A Cristina Rodríguez la industria le cerró la puerta: "No querían ingenieras"

"Sentí mucha frustración; en las ofertas de trabajo pedían como requisito ser hombre", afirma la hoy catedrática de Mecánica de Medios Continuos, que acabó la carrera siendo la única chica de su promoción

Las Rompetechos del 8M: Cristina Rodríguez, ingeniera

VÍDEO: Amor Domínguez/ FOTO: Luisma Murias

Mónica G. Salas

Mónica G. Salas

Aunque ahora "ama" la docencia y la investigación, la ingeniera Cristina Rodríguez González (Blimea, 1964) nunca quiso ser profesora universitaria. Lo fue porque le arrebataron el sueño de trabajar en la industria asturiana. "No querían mujeres. Llevé cartas de recomendación de dos catedráticos y, aún así, fue imposible. Recuerdo recibir correos del colegio de ingenieros con ofertas en las que pedían como requisito ser hombre", cuenta. La hoy catedrática de Mecánica de Medios Continuos y Teoría de Estructuras de la Universidad de Oviedo confiesa que sintió "mucha frustración". Mientras todos sus compañeros eran contratados, ella no. Solo por ser chica.

Rodríguez rompió, a lo largo de su vida, muchos techos de cristal. Fue la primera de la familia en sacar una carrera universitaria; estudió Ingeniería Mecánica cuando su madre le dijo que mejor se metía en Magisterio; fue la única mujer de su promoción, la del año 1989, con más de 80 hombres a su alrededor; acabó la titulación con el décimo mejor expediente académico... Y, para rematar, fue la segunda mujer, tras Covadonga Betegón, en ser catedrática del área de Mecánica de Medios Continuos en 2011. "En España había muy pocas catedráticas en este ámbito y durante años estuvimos Covadonga y yo viajando de un lado para otro para formar parte de los tribunales de tesis por la exigencia de la paridad", recuerda.

Por suerte, "las cosas han cambiado mucho" y hoy, asegura, "las empresas se han dado cuenta que nosotras valemos tanto o más que los hombres". También la presencia femenina ha aumentado. Sin ir más lejos, en su grupo de investigación (Simulación Numérica, Modelización, Caracterización Mecánica y Optimización Microestructural de Componentes Industriales, SIMUMECAMAT) son cuatro profesoras senior frente a un profesor, y entre los junior la representación por sexos es de un 50-50.

A Cristina Rodríguez "siempre" le interesó la ingeniería. Quizá influyese su padre minero, Dimas, que era "un manitas": "Fue un gran mecánico sin haber estudiado mecánica". No obstante, la Cristina adolescente era curiosa y también le gustaba la arqueología y las artes escénicas –"Creo que cuando me jubile me voy apuntar a una compañía de teatro", afirma entre risas–. Lo que tenía muy claro es que no quería ser ama de casa "con todos mis respetos". Fue así como se matriculó en Ingeniería en Gijón. "Me levantaba todos los lunes a las cuatro de la mañana para coger el bus, que me dejaba a las siete en la plaza Europa. De ahí cogía otro bus para Viesques. Como había pocas mujeres y de aquella no estaba bien visto compartir piso con hombres, dormía de lunes a viernes en una pensión". Ese fue su pan de cada día durante seis años de carrera "muy duros". "Ahora los requerimientos no son tan elevados", apostilla.

Por el "no" de la empresa, esta sanmartiniega empezó a hacer la tesis doctoral. Ahí descubrió la docencia y la investigación, y le gustó: "Empecé a querer la ciencia". Tanto que hoy no se arrepiente de haber hecho carrera en la Universidad de Oviedo, aunque por el medio trabajó seis años en el grupo Itma (hoy Idonial), en donde participó en la puesta en marcha del laboratorio de caracterización mecánica. "Estar en contacto con los chavales te rejuvenece. No me gustaría dedicarme solo a la investigación", confiesa.

En el laboratorio analiza el comportamiento en servicio de materiales y estructuras. Esto es: estudiar "desde cómo se comporta un ligamento cruzado que hay que sujetar con un tornillo hasta cómo el hidrógeno, que tenemos que transportarlo y contenerlo, deteriora los aceros". En resumen, "hacemos de todo y trabajamos mucho con la empresa".

Quizá la parte más desconocida en su área sea su constante contribución a la biomedicina. "La gente piensa que aquí solo rompemos hierro de Arcelor, pero cada vez hacemos más trabajos sanitarios. El último proyecto que desarrollamos con la Finba consistió en ver el efecto de un tratamiento para la diabetes en la resistencia de los huesos. Pero también trabajamos en el desarrollo de prótesis y de implantes dentales, en la reconstrucción del ligamento cruzado, en quemados de piel...", profundiza.

A las niñas, Cristina Rodríguez les manda un mensaje muy claro: "Que no se os ponga nada por delante. Podéis hacer lo que queráis. Hoy en día, si te empeñas, consigues lo que quieras. Y si te gusta la ingeniería, ¡a por ello! No os dejéis engañar con que es una carrera de hombres". Solo hace falta verla a ella. Con tacones y rimel entre máquinas industriales.

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