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Ricardo Montoto

Dando la lata

Ricardo V. Montoto

Hora de cierre

El límite fijado para el funcionamiento de los bares y las terrazas

Miércoles Santo en Mieres, 25 grados a las ocho de la tarde y los mierenses, obligados a levantarse de las atestadas terrazas en cumplimiento de la orden de cierre de la hostelería. Los más desesperados por tomar otra consumición disfrutando del calor ambiental propusieron llegarse al ático del edificio de los juzgados, puesto que corrió el rumor de que en las alturas del inmueble oficial la nueva normalidad es más relajada. Y ya saben que Mieres y los rumores siempre se llevaron a las mil maravillas.

Aquí nadie echa de menos la suspensión de los pasos procesionales ni de otras actividades propias de las fechas. Son cosas que no se estilan en esta tierra. Solo se recuerda una procesión hace muchos años que acabó en atropello, sin duda por la falta de costumbre. Pero el tempranero cierre de las terrazas cuando el clima recuerda más al verano que a la primavera se percibe como un castigo excesivo tras un año cargado de privaciones.

Y de la que vuelvo de casa de mi madre me llega la protesta general de la riada de vecinos expulsados de las sillas que proliferan en la calle La Vega, una ciudadanía que no entiende por qué hay que recogerse en casa una noche tan cálida y sosegada, como pocas a lo largo del año. “Y, encima, en la playa con mascarilla”, refunfuñaba una señora que aun apuraba los posos del café justo antes de que el camarero se llevara la mesa de plástico en volandas.

Los muertos y enfermos ya no merecen ningún pensamiento. Los vivos sanos han agotado la paciencia y superado la capacidad de aburrimiento. Necesitan salir, alternar y hacer planes de fin de semana y veraneo.

Más nos vale que se acelere el ritmo de vacunación porque este Mieres acostumbrado a vivir en la calle ya no aguanta más en casa.

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