La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

andres-velasco.jpg

Del humor que siempre es

En memoria de un policía, un poeta y, sobre todo, un amigo

Nos conocimos hace unos 10 años. Tú un policía de la vieja escuela. Yo un periodista en ciernes. Nos presentó un amigo común. En aquel bar, con aquella cerveza fría, se inició una conversación profesional que trascendió a lo personal. Eras una persona con la que conectabas a la mínima. Y aquella mañana, en aquella cafetería pequeña al lado de tu Comisaría, de tu casa, empezó una amistad que, aunque te hayas ido, durará para siempre.

Si hay una palabra que te define es pasión. Por cada cosa que emprendías. La tenías por tu trabajo. Después te agarraste a una cámara de fotos, y por ese objetivo nos mostrabas tu vida, y también tu Mieres, que, aunque adoptivo, siempre fue tu hogar. Nadie sin saber de tu vida diría que naciste en Alemania y tenía raíces extremeñas. Porque aquí plantaste tu semilla vital. Estabas no solo donde se te necesitaba como Policía, sino también como ciudadano. En la radio, en los colegios, con tu cámara en cada acto. Y lo compartías desinteresadamente.

Llegó tu enfermedad. Y peleaste como un jabato. De un pequeño guerrero imperial, “Indalecio”, hiciste tu compañero de lucha. Y me concediste el honor de poder contárselo a la gente en las páginas de LA NUEVA ESPAÑA. En aquella séptima planta del HUCA nos vimos en varias ocasiones. Y también nos reímos pese a la delicada situación. Porque si algo te caracterizaba era tu humor. Negro, socarrón, encajabas igual que dabas, como un boxeador experimentado. Y a pesar de que eras consciente de que el bicho te había dado fuerte, nunca perdías la sonrisa de cara a la galería. Lo demostraste hasta para irte, con un mensaje para todos los que nos consideramos tus amigos.

Y qué decir de tu poesía. Te liberó en los momentos más difíciles. Tuve la suerte de ver algunos de tus manuscritos sobre la mesa auxiliar de tu habitación del hospital. “Versos a degüello” titulaste tu primer libro para desnudar tu travesía contra el cáncer. Tu sentido del humor no tenía límite. “Del amor que nunca es” también vio la luz editorial, un regalo más para nosotros.

También al dibujo le diste tiempo. Nos dedicaste a muchos amigos tus dibujos. Por tus manos pasaron rostros conocidos de Mieres, que salieron desde el cariño y el corazón tan grande que te definía. Luchaste por tu vida tanto como por la de los demás en tus labores policiales. Perdiste compañeros, pero puedes irte orgulloso de haber ganado muchos amigos.

Nos dejas huérfanos y sin habla. Pero siempre estarás con nosotros. En tu Mieres, ese que tanto quisiste y cuidaste, sin casarte con nadie, solo con tus ideas. Nepo, Juan, “madero”, te echaremos mucho de menos. No tengas duda de que nos veremos. Vete pidiéndome una caña fresquita.

Compartir el artículo

stats