La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

La lucha contra el maltrato machista

Solo diez víctimas de violencia de género solicitaron el divorcio el año pasado

Las expertas aseguran que las casadas tienen más miedo y tardan en denunciar: "Siento que vivo porque él me lo permite", dice una maltratada

Solo diez víctimas de violencia de género solicitaron el divorcio el año pasado

Cuando se divorció llevaba años aguantando palizas. Tanto tiempo, tantas marcas, que ya no recordaba el primer golpe. Aun con esa historia a cuestas, sintió que el mundo se paraba cuando encontraron en el maletero de su exmarido un cuchillo. La había perseguido por toda la ciudad, hasta que lo detuvieron. Desde entonces, dice ella, tiene una sentencia: "Estoy viva porque él me lo permite".

Es la historia de C., una mujer maltratada que vive en las Cuencas. No recuerda el primer golpe, sí la última paliza. Sus hijos avisaron a la Policía: "Cuando me vi en comisaría, presenté la denuncia y solicité el divorcio prácticamente a la vez. Tenía claro que no podía seguir ni un minuto más con él". Es un caso excepcional: el año pasado, en los juzgados de las Cuencas -Lena, Aller, Laviana, Langreo y Mieres- solo solicitaron el divorcio diez mujeres víctimas de violencia de género. La media de casos de maltrato que llegaron a los juzgados en los últimos años alcanza los 300. Las expertas consultadas por este diario aseguran que las mujeres que están casadas tardan más en denunciar. A veces nunca lo hacen. Los motivos: la fuerte presión social y el miedo a que el maltratador quede libre.

Ese miedo aún lo tiene C., aunque lleva doce años divorciada. Él la sigue buscando, hay amenazas veladas y se siente acosada. "No quiero volver a denunciarlo. Me aterroriza que él se cabree de verdad y haga lo peor. Temo que quede libre, como la última vez".

La última vez fue el día en el que un agente encontró el cuchillo en el maletero de su coche. Ella había avisado al Cuerpo nacional a través del dispositivo de protección. "Una patrulla llegó en el acto y le detuvo, siempre me he sentido muy protegida por las fuerzas de seguridad". No tanto por el sistema judicial: después de encontrar en el coche del hombre un cuchillo, además de unas cuerdas, él quedó libre. "Salimos por la misma puerta del juzgado, yo estaba totalmente en shock". Se acercó y le hizo una pregunta: "¿De verdad querías matarme?". Él no respondió.

A aquel silencio del agresor siguió una angustia que ahogaba a C. No se atrevía a salir de casa, no quería que sus amigas o familiares la acompañaran por si los ponía en peligro. No comía, no dormía, vivía en vilo por sus hijos: "Me sentía viva de milagro. No sé explicarlo".

La psicóloga Paula Marín, experta en igualdad y violencia de género, lo ve demasiado a menudo en consulta. "El shock y el trauma de las víctimas de violencia de género es muy grande", asegura. También el desgaste tras una denuncia: "Para ellas es un proceso agotador, quizás eso explique que el divorcio se posponga o, en algunos casos, que nunca se llegue a solicitar".

El año pasado, en los cuatro juzgados de violencia de género de las Cuencas, solo se registraron diez divorcios. Cinco en Mieres, dos en Langreo, otros dos en Laviana y uno en Lena. Todos fueron no consensuados. Hubo tres casos sobre guarda, custodia o alimentos de hijos menores. "Todos los divorcios que se tramitan en torno a una denuncia por maltrato tienen que resolverse en los juzgados de violencia de género, judicialmente es así", explica Patricia Magadán, letrada en la comarca del Nalón y colaboradora de varias entidades de mujeres.

Así que la explicación más plausible, para Paula Marín, es ese aplazamiento "sine die" para el divorcio. O también, reconoce, que las mujeres casadas denuncian menos: "Quieren mantener a toda costa el ideal de la familia que tanto les han inculcado. Lo que tanto les han repetido de que tienen que ser una buena mujer, una buena madre y aguantar". "El mito del amor romántico y la creencia de que una mujer solo es válida cuando consigue tener un hombre al lado llega a su culmen con el matrimonio y los hijos", explica Paula Marín.

Y en el altar puede empezar el calvario. "Hay muchos casos en los que el maltrato comienza después de la boda o durante el embarazo...". Los puntos suspensivos de Paula Marín son unos segundos de silencio antes de una estadística atroz: una de cada cuatro mujeres embarazadas es víctima de violencia de género.

Lo desveló un estudio realizado por una matrona andaluza, en el año 2016, con la Universidad de Granada. Participaron 779 mujeres, muchas describieron el horror: 26 de ellas aseguraron haber recibido bofetadas y empujones; 28 sufrieron también puñetazos, patadas, heridas y dolor prolongado; 14 reconocieron palizas, quemaduras o fracturas de huesos.

"Es un momento de total vulnerabilidad para ellas", afirma Marín. A punto de ser madres, con las hormonas descontroladas y los sentimientos en un filo, el cerebro busca una salida: "Suelen decirse que lo que pasó no es tan grave, que seguro que se lo merecen o que es culpa suya". "No saben qué hacer, porque el ideal con el que las han educado y que les han grabado a fuego es el de la familia. Y lo contrario es ser una mujer embarazada y soltera".

Dejar el matrimonio es, para muchas víctimas, impensable. "Creen que es un fracaso, que es culpa suya". Es difícil desmontarlo en consulta, reconoce la psicóloga. A veces, imposible. Pero cada mujer que sobrevive, cada mujer libre de la violencia de género, es una victoria.

C. es victoria. Le dio muchas oportunidades a su exmarido antes de aquella denuncia que lo cambió todo. Dice que ha aprendido a vivir otra vez, que intenta disfrutar de todos los días. Aun así, sufre desasosiego crónico: "Desde lo del cuchillo siento que estoy aquí de permiso, hasta que él quiera".

Compartir el artículo

stats