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Desde mi Mieres del Camino

Jhonny Pistolas, el mierense que quiso vivir libre

A este peculiar y querido personaje, tras su muerte le hicieron un monumento en Ablaña bajo la frase "Amigo de todos"

Me hubiese gustado vivir como Jhonny Pistolas que se puso el mundo por montera, vivió libre y a su muerte le hicieron un monumento". He aquí una máxima, un pensamiento y hasta un deseo que muchos habitantes de esta pequeña patria hubiesen firmado, después de conocer y apreciar su historia. Porque?

De historia original, pura y desde luego puede que única, fue la vivencia de un mierense que, partiendo de una concepción vital fuera de corsés, alternó una visión de partícipe ciudadano muy peculiar con el sentimiento solidario de ser espontáneo y habitual donante de sangre hasta el punto de que, en su lecho de muerte pidió, una vez más, "acudir a la cita con el vehículo de la Asociación Asturiana de Donantes a fin de ofrecer, como en otras ocasiones, ese maravilloso y personal tesoro que podía y aún hoy puede salvar vidas humanas".

Pergentino Bernardo García Muñiz como nombre oficial -"Jhonny Pistolas" el popular y generalizado entre el vulgo-, nació el 22 de junio de 1931, en la localidad mierense de Gallegos. En su día se trasladó con la familia a las cercanías del pozo minero de San Nicolás, donde habría de laborar, profesionalmente hablando. Más tarde, fue habitante de Ablaña y por último recaló en la propia villa de Mieres. Minero de interior con la categoría de señalista-embarcador dejó, en la citada explotación de Nicolasa, un rastro de extraordinario comportamiento de trabajador meticuloso y cumplidor, hasta el punto de protagonizar anécdotas como la siguiente:

"Acompañaba el ingeniero director del pozo a un grupo de visitantes con el fin de que conociesen el interior y llegados a la jaula, el máximo responsable del grupo minero pidió a Jhonny que les facilitase el acceso por una zona inadecuada. Nuestro personaje se hizo el sueco y sólo después de varias insistencias le comunicó categóricamente: cuando ustedes den la vuelta y se acerquen a la zona que corresponde, entonces tendrán la jaula a su completa disposición". Falta añadir que el dirigente de la explotación no sólo se abstuvo de tomar medidas disciplinarias, sino que alabó y aplaudió el sentido de profesionalidad de su trabajador. Todos los compañeros consultados coinciden en calibrar la labor en el trabajo de Jhonny como excelente y extraordinaria.

Pero rebobinando es indispensable partir de una infancia, la de Pergentino Bernardo, con bastantes dificultades, algunas de salud que fueron forjando su estilo y visión de vida. Aficionado a la lectura de novelas del oeste, sobre todo las de Marcial Lafuente Estefanía, comenzó a crear en él una mentalidad si se quiere personalista y hasta libertaria, lo que le hizo "ponerse el mundo por montera" y asimilar, en los momentos fuera del trabajo, el estilo, ropaje incluido, de sus héroes del Far West y también de otras facetas más actuales, como la militar. Lo malo es que su padre, lógicamente, no le permitía salir de casa con semejantes disfraces. Entonces, ingenioso que era, en las cercanías del pueblo habilitó el tronco hueco de un castaño, a imagen de una pequeña habitación, bien resguardada de las inclemencias del tiempo, donde efectuaba el cambio de indumentaria para darse diariamente una vuelta por Mieres, donde, de principio causó gran extrañeza pero que, con el tiempo, llegó a ser totalmente familiar. Y con ello llegaron algunas que otras "diabluras" que, al final, no aportaron consecuencias porque llevaban el sello de la inocencia. Valga antes la advertencia de que, como consecuencia de sus aficiones novelescas, nuestro personaje portaba casi siempre dos inofensivos revólveres de juguete con los que demostraba gran habilidad a la hora de desenfundarlos.

