"Muy posesivo": así es Senén Fernández, el acusado de matar en Laviana a su mujer, cuya defensa han desmontado los especialistas de la Guardia Civil

La víctima, Tere Aladro, llevaba un tiempo queriendo separarse de su esposo y había estado a tratamiento psiquiátrico, con crisis de ansiedad y depresión por sus problemas conyugales: "Me siento abandonada", les decía a los doctores

El acusado, Senén Fernández, a la izquierda, junto a los abogados y fiscales del juicio.

El acusado, Senén Fernández, a la izquierda, junto a los abogados y fiscales del juicio. / L. P.

Teresa Aladro tenía claro que se quería separar de Senén Fernández, quien a la postre acabaría convirtiéndose en su verdugo. Así lo dejaron claro las psiquiatras que atendieron a la mujer, primero en una clínica privada y después en el servicio de salud mental del Sanatorio Adaro. Todos ellos han testificado esta mañana en el juicio que se sigue contra el hombre, y que se está celebrando en Oviedo.

"No me separo porque no tengo recursos económicos, quiero mejorar antes de separarme", refirió la lavianesa muerta a tiros a manos de su marido a la doctora Teresa Pérez Espinosa. En ese momento la víctima tenía 44 años y el motivo de su consulta fue un agravamiento de sus crisis de ansiedad y depresión por sus problemas conyugales."Decía que se sentía abandonada, que su marido estaba siempre con las vacas en Aller y que quería separarse, pero que no lo hacía porque no tenía trabajo", indicó la doctora en su intervención en calidad de perito. Teresa llegó a decirle "no puedo con la vida", y estuvo un año en seguimiento en dicha clínica, hasta que mejoró un poco y fue derivada al Sanatorio Adaro. Allí volvió a relatar episodios de dominación, hablando de que su marido era "muy posesivo".

El jurado popular dilucidará la posible culpabilidad del acusado, que se enfrenta a penas de hasta 37 años de prisión. La defensa sólo pide para él un año de cárcel por homicidio imprudente. En la sesión del juicio del miércoles, una de las dos versiones sobre cómo sucedieron los hechos, la de la defensa de Senén Fernández, salió tocada tras la declaración de los peritos en la cuarta sesión del juicio por la muerte de la lavianesa Teresa Aladro a manos de su marido.

Los expertos en balística de la Guardia Civil de Castilla y León que se encargaron del caso intervinieron ayer para despejar cualquier duda sobre el modo en que, según su versión, sucedieron los hechos. Los peritos redactaron cuatro informes diferentes tras el suceso: un estudio del arma homicida, un estudio sobre el fusil que fue localizado en una cabaña del acusado, un informe de disparo fortuito y otro sobre la trayectoria de los disparos. Y con todos los datos sobre la mesa, la conclusión de los expertos es clara. "No es factible, es total y absolutamente imposible que la víctima agarrara el cañón", aseguraron de forma taxativa. Con ello, sostienen que no se estaría produciendo un intento de suicidio por parte de Senén y que Teresa hubiera intentado frenar agarrando la escopeta.

Es más, con las recreaciones que llevaron a cabo, para los peritos queda clarificado que el tirador estaba de pie frente a su víctima, "con el arma baja en trayectoria ascendente y el cañón ligeramente elevado". De tal manera que los dos disparos que acabaron con la vida de Tere Aladro se produjeron en esta misma posición del verdugo, "sin moverse". El primer disparo, de este modo, entró por trayectoria ascendente, con la víctima con las manos alzadas y en posición defensiva. La bala salió bajo la escápula izquierda de la mujer, impactó contra el borde cabecero de madera de la cama, perdió el taco de plástico que va unido al proyectil, giró en el aire y rebotó contra la pared, donde dejó una marca ensangrentada de la parte posterior de la bala, con unas letras impresas y una muesca en forma de cabeza de tornillo. El segundo tiro, que se disparó a menos distancia que el primero, se efectuó con una trayectoria de la bala descendente (si bien para los forenses habría sido ascendente, porque entró por la parte baja posterior derecha de la espalda y salió por la parte delantera del hombro izquierdo).

Para los especialistas en balística, ese segundo tiro fue hacia abajo porque, cuando el autor de los hechos disparó a Teresa, ella ya estaría cayendo y se encontraba en un punto más bajo que la escopeta. Además, el disparo la alcanzó por la espalda, porque la mujer se habría girado con el golpe o en un movimiento reflejo al intentar huir. La bala de esta segunda detonación fue hallada enroscada en la almohada de la cama, que habría absorbido el impacto tras atravesar el proyectil las partes blandas del cuerpo de Teresa.

"Es la única versión posible; con los indicios encontrados estas son la únicas trayectorias posibles", aseveraron los expertos del instituto armado. También insistieron en que se realizaron las pruebas pertinentes con el arma homicida hasta llegar a la conclusión de que "en ningún caso se produjo un disparo fortuito".

