Las naves de la crisis no encuentran quién las compre. Los expertos son elocuentes. Están alejadas, no tienen comunicaciones fáciles, son grandes porque se diseñaron mal a la sombra de las subvenciones y ahora sufren la sentencia de los embargos: el vacío y las escasas esperanzas de que vuelvan a albergar una actividad empresarial. Los bancos buscan en internet compradores a través de sus nuevas inmobiliarias para industrias que iban a ser el mascarón de proa de la nueva industrialización de las Cuencas. Mejor dicho para sus cascarones que en el peor de los casos fueron ya pasto del vandalismo. Tampoco es que la venta de suelo industrial esté ahora de moda. Ni siquiera debe alegrarle a nadie que sean los bancos quienes carguen con los pufos financieros. Su fracaso también será el nuestro. Pues supone la pérdida de desarrollo económico y, en consecuencia, de empleo.
