de lo nuestro Historias heterodoxas

Vindicación de Santiago Blanco "el Avilesu"

Perseguido por falangistas y estalinistas, el mierense se exilió primero en Francia, participó en la resistencia contra los nazis y acabó viviendo en Venezuela

El Avilesu, visto por Alfonso Zapico

El Avilesu, visto por Alfonso Zapico / Alfonso Zapico

Ernesto Burgos

Ernesto Burgos

Juan Ambou fue un comunista al que muchos asturianos todavía recuerdan porque en 1977 se presentó a las elecciones generales dentro de la Unidad Regionalista y en las de 1979 encabezó la lista del PCTE, un partido crítico con la deriva eurocomunista que inició en aquellos años Santiago Carrillo.

Ambou había pedido el ingreso en el PCE en 1932 y participó activamente en la Revolución de Octubre organizando el sóviet de La Argañosa, y tras el fracaso insurreccional se exilió en la URSS, donde fue elegido para la comisión ejecutiva de la Internacional Juvenil Comunista; después, regresó a España y durante la guerra civil fue consejero de Instrucción Pública con Belarmino Tomás, oponiéndose a la declaración de soberanía de Asturias.

Al caer el Frente Norte se trasladó a Cataluña formando parte del comité central del PCE hasta el final del conflicto. Luego pasó a Francia y colaboró con Pablo Neruda haciendo la lista de exiliados comunistas que viajaron hasta Chile en el barco "Winnipeg" (un polémico episodio que ya les he contado).

Su fidelidad a los dictados soviéticos le llevó a separarse del PCE en 1968, cuando sus dirigentes criticaron la intervención rusa en Checoslovaquia, y junto a otros camaradas fundó un nuevo partido –el PCE (VIII-IX)– con el cual se inició un camino que iba a concluir en 1984 en el Partido Comunista de los Pueblos de España, del que fue uno de sus dirigentes más carismáticos. Vivió en Moscú, República Dominicana, la Cuba castrista y México, donde falleció en 2006 con 96 años cumplidos.

Como acabamos de ver, Juan Ambou fue un comunista ortodoxo y fiel a las consignas de Stalin, y como él estuvo convencido de que su partido era el único legitimado por la historia para dirigir a la clase obrera, lo que les motivó para perseguir a los disidentes con el mismo empeño que a los fascistas.

En 1978 publicó el libro "Los comunistas en la resistencia nacional republicana", en el que atribuyó a los suyos todos los éxitos de la guerra española, culpando al mismo tiempo al resto de las organizaciones del Frente Popular de los errores. Y para reforzar este pensamiento no dudó en criticar con dureza a otros protagonistas de la contienda con los que había compartido trinchera. Por ejemplo, según su punto de vista, el anarquista Segundo Blanco "era el portavoz del anticomunismo más agresivo"; también Antonio Llaneza simpatizaba con Trotski, y lo mismo el abogado Loredo Aparicio, "conocido trotskista que puso pies en polvorosa cuando el Norte estaba en peligro". Esta obsesión lo llevo incluso a discutir con el socialista Amador Fernández, quien acostumbraba a hablar mal de los soviéticos: "Yo no me bajo los pantalones ante los comunistas, aunque sean rusos", dijo en una ocasión. Y Ambou le respondió: "Es difícil bajarse lo que políticamente no se tiene".

Pero entre todos estos dirigentes históricos, el peor tratado en su libro fue el secretario particular de Belarmino Tomás, Santiago Blanco conocido como "el Avilesu" por el origen de su madre, aunque él era mierense: "Trotskistizante, individualista feroz, henchido de vanidad, autor de un periodicucho que en Oviedo se destacaba por hacer blanco de sus iras a los comunistas y desertor".

Juan Ambou y Santiago Blanco ya se habían enfrentado abiertamente en las reuniones del Consejo Soberano de Asturias y con el tiempo incluso aumentaron sus diferencias. Fue en 1972, cuando el segundo, después de criticar desde Venezuela a Fidel Castro, declaró: "Lo que no le acepto ni al lucero del alba es que me tilden de comunista. Es como si me calificasen de nazi o de falangista. Me suena igual".

Efectivamente, según leemos en sus memorias, "El inmenso placer de matar un gendarme", el Avilesu fue un anticomunista convencido, sobre todo, después de que los estalinistas hubiesen atentado contra él en Gijón y después de que Juan Ambou lo hubiese acusado de trotskista: "Un trotskista era un traidor, un enemigo activo y de élite, de la Unión Soviética y de la emancipación del proletariado (…) Trotskista era la gran blasfemia contra la religión marxista-leninista-stalinista. El sambenito de trotskista era tan infinitamente peligroso para un republicano o un socialista como el de rojo o masón que Franco nos endilgó a todos".