Los peritos sostienen que para realizar el segundo disparo, "el tirador tuvo que sacar el dedo del primer disparador, meterlo en el segundo y apretar el gatillo", de modo que no ha lugar a un tiro accidental al caer presuntamente la escopeta al suelo en el forcejeo o por efecto del retroceso, como argumenta la defensa. "Los dos perrillos deben estar montados para disparar dos veces", precisaron antes de afirmar que, con todos los análisis realizados, "no es posible que ella agarrara el cañón".

Además de los peritos de la Guardia Civil, la defensa presentó su propio informe pericial, elaborado por un técnico investigador y que se llevó a cabo dos años después de los hechos, cuando ya constaban los informes previos de los expertos. Según la versión de la defensa, los impactos de bala habrían sido distintos: el primero fue el que dejó una marca en la pared y no habría perdido el taco de plástico hasta caer al suelo, y el segundo, el que impactó en el cabecero de la cama y luego "se depositó sobre la almohada".

Los técnicos de la Benemérita desmontaron esta versión: en primer lugar porque la bala que dejó una huella en la pared no podría haberlo hecho de tener aún el taco de plástico, amén de haber tenido que haber hecho más destrozo en el muro. Por otra parte, la bala del segundo disparo apareció enrollada en la almohada tras atravesar el cuerpo de Teresa, lo que no se correspondería con un proyectil que impacta con el cabecero de la cama y simplemente se cae sobre ella. Del mismo modo, presentaba fibras textiles en la punta.

Muerte en el primer disparo

La muerte de la lavianesa Teresa Aladro fue rápida. Se produjo tras el primer disparo, efectuado de frente, a una distancia de entre 40 y 60 centímetros y que le destrozó el hígado. La bala, una vez dentro de su cuerpo, marcó un reguero de muerte segura: tras entrar por la parte abdominal, chocó contra dos vértebras lumbares y cambió de trayectoria, subió y salió por la parte de atrás de la paletilla izquierda. Antes, dañó un pulmón y el corazón. Sólo con este disparo, la mujer ya no habría tenido salvación y habría quedado del todo imposibilitada para defenderse de su agresor.

Así lo testificaron ayer las dos médicas forense que se encargaron del análisis del cadáver, con una exposición de fotografías de los impactos de bala en el cuerpo de la víctima que hicieron conmoverse hasta las lágrimas a su hijo Adrián, presente en la sesión como público.

El segundo disparo se produjo aún más cerca, a una distancia que las expertas establecieron de no más de 40 centímetros, y en este caso el proyectil entró por detrás. "La víctima volteó, giró, y la bala entró por la parte posterior del hemitórax derecho y salió por la cara anterior del hombro izquierdo, cuando estaba en un plano inferior al agresor", ratificaron las forenses.

Las conclusiones del informe forense se han basado en diferentes estudios, como los de las cantidades de plomo, antimonio y bario presentes en los orificios de los proyectiles, para determinar por dónde entraron y por dónde salieron del cuerpo de la fallecida. Y de ellos se desprende que "no hubo ningún tipo de contacto entre víctima y agresor", afirman con rotundidad las forenses, quienes no hallaron en las manos de la mujer ninguna lesión cutánea ni residuo de disparo. "Si hubiera tenido contacto con el arma se hubieran encontrado residuos, pero no se hallaron, por lo que desde el principio sólo se planteó la hipótesis de que se trataba de una muerte violenta de carácter homicida", aseveraron.

En la cuarta sesión del juicio celebrada ayer en la Audiencia Provincial se mostraron imágenes del camisón que llevaba puesto la difunta cuando le dispararon. La prenda, llena de sangre, mostraba claramente un cerco negruzco en los orificios de entrada de los proyectiles, que sin embargo no fue detectado en las extremidades de Teresa. Y "hubieran tenido que tener residuos si hubiera cogido la escopeta", insistieron.

De tal manera que según estas evidencias no sería posible que la mujer hubiera sujetado el cañón par evitar que Senén se quitara la vida. Y a mayores, "tras el primer disparo no es posible que sujetara la escopeta cuando se produjo el segundo. Tras el impacto se quedó en shock, sería inviable que pudiera seguir sujetando algo", explicaron las forenses a preguntas de la Fiscalía.

Además de las forenses también intervinieron por videoconferencia dos expertos en análisis biológicos de la Guardia Civil, quienes emitieron un informe en el que se establece que "no se halló ADN en los cañones de la escopeta", ni tampoco material genético del agresor en las manos de la víctima.

La sesión se completó con la declaración del perito de la Benemérita encargado del volcado de los datos de los dos terminales móviles de Senén y Teresa. Arrojaron una cantidad ingente de datos: sólo en el caso del acusado se generaron 73.000 páginas de documento en formato PDF con todas las comunicaciones, conversaciones y consultas en internet realizadas antes del crimen.

En la sesión de hoy está previsto que se reproduzca parte de este material, así como que declaren una psiquiatra y una doctora del Sanatorio Adaro que atendieron al hijo de la pareja.

El juicio encarará así su recta final con la redacción de las conclusiones por las partes, que podrían suponer la modificación de las calificaciones iniciales.