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El Mieres de Antonio Gala

El escritor, fallecido hace unos días, ofreció dos charlas en el instituto Bernaldo de Quirós, centro que visitaron los mejores autores del país

Antonio Gala en Mieres, visto por Alfonso Zapico

Antonio Gala en Mieres, visto por Alfonso Zapico / Alfonso Zappico

Ernesto Burgos

Ernesto Burgos

Antonio Gala tuvo una salud delicada y de hecho lo recordamos con un halo de fragilidad, apoyándose siempre en alguno de los infinitos bastones que coleccionaba desde que en 1973 por poco lo mata una perforación del duodeno; incluso en julio de 2011 dio a conocer que padecía un cáncer difícil, aunque cuatro años más tarde volvió a informar que los médicos lo habían dado por superado, porque Gala siempre tuvo conciencia de que era un personaje público y nunca tuvo inconveniente en compartir sus vivencias con los lectores, bien en artículos de prensa, respondiendo a multitud de entrevistas en todos los medios y definitivamente en su autobiografía "Ahora hablaré de mí" publicada en el año 2000.

Sin embargo el tiempo pudo con él y falleció este último 28 de mayo por los problemas propios de sus noventa años en el hospital Reina Sofía de Córdoba, su ciudad más querida.

Antonio Gala fue, como saben, poeta, novelista, guionista de cine, articulista y dramaturgo aunque nunca logró la unanimidad de la crítica sobre todo en estas dos últimas facetas. Por un lado sus crónicas en los periódicos fueron cada vez más críticas y en alguna ocasión lo acabaron llevando a los juzgados, por otro sus obras de teatro gozaron del favor unánime del público pero no tanto de los académicos que en algún caso las consideraron demasiado alambicadas.

Afortunadamente para la generación de mierenses a la que pertenezco, Gala contó aquí con una de sus mayores defensoras: Carmen Díaz Castañón, directora del IES Bernaldo de Quirós desde 1972, quien convirtió durante casi dos décadas a este centro en algo parecido a una Academia al estilo de los griegos clásicos. Doña Carmen además de cumplir magistralmente su función como enseñante, mejoró la biblioteca del centro, inició una magnífica colección de arte, fue capaz de organizar un calendario de actividades y exposiciones que superaba en mucho las propuestas municipales y consiguió traer a esta villa a los mejores escritores nacionales de aquellos años. De su mano llegó Antonio Gala en dos ocasiones al salón de actos del Instituto: la primera fue en noviembre de 1981 con una conferencia titulada "Teatro de hoy, teatro de mañana"; la segunda en mayo de 1984 cuando volvió acompañado por el catedrático de Literatura Española en la Universidad Complutense de Madrid Andrés Amorós para tratar sobre una temática más política, "Veinte años de compromiso con la libertad". Haciendo un guiño con ese título, aquel mismo año Carmen Díaz Castañón publicó en el nº 407 de los "Cuadernos Hispanoamericanos" el artículo "El teatro de Antonio Gala: veinte años después" como un anticipo de la gran monografía "Andaluz" que en 1994 iba a dedicar a su figura.

Gala estaba considerado en esa época como un referente intelectual de la izquierda española. Dirigía la Asociación de Amistad Hispano-Árabe; formaba parte de la Sociedad de Amistad España-URSS subvencionada por el Gobierno soviético y se posicionaba claramente en una cuestión que entonces dividía profundamente a la sociedad: la posible integración militar en la OTAN. Incluso llegó a presidir poco después la plataforma cívica que propugnaba el no en el referéndum que se celebró envuelto en la polémica en 1986.

Dicen que en los tiempos de crisis florece la cultura. Eso se cuenta de nuestro siglo XVII cuando en medio de la miseria brillaron las mejores plumas de la literatura española, y algo parecido pasó también a escala local cuando Mieres vivía en toda su crudeza las consecuencias económicas y demográficas del desmantelamiento industrial.

En 1981 el concejo ya había perdido 20.000 habitantes desde su punto más alto de población y el censo recogía los nombres de 58.718 mierenses, una cifra que entonces parecía escandalosa y que ahora ya es un sueño imposible que todos firmaríamos sin ninguna vacilación. Recuerdo que aquel fue un año triste, marcado por la chirigota del fallido golpe de Estado que me sorprendió quince días después de haber entregado definitivamente el uniforme en un cuartel de Ceuta, y un accidente en el pozo Barredo donde perdieron la vida cuatro mineros en pleno mes de julio.