Y aquel no fue el único intento de eliminarlo, ya que también lo persiguieron las balas en Cataluña, donde Blanco fue designado en 1937 comisario de la Agrupación Automóvil del Ejército del Este. En realidad, él nunca fue trotskista, pero ese estigma suponía una condena a muerte, como se vio en mayo de aquel año con la aniquilación del POUM y el asesinato de Andreu Nin.

Allí su amigo Jesús Ibáñez, también etiquetado de la misma forma, lo previno: "me aconsejó que "me marchase al quinto coño" y que no me quedase en Barcelona porque, tarde o temprano, los comunistas me cobrarían las viejas deudas. A él no le pasaría nada, porque, por borracho y por viejo, no lo tomaban en cuenta". Ibáñez no se equivocó y el Avilesu volvió a salvar la vida milagrosamente cuando una mañana paseaba por la Diagonal y tuvo que lanzarse al suelo para evitar los disparos que le hicieron desde un automóvil que se dio a la fuga.

Nada que decir, entonces, sobre la acusación de anticomunista que le hizo Juan Ambou a Santiago Blanco, porque fue cierta. Sin embargo, sí debemos corregirlo cuando lo culpó de estar relacionado con la Falange. Lo hizo después de afirmar que él había sido el redactor del polémico telegrama que el Consejo Soberano dirigió al Gobierno central para tranquilizarlo tras haber declarado la soberanía de Asturias.

Entonces, añadió esta imputación sobre el mierense: "Algunos dirigentes socialistas me llegaron a afirmar que este tipo tenía conexiones con Falange. De lo que no hay dudas es de que obviamente sí les hacía el juego a los falangistas". Supongo que entonces Juan Ambou no conocía la verdadera historia del Avilesu, que ahora les voy a recordar.

En efecto, Santiago Blanco se había afiliado a la Falange leonesa en 1933 con la intención de espiar sus actividades y elaborar un informe completo para las Juventudes Socialistas que autorizaron su plan. Según su propia confesión, lo hizo por el afán de destacar en el mundo del periodismo, que en aquel momento era su profesión y escribir después una serie de reportajes contando su experiencia, que se publicaron en numerosos diarios españoles y latinoamericanos.

La Falange de León era entonces la tercera en importancia, tras las de Madrid y Valladolid, y el joven mierense cambió su aspecto "para vestirse como un pollo-pera engominado" e incluso tuvo que provocar una pelea en un lugar público por motivos políticos para llamar la atención de los falangistas, que enseguida lo reconocieron como uno de los suyos.

Estos le dieron entonces una pistola, ignorando que los socialistas ya le habían proporcionado otra, y con ella en el bolsillo recorrió los cafés y prostíbulos leoneses haciendo méritos junto a otros supuestos camaradas a los que convenció tan bien que lo situaron en uno de los puestos de más responsabilidad de su jefatura.

Gracias a sus informaciones, se pudieron conocer los nombres de los oficiales del Ejército vinculados a la Falange o a su organización hermana, la Unión Militar Española, los miembros de las escuadras y sus colaboradores, las tácticas de la organización e incluso se detectó a tres traidores infiltrados en las filas socialistas. Finalmente, el Avilesu cayó por culpa de un asunto de faldas, cuando un competidor celoso descubrió su doble juego y ambos acabaron enfrentándose a tiros en las calles de la ciudad.

Santiago Blanco se convirtió desde entonces en un objetivo prioritario para los falangistas, que al sentirse burlados lo buscaron por todos los rincones, y antes de poder volver a Asturias tuvo que permanecer escondido en casa de un joven camarero ugetista que también mantenía su militancia en la clandestinidad. Un día le preguntó a su amigo cómo lo insultaban con más frecuencia: ¿Traidor, infame, maricón, perro sarnoso, comunista, miserable…? No, no, puntualizó aquel: simplemente te consideran un hijo de puta.

El 10 de febrero de 1939, Santiago Blanco se exilió en Francia sin dejar de ser perseguido tanto por los estalinistas como por los falangistas que siguieron su pista en el país vecino, estuvo refugiado en Brignoles e internado en varios campos de concentración antes de incorporarse a la Resistencia durante la ocupación alemana. Desde 1947 residió en Venezuela trabajando en diferentes oficios y acabó dedicándose definitivamente al periodismo y la publicidad.

Fue socialista toda su vida y mantuvo el contacto con sus amigos mierenses (comunistas incluidos) repartidos por el mundo de la diáspora. Tras la muerte de Franco visitó Asturias en varias ocasiones y en 1977 Alfonso Guerra lo acompañó cuando presentó en Madrid "El inmenso placer de matar a un gendarme". Un libro que ustedes tienen que leer para comprender mejor algunos de los hechos acaecidos en Asturias durante la última guerra.

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