Hay que volver a dar el pésame a los fumadores, tanto a los empedernidos –esos de los dos o tres paquetes diarios–, como a los que humean unos pocos pitillos a lo largo del día para relajarse, o acompañar al café, que siempre incita un poco.
A estas alturas resulta ya prácticamente imposible fumar en algún lugar, ya que las terrazas también han sido declaradas “zonas libre de humos”. Por lo tanto, tan sólo queda la calle, con la limitación de dos metros y las torvas miradas de los transeúntes, o el propio hogar si el compañero/a, o la familia no le pone pegas.
Uno mismo fue fumador de los considerados “sociales”, sin tragar el humo, pero te ayudaba a empatizar, pero hace treinta años que lo dejé con la visible mejora para todos los aspectos del día a día.
Por curiosidad hice un cálculo de lo ahorrado en un año –que esa es otra– y disfruté de quince días en Tenerife a todo trapu junto a mi mujer.
Existe concienciación general de los perniciosos efectos del tabaco, como que también resulta extremadamente difícil hacer borrón y cuenta nueva para dejarlo. Son infinidad los que al inicio del año intentan armarse de valor para hacerlo, pero llegado Reyes ya han caído de nuevo. Conozco a muchos de ellos, tienen buena voluntad, pero al final…
El gobierno actual, a través de Hacienda, tiene previsto una fuerte subida al tabaco en todas sus modalidades, pero como ya sucedió en otras ocasiones no creo que vaya a tener mucho efecto disuasivo, pues el fumador atrapado en su adicción quitará el dinero de donde sea para seguir emulando a Sara Montiel con aquello de “fumar es un placer…”.
Y a los antiguos fumadores, algunos “repunantes” como yo, que asumo el mea culpa cuando era uno de ellos, y en general a todo el mundo, nos harían un buen favor, si intentasen dejarlo, más en estos tiempos del covid. Sería muy bueno para todos. Finalmente, asumo que los Estancos no me concederán la “Pipa de honor”.
