una de las hijas de Crisanto Rodríguez, la primera en llamarse Amalia, que había fallecido con pocos meses de edad y a la que los Guilhou quisieron dejar junto a sus muertos como agradecimiento porque la leche materna que ella ya no pudo recibir siguió amamantando a otro niño de su linaje, recién nacido, que la necesitaba para su crianza.

Me pareció un caso curioso, primero porque se trataba de otro enterramiento a sumar a los que estamos identificando últimamente en este recinto y también por la posible contradicción de que en esa época la Iglesia pudiese autorizar un sepelio católico en un recinto protestante, pero tras la consulta pertinente, se me dijo que esto era factible y podía haberse hecho así sin ningún problema.

Quedaba entonces ajustar las fechas para tratar de identificar al descendiente de los Guilhou que tuvo por matrona a la maestra de la escuela de Fábrica de Mieres. Cristina sabía que la pequeña Amalia tenía que haber venido al mundo entre 1892 y 1893, ya que en 1891 lo había hecho su hermana Ela y en 1894 la segunda Amalia, pero entre los Guilhou el nacimiento más próximo a ese periodo era el de Santiago Pidal, hijo de los marqueses de Villaviciosa de Asturias, Pedro Pidal y Jacqueline Guilhou, que en todas las genealogías figura como nacido en 1894, una fecha muy tardía que no cuadra con lo que estábamos buscando.

La respuesta a este enigma apareció en los antiguos libros parroquiales de La Rebollada. En ellos pude leer que la hija que hacía el número seis en la familia de Crisanto Rodríguez y Amalia Blanco nació el 2 de abril de 1893 y cinco días más tarde fue bautizada como Amalia Celsa, pero falleció a los cuatro meses de edad el 13 de agosto del mismo año.

El círculo se cerró cuando seguí buscando los nacimientos cercanos a la fecha de esta muerte y me di cuenta de que las biografías de Santiago Pidal están equivocadas y repiten siempre una fecha de nacimiento errónea, porque en realidad el bisnieto de Numa Guilhou vino el mundo el día 25 de julio de aquel 1893, lo que quiere decir que cuando murió la pequeña Amalia, él solo tenía 20 días de vida y, tal vez porque tuvo algún problema de adaptación a su primera matrona, todos tomaron el acuerdo de que fuese amamantado por Amalia Blanco.

Una vez confirmada la coincidencia temporal entre la muerte de una y el nacimiento del otro, todo indica que esta anécdota es cierta y nos encontramos con otra exhumación en el cementerio protestante de Mieres, aunque no queda ninguna señal que lo indique, ya que seguramente el cuerpecito de Amalia nunca llegó a tener sobre su cadáver más que una cruz de madera, que debió de desaparecer hace mucho tiempo.

También quiero comentarles hoy la curiosa partida de bautismo de Santiago Pidal, quien fue cristianado por el Obispo Ramón Rodríguez Vigil en la que tuvo que ser una ceremonia de postín, si es que todo se hizo con la misma medida que determinó que se le impusiera un nombre tan alambicado. Prepárense a leerlo, porque estoy seguro de que es el más largo que ha llevado nunca ninguna persona nacida en la historia de la Montaña Central, y puede que en la de toda Asturias: Santiago María Pedro Ernesto Alejandro Enrique Ignacio José Rafael Juan Numa Jerónimo Pablo Miguel Gabriel Manuel Tomás Agustín Luis Bernardo, Domingo Andrés Antonio Francisco Ramón Benito Roque Joaquín Marta Manés Pidal Guilhou.

Ya se habrán dado cuenta de que esta lista estuvo inspirada en antepasados de las dos ramas familiares, pero junto a ellos también encontramos otros nombres que recuerdan a ingenieros de la Fábrica como Jerónimo Ibrán, e incluso el femenino Marta, en honor de Santa Marta de Betania, la advocación a la que se consagró la capilla que se había levantado en el recinto fabril en 1872 y en la que se celebraron desde entonces todos los fastos religiosos de los Guilhou.

Santiago Pidal fue un gran deportista y no pudo heredar el título de marqués de Villaviciosa hasta 1941 cuando ya era un hombre mayor; falleció en Madrid en 1962 poco después de haber sido sometido a una operación quirúrgica. Por su parte, Crisanto y Amalia tuvieron otra niña el 22 de diciembre de 1894, que creció con normalidad, y siguiendo una costumbre muy extendida en la época la llamaron igual que a su hermana fallecida: Amalia Rodríguez Blanco. Como he dicho más arriba, la familia se trasladó poco después hasta Gijón, pero la primera Amalia se quedó en Mieres para siempre.

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