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Don Dimas Martínez, el buen doctor

El recuerdo del galeno sigue muy vivo en El Entrego | "No me gustan las especialidades, el enfermo no es un departamento", decía

Ernesto Burgos

Ernesto Burgos

El 17 de mayo de 1986, se inauguró en el parque de La Laguna de El Entrego un monumento dedicado a la memoria del doctor Dimas Martínez. Se trata de una obra de Félix Alonso Arenas, con un coste de 1.800.000 pesetas pagadas por los vecinos y vecinas de esta villa mediante una suscripción popular.

El autor, nacido en Sebares, es el mismo que el de la estatua del rey Pelayo que se levanta en Cangas de Onís y el del busto de Alfonso Iglesias que podemos ver en el parque de San Francisco en Oviedo, y ganó este proyecto por concurso; como no pudo llegar a ver a su modelo, fallecido unos meses antes, para reflejar su imagen tuvo que ayudarse solo de fotografías y de los consejos de quienes lo habían conocido: enjuto y sonriente, con su inseparable pajarita y el viejo maletín de cuero que lo acompañó a todas partes.

Don Dimas ya había recibido en vida otros reconocimientos de sus conciudadanos e incluso contaba con una calle a su nombre, un galardón muy escaso en estas circunstancias, porque casi siempre se concede a título póstumo; sin embargo, lo más importante era que todos lo respetaban por su buen trato y sus conocimientos médicos; algunos conservaban la salud gracias a sus acertados diagnósticos, y otros le debían el haber sobrevivido a un parto difícil en los años de la posguerra, cuando la mortalidad infantil había sido devastadora.

En julio de 1980, Melchor Fernández Díaz –un personaje fundamental para la historia de la prensa asturiana y especialmente del diario LA NUEVA ESPAÑA– publicó una entrevista con el médico entreguino en el porfolio de fiestas de La Laguna, que es un documento indispensable para conocer a este personaje. El doctor era primo carnal del padre de Melchor y, gracias a esta circunstancia familiar, se sinceró con el periodista, contándole algunas anécdotas personales que ahora nos ayudan a perfilar su semblanza.

Dimas Martínez García-Riaño nació en febrero de 1907 en El Entrego. Allí hizo sus estudios primarios antes de cursar el Bachillerato en el colegio de la Inmaculada de Gijón, y muy pronto dejó ver su vocación por la sanidad a pesar de que en su familia no había ningún modelo que lo inspirase en este sentido. Se licenció el 15 de julio de 1931 con la primera promoción que salió de la Facultad de San Carlos de Madrid tras la proclamación de la II República, pensando en dedicarse a la medicina generalista porque no quería perder la cercanía con los pacientes.

Así se lo contó a Melchor Fernández: "No me gustan las especialidades, porque creo que el enfermo no es un departamento. Yo leí una vez, y estoy de acuerdo, que se puede ser un buen médico general sin ser especialista, pero que no se puede ser un buen especialista sin ser un buen médico general".

El joven doctor tuvo la suerte de empezar a trabajar durante el primer bienio republicano, cuando se sentaron las bases de las reformas en la organización y asistencia sanitaria del país que dieron una importancia especial al mundo rural, ya que en aquellos años muchos pueblos aún carecían de las infraestructuras necesarias para desarrollar una vida saludable.

El 2 de noviembre de aquel 1931, don Dimas ganó las oposiciones de Asistencia Pública Domiciliaria del Ayuntamiento de San Martín del Rey Aurelio, que dependían de la Diputación provincial. El cargo implicaba, entre otras obligaciones, la de asistir a las personas ayudadas por la beneficencia y también la de actuar como forense; pero las características demográficas y sociales de este concejo le permitieron incorporarse al mismo tiempo al Montepío de Duro Felguera y, como médico de accidentes, en Nespral y Compañía, compatibilizando estos puestos con el desempeño de la medicina privada.

Dimas Martínez abrió su consulta en los bajos de la casa de sus padres, tomando el relevo de otro médico popular, don José Jove, fallecido en marzo de 1931 y cuya capilla ardiente se colocó en la misma sala donde había atendido a sus pacientes. También sustituyó en Ciaño en junio de ese año a don José María Cuervo y, un mes más tarde, en Sotrondio, a don Emiliano Fernández Guerra.