Sin embargo, mientras ya se notaba un goteo de cierres comerciales y decaía la animación que había convertido a esta villa en un referente del ocio asturiano, la vida cultural se reanimó de una manera sorprendente: Victor Alperi conmemoró el cuarto centenario de la muerte de Santa Teresa de Jesús con uno de sus mejores libros, "Ávila muere"; el Premio de Novela Casino de Mieres, instituido por el doctor Luís San Narciso Altamira celebró su segunda edición con una dotación de 100.000 pesetas donadas por la Caja de Ahorros que atrajo a escritores de toda Hispanoamérica y el incombustible Nel Amaro inició en Turón la colección "Longalendo" con su libro "Habitación de poeta".

Pero lo más importante era que el trabajo de Carmen Díaz Castañón en el Instituto "Bernaldo de Quirós" también daba sus frutos y muchos de aquellos alumnos o ex alumnos animados por el ejemplo de la revista "Nueva Conciencia" que se publicaba en el centro ya hacían sus pinitos en el mundo de las letras: Justo Braga y José Luís Argüelles se inclinaban por la poesía, una vocación que los dos mantuvieron a lo largo de su vida; Ismael González Arias prefería las narraciones en asturiano; Cesáreo G. Hontiyuelo empezaba a ser tenido en cuenta como crítico literario; incluso Francisco García Orejas tuvo la suerte de publicar ese año "El asesinato de Clarín y otras ficciones" cuando no era fácil encontrar autores asturianos en los escaparates de las librerías.

En las visitas a Mieres, Antonio Gala como la mayor parte de los conferenciantes que pasaron por el Instituto, siempre se detuvo a comer y tertuliar en la casa de la plaza de Requejo que Carmen Díaz Castañón y José Avelino Álvarez Calleja convirtieron en una enorme biblioteca particular. Este sigue recordando aquellas jornadas con cariño y al dramaturgo como un hombre extremadamente culto y divertido.

Otros mierenses también cuentan en sus biografías con anécdotas que tienen al autor como protagonista, por ejemplo Víctor Manuel que vivió de cerca el rodaje de la película "La pasión turca" dirigida por Vicente Aranda y protagonizada por Ana Belén con un guión basado en la novela homónima que Antonio Gala escribió en 1993.

También la escritora Susana Pérez Alonso lo trató después de coincidir con él firmando libros en Madrid. Desde aquel momento comieron juntos alguna vez y se mantuvieron en contacto epistolar y telefónico; hasta que en 2010 volvió a verlo y se encontró con una desagradable sorpresa: "aquel hombre no era a quien yo conocía, había desaparecido. Era un casi anciano vociferante, ni siquiera me reconoció. Luego alguien me explicó que no estaba bien…".

También es curiosa la experiencia de Luis San Narciso a quien el autor sirvió de talismán para introducirse en el ambiente teatral de la capital a principios de la década de los 80. Antes de convertirse en un excepcional director de casting Luis quiso iniciar su carrera como actor y una obra de Gala fue su primera experiencia en el mundo de los escenarios.

El mierense fue llamado junto a otro candidato para hacer una prueba en la obra "Petra Regalada" que llevaba una compañía de primerísima fila en la que estaban entre otros Julia Gutiérrez Caba, Ismael Merlo y Jaime Blanch. Finalmente el papel fue suyo y le permitió recorrer durante un año el circuito de teatros españoles, pero lo más curioso es que quien se quedó fuera se llamaba Antonio Banderas. San Narciso confiesa que Banderas era mil veces mejor actor, pero él tuvo la suerte de cuadrar más en el tipo del personaje que debía ser alguien con un aspecto más desvalido.

Antonio Gala Velasco, manchego de nacimiento y andaluz de adopción fue efectivamente uno de los pocos españoles de finales del siglo XX que podemos calificar con propiedad como "intelectual" en el estricto sentido del término y apuró la vida como quiso. Leyendo su biografía encontramos licenciaturas en Derecho, Filosofía y Letras, Ciencias Políticas y Económicas; lo vemos ingresar en la Orden de los Cartujos; vivir la bohemia en Portugal y Florencia; triunfar en la literatura y ser uno de los personajes más populares de aquella España que estaba dejando atrás la larga noche de la dictadura.

Presumió de su ambigüedad; tuvo la delicadeza de un poeta y la furia de un rebelde frente a las injusticias. En sus últimos años quiso tanto a los perros como a los hombres y muchas veces afirmó que no le tenía miedo a la muerte. No sé si el tiempo será benévolo con su obra, pero personalmente le agradezco a Carmen Díaz Castañón que lo haya hecho formar parte del decorado sentimental de una de las mejores etapas de mi vida y guardo el pequeño recuerdo de haber cruzado con él dos palabras en uno de aquellos encuentros que se organizaban en la biblioteca del Instituto tras cada conferencia.

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