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Economista y antropólogo

El patrimonio industrial como instrumento de desarrollo

El turismo como alternativa a la desaparición de la minería

Recuerdo los viejos tiempos de la Facultad de Económicas del Cristo, cuando el que ahora leéis se sentía como el "desertor del Álamo" en alguna clase de Teoría Económica, Análisis Económico Regional y Urbano, y otras similares, al oír a sus "profes" -me cuesta llamarles colegas- amenazarnos sobre lo que se nos venía encima. Y era que la minería, según las directrices de la por entonces CEE, no tenía futuro. Para convencernos esgrimían muchas, variadas y evidentes razones. La más contundente, la cabezonería y cerrazón de los padres de la UE por tabicar las minas y contra eso, amigos, nada había que hacer. Montaba igual que ahora, que se lo pregunten sino a Varoufakis? Claro, uno que había acudido de palmero a manifestaciones, corrido Bédabo (barrio de El Entrego) arriba de los de marrón, que nadie sabía "¿de qué pozu son??" y que bebía los vientos, creyéndose a pies juntillas, lo que algunos ídolos de masas, luego caídos, gritaban desde las atalayas de la arena sindical, estaba aturdido y desorientado. Vamos, que un tío como yo se sentía descolocado porque aquellos espadas d e la economía regional tenían suficiente prestigio y bagaje profesional como para no dudar de lo que agoraban.

El tiempo, que pone a cada uno en su sitio, se llevó casi treinta mil puestos de trabajo con siniestros y continuos plumazos; se podría decir que los dejo enterrados en lo más profundo de "lus pozus". Las caretas se cayeron a quienes escondían intereses bastardos y el resto de la población, a verlas venir. Y así estamos. ¡Pa qué citar datos de Cáritas o Cruz Roja, si los señores ministros -en funciones- van a decir que son exageraciones!

En esta tierra de sedición, en la de los ombligos orondos mirados autocomplacientemente, se plantea la necesidad de buscar nuevas estrategias para recuperar empleo estable como única y última posibilidad de fijar población, amén de proveer mejor calidad de vida. En éstas, mira por donde, aparece un novedoso, para nosotros, horizonte. Uno que ya se había contemplado hace décadas en Irlanda, Gales, la Cuenca del Rin..., incluso en nuestra patria habían ganado terreno al desolado mar de la reconversión en Río Tinto, Almadén o el Pirineo aragonés. Me refiero a la visión del Patrimonio Cultural y en su caso el Industrial, como elemento generador de desarrollo local. Ya en 1898 Miguel de Unamuno escribió lo siguiente: "Alguien ha dicho que, dentro de algunos años, las actuales máquinas de vapor, sustituidas por otros motores, se convertirán en monumentos arqueológicos, yendo a parar a museos. Puede muy bien suponerse, con igual razón, que esas altas chimeneas de las fábricas, cuyo humo se divisa desde la reliquia de la vieja Torre de los Zurbarán, llegarán a ser también curiosidad arqueológica, mudos testigos de cuanto fue y ha muerto". Y ya ha pasado más de un siglo.

En nuestros días, la querida Asturias, busca y forma grupos multidisciplinares de profesionales para generar valor añadido desde el recurso patrimonial. Y yo quiero aportar mi granito de arena desde el mundo de la Antropología, aquél que analiza las manifestaciones simbólicas sobre la arena de la representación y su significado, la construcción y reconstrucción de elementos ornamentales que sirven para crear actividad económica pero que también se incrustan bajo la piel de los paisanos y paisanas que habitan en la misma tierra y moldea conductas, valores y costumbres. Patrimonio, que gestionado de una u otra manera implica la configuración de identidades que nos diferencian de otros grupos, con las suyas propias, y que consecuentemente puede servir para atraer visitantes y turistas que quieran empaparse de conocimientos y saberes distintos al propio.

Visión holista que derrumba de un plumazo con la tradición historicista que elaboraba una artificiosa dicotomía entre lo "etnológico", considerado en referencia al tiempo premoderno y las actividades tradicionales excluyendo por ello los bienes de carácter "industrial" como factorías, industria, castilletes de explotaciones mineras, barriadas obreras, etc. Quedarse en esa oposición binaria, perdería la riqueza de abarcar todos los elementos, que propios de un periodo muy reciente, pertenecen a la memoria y experiencia de las personas. Se rompe así, desde la Antropología, la concepción reduccionista de entender lo etnológico como algo caduco y se trasmuta en todo lo que se puede considerar como manifestaciones relevantes de la cultura y modos de vida propios de un pueblo. De esta forma recuperar las ruinas -activos ociosos- de la minería en nuestras cuencas mineras asturianas es tanto como salvar fragmentos de nuestra Historia reciente para la posteridad. Y lo más "guay" de todo; es que este postmoderno ejercicio de crear museos, ecomuseos, rutas de turismo industrial, empresas que gestionen estos recursos, etc, implica a corto plazo la generación de una nueva imagen "de marca" seductora y atrayente para un entorno que se estaba dislocando peligrosamente y a medio y largo plazo propone sinergias para reactivar la economía local y armar un futuro viable. Ojo que todo ello supone empleo, empleo y más empleo y, consecuentemente, mejor calidad de vida, senda que se había iniciado ya con las inversiones en recuperación patrimonial-medioambiental y finalmente capacidad para fijar y por qué no atraer población como en los otrora buenos años del carbón.

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