La zona se caracterizaba en ese momento por tener a la mayor parte de su población dispersa en aldeas de montaña donde las familias ocupaban viviendas de mala calidad, húmedas e insalubres, carentes de traída de agua potable, sistema de alcantarillado y en muchos lugares sin luz eléctrica. También eran difíciles los accesos, lo que le obligó a tener que desplazarse a caballo, de modo que durante 25 años llegó a tener tres. Al mismo tiempo, la falta de medicamentos hacía imposible establecer los tratamientos adecuados, por lo que, sin antibióticos, sulfamidas y otros preparados farmacéuticos, debía recurrir habitualmente al aceite alcanforado y a la cafeína como tónico cardiaco.

En estas circunstancias, se multiplicaban los fallecimientos por enfermedades pulmonares, bronquitis, asma, tuberculosis y, por supuesto, la silicosis entre los mineros. Al mismo tiempo, la falta de higiene y los malos hábitos de las madres que, unas veces por desconocimiento y otras por obligación, alimentaban a niños de pocos meses con la misma comida de los adultos, originaban una gran mortalidad infantil.

A pesar de que don Dimas fue una persona conservadora, llegó a tener una relación muy estrecha con el socialista José Mata. Durante la insurrección de Octubre de 1934, atendió a los revolucionarios, y, al inicio de la guerra española, el comandante Mata quiso protegerlo de posibles represalias en la retaguardia republicana por culpa de sus ideas y lo convenció para que se incorporase bajo su mando como teniente médico al Batallón Asturias N.º 264, que combatía en el cerco de Oviedo.

Dimas Martínez le devolvió más tarde el favor a Mata atendiendo a los guerrilleros socialistas que se mantuvieron en armas en los montes del Nalón hasta 1948. En esos años, curó clandestinamente a los heridos de bala en los encuentros con la Guardia Civil. Sin embargo, esta actividad llegó a oídos de las autoridades y entonces los mandos militares, conociendo que el doctor era una persona de derechas, lo vieron como un buen mediador para que negociase la rendición de los fugaos; pero él se negó, porque siempre quiso evitar cualquier relación con la política de uno u otro signo.

Melchor Fernández escribió en su entrevista cuál fue su reacción: "Me decían: usted que los ve, dígales que se entreguen. Yo contestaba: ellos seguramente me verán a mí, pero yo a ellos no los veo; y en caso de que les pudiera decir algo, no creo que me hagan caso". Mucho más tarde, cuando en 1976 el comandante Mata pudo visitar Asturias desde el exilio, los dos amigos volvieron a encontrarse en El Entrego.

Otra de las personas importantes en la vida de don Dimas fue el doctor Carlos Jiménez Díaz, también licenciado en la Facultad de San Carlos, que había sido discípulo de Santiago Ramón y Cajal y de Teófilo Hernando Ortega. Jiménez Díaz ha pasado a la historia por haber compaginado en su Instituto la docencia y el trabajo clínico hospitalario en un conjunto bien estructurado dedicado a la investigación médica.

Allí se celebró, en 1958, el IV Congreso Internacional de Medicina Interna, al que asistieron unos 900 médicos, y don Dimas se encargó de pronunciar el discurso de agradecimiento final, que le gustó mucho al organizador. Desde entonces, mantuvieron su amistad, y Jiménez Díaz siempre recibió a su colega asturiano tanto en su casa de Madrid como en su refugio estival de Ontaneda, en Cantabria.

El doctor siempre quiso mantenerse al día, y por eso durante muchos años acudió cada semana al Hospital de Beneficencia Provincial de Oviedo para conocer los avances de la ciencia médica. Se casó con Anita Nuño García y tuvo cinco hijos: Enriqueta, Ana María, Manuel, Dimas y Tomás, haciendo su vida en El Entrego, salvo un breve periodo que pasó en Gijón trabajando para el Instituto Nacional de Previsión.

Llegó a la villa marinera en septiembre de 1976 y solo tardó dos años en volver a su patria chica para retomar su rutina: por la mañana, en el ambulatorio; al mediodía, en la consulta, y antes de comer, una parada para tomar el aperitivo en el bar de La Laguna.

Un año antes de su muerte, el Ayuntamiento de San Martín del Rey Aurelio agradeció públicamente sus 53 años de servicio a este concejo nombrándolo hijo predilecto; también, por orden de 5 de enero de 1984, se le concedió la Medalla al Mérito en el Trabajo, en su categoría de plata.

Poco después, Dimas Martínez García-Riaño se sintió mal cuando visitaba Tetuán con su yerno Manuel Peláez López, que era entonces delegado del Gobierno en Ceuta. Fue llevado hasta el Hospital de la Cruz Roja de esta ciudad y allí falleció el 14 de mayo de 1984.

En El Entrego su recuerdo aún sigue vivo.

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