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Ventana indiscreta

Si hablamos de violencia machista, qué

Los intentos por equiparar machismo y feminismo, cuando este último lo que pretende es la igualdad

En estos momentos, en que las mujeres están sufriendo la violencia inusitada y el asesinato en manos de hombres, resulta patético y malicioso que desde ciertos sectores de algunos medios de información haya personajes que pontifiquen sobre el feminismo para menospreciarlo e insultarlo. Son variopintos los que así opinan, van desde autores de libros, algunos premiados y recomendados por la crítica, hasta aquellos que desde el púlpito o micrófono se dedican a hablar sobre el tema de género aduciendo sobre la peligrosidad del mismo; léanse las últimas declaraciones del arzobispo de Toledo, por citar al último personaje que se ha manifestado.

Tal actitud, en la pluma y en la boca, de quienes tendrían que escribir y hablar sobre la paz y el afecto , conlleva una vuelta de tuerca que en nada ayuda a paliar la violencia hacia la mujer; pero sí resulta toda una declaración de "guerra machista" hacia quienes se manifiestan por la igualdad y el respeto. Extrañan, ellos, aquellos tiempos en que la mujer era sumisa y obediente. Hay quien con sus escritos y declaraciones identifica, de un modo nada inocente, el feminismo con machismo, siendo que el primero propone, entre otras, la equidad de género y la igualdad de oportunidades para varones y mujeres, intentando eliminar las jerarquías para disminuir las desigualdades entre los sexos. El machismo, es todo lo contrario, parte de la base de que el varón es superior a la mujer por naturaleza; es su inequívoco principio sobre el que gira toda una "doctrina" antifeminista, generando discriminación, desprecio y violencia hacia aquellas que cree inferiores. Sin embargo, hay una profunda y sustancial diferencia entre ambos: "el machismo mata". El feminismo, no.

El talante canalla de tal actitud hacia la mujer es tal que les impide, a esos pretenciosos, no ver ni levantar la voz en contra de la discriminación que sufre ella en distintos ámbitos. No atacan la raíz de la violencia de género, pero sí cuestionan las leyes y actitudes que puedan paliar tal lacra. No denuncian que -según la ONU- una de cada tres mujeres sufre violencia de género. Violencia que se extiende en el ámbito familiar, el espacio laboral y en la vida social y política. No se preguntan por qué los derechos de las mujeres están todavía cuestionados en muchos de los ámbitos de la vida social, comenzando por el familiar. Esas posturas de algunos hombres se basan en la concepción de ser inferior que, desde el patriarcado de antaño hasta el de ahora, se ha tenido y tiene de la mujer que, para colmo del cinismo, se define como parte de la humana naturaleza.

Sabemos que el empoderamiento femenino, la participación de las mujeres en los procesos de toma de decisiones y acceso al poder, despierta el rechazo del conservadurismo que se traduce en violencia y desprecio hacia el feminismo que defiende y lucha por ese empoderamiento. No se trata de enfrentar a varones y mujeres, como se pretende decir desde los sectores conservadores. Se trata de que las mujeres, junto con los hombres, al menos algunos, tienen (tenemos) que poder decir basta. Ni más ni menos.

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