Cuentan las crónicas que, en cierta ocasión, hallándose el jefe de la Policía Local de Mieres, el conocido como Cabo Blanco, en la plaza de Requejo, acompañado de su ayudante habitual, en un momento determinado sintieron, a la altura de su espalda el duro roce de una especie de cañones finos, a la vez que escuchaban la orden tajante de "dejen ustedes sus armas en el suelo y levanten los brazos". Tras la inicial sorpresa pudieron comprobar que era Jhonny Pistolas quien les gastaba la broma. La situación no le cayó en saco roto a la autoridad municipal y el mierense en cuestión fue a dar con sus huesos al calabozo del Ayuntamiento. De allí lo rescató su hermano Pepe "El Allerán", conocido intérprete de la tonada, después de abonar una sanción de cincuenta pesetas de las de aquel tiempo. En otra ocasión, estando en Llanes, encañonó a dos jóvenes guardias civiles los cuales, como es lógico, lo desarmaron y detuvieron. Nuevamente su hermano hubo de intervenir, rogando a la Benemérita llanisca que llamasen al capitán de la misma en Mieres para que les comunicase que lo dejaran libre porque era inofensivo y buena persona.

Jhonny tenía verdadera predilección por los niños, a los que "encañonaba" con sus pistolas para luego obsequiarlos con caramelos de los que abundaban en sus bolsillos. También alguna guapa moza supo de regalos por aquello de que Pergentino sabía admirar la belleza femenina. Precisamente los amigos le solían preguntar: "Jhonny, y? ¿cuándo piensas casarte?". El respondía siempre con la misma frase: "Para qué, si ya tengo bastante con las mujeres de los demás". Una nueva respuesta en la línea de su sentido del humor.

Las situaciones con Jhonny Pistolas de protagonista se sucedieron a lo largo de los años en la vida cotidiana de su pueblo. Y es que todo el mundo en Mieres conocía su estilo, personalidad y aficiones. Era frecuente contemplar la escena cuando cualquier amigo llegaba a su altura y exclamada: "Jhonny, saca". Y casi por encanto aparecían en sus manos los revólveres para simular que realizaba un par de disparos y, luego, tal como ocurría entre los grandes héroes del Oeste, soplaba los cañones para dejarlos limpios de polvo y paja y de nuevo en sus cartucheras.

En realidad, nuestro protagonista de hoy tenía dos personalidades, una la seria y responsable para sus obligaciones en el trabajo, en casa y en esa su labor solidaria de donar sangre que le llevó incluso a pedir insistentemente que lo dejasen acudir a la cita habitual de la Asociación Asturiana, cuando se encontraba en el lecho de muerte, y otra para interpretar el papel que él había elegido de forma libre saltándose todos los cánones de una sociedad encorsetada. Esta peculiaridad le llevó a tener una oportunidad cinematográfica, puesto que la actriz y promotora Belén Rueda se interesó por llevarlo al celuloide. No fue posible porque ya se encontraba gravemente enfermo.

Pergentino Bernardo García Muñiz, alias "Jhonny Pistolas", falleció hace unos dieciocho años, en el Hospital Álvarez-Buylla, a consecuencia de un mortífero cáncer. Y hasta el último suspiro mantuvo en pie tanto su carácter solidario, como el balance de una vida, según su criterio, en plena libertad.

Pasado cierto tiempo la ausencia de Jhonny no fue capaz de provocar silencios y menos olvidos. Desde Ablaña partió la idea, comandada por su alcalde Jesús Fernández y una comisión por él presidida, con la intención de generar algún testimonio que perpetuase la figura de quién había sido capaz de dejar una huella imborrable. Pronto surgió la idea de levantarle una especie de monolito con su habitual perfil, incluido el clásico sombrero del cowoy y una sencilla leyenda con estas palabras -"Jhonny, amigo de todos"-, en la que se dejaban claro y rotundo el sentimiento que había despertado en la sociedad del pueblo, durante su travesía vital.

Con tal motivo y a fin de recaudar fondos por vía popular, se colocaron numerosas e improvisadas huchas con su esfinge por los establecimientos hosteleros de la capital del concejo, logrando, de esta forma, el capital suficiente para que, por obra del artista y maestro de la talla, Llonguera, se situase ese testimonio de recuerdo en lugar estratégico del pueblo donde había discurrido gran parte de su existencia. Terminada y colocada la obra, una tranquila tarde cercana al otoño de 1998, el entorno donde se iba a inaugurar el pequeño monumento, se vio gratamente animado por una buena representación de vecinos de Ablaña y también del propio Mieres. Fue el cierre final de una trayectoria y la señal inequívoca, permanente y fija, de que la libertad de comportamiento, libre de taras y aparejos sociales pero con el respeto hacia los demás por bandera, es todo un tesoro.

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