La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Francisco Palacios

Líneas críticas

Francisco Palacios

En defensa de la industria

La debilidad de este sector en España es determinante para que las condiciones de la actual crisis sean peores que en otros países

Los sindicatos UGT y CC OO han anunciado una manifestación para el próximo 22 de abril en Avilés. Se movilizan en defensa de la industria y por “la falta de respeto” del Gobierno de España hacia un sector al que se le “está dando la espalda” A mi parecer, más que un tema de respeto, acaso sea una falta de proyectos concretos, de voluntad política. O de cualquier otra contingencia que se nos escapa en el intrincado mundo de las decisiones políticas.

Desde la anterior crisis económica se insiste en la necesidad de que España refuerce y modernice la actividad industrial, porque puede ofrecer empleos más estables y duraderos. Y porque es capaz de resistir mejor que otros sectores productivos los embates de las coyunturas adversas.

Asimismo, la influencia de lo que se consideraba tradicionalmente como actividad sólida (carbón, acero, astilleros...) se ha reducido de forma ostensible, sobre todo tras la entrada de España en Comunidad Económica Europea. Un dato evidente: en las últimas cuatro décadas, el peso del sector industrial, excluyendo los monopolios energéticos, ha pasado en España del 35 por ciento en 1975 al 13 por ciento en 2017.

Por otra parte, se ha escrito que los mejores servicios son siempre aquellos que siguen a la industria, pero sin sustituirla. El reconocido economista y catedrático universitario, José Luis García Delgado, lo formuló metafóricamente hace algún tiempo: los servicios deben acompañar siempre a la base industrial como la sombra al cuerpo. Paradójicamente, en los últimos años, el proceso ha sido el inverso: la sombra ha venido sustituyendo al cuerpo de forma progresiva.

Para ilustrar el alcance de la metáfora de García Delgado vamos a remontarnos a finales del siglo XVIII. Por esos años había en Langreo unas diez tabernas, que eran entonces una suerte de instituciones municipales por los servicios que prestaban a los vecinos. Pues bien, cuando se empezaron a explotar regularmente las minas de carbón y se pusieron en marcha las primeras industrias importantes, el número de tabernas (y de otros establecimientos similares) habían superado el medio millar. Un crecimiento vertiginoso.

Por otra parte, Javier Fernández, expresidente del Principado, manifestaba hace cuatro años que la industria era imprescindible para el futuro de Asturias: sin latido industrial nuestra potencia económica quedaría muy debilitada.

Sostenía asimismo que España necesitaba con urgencia una política industrial sólida y sostenida que “favoreciera un cambio de modelo económico para no estar sometidos a los vaivenes turísticos y al bamboleo inmobiliario”.

En tal sentido, la debilidad industrial es lo que ha determinado que España sea uno de los países desarrollados en peores condiciones para afrontar una crisis económica y financiera desencadenada por una pandemia a escala mundial.

Respecto a Asturias, en los últimos tiempos creo que faltó talento práctico, iniciativas audaces y voluntad política (y sobró incompetencia y corrupción) para convertirse en una región industrial avanzada, como ya lo fue en los años centrales del siglo XIX y en un período del siglo XX.

En definitiva, el pasado casi siempre se nos enreda aquí con el presente, mientras que la llamada “transición energética” no acaba de ofrecer proyectos definidos y viables. Un tránsito que además presenta un horizonte temporal que supera varias generaciones.

Por eso, en tiempos de grandes desafíos y transformaciones, sería deseable que los sindicatos trataran de definir bien el modelo de industria que van a reivindicar en su próxima movilización en Avilés, entre otras cosas, para que ese futuro mejor que se promete no se convierta una vez más en una aspiración fallida.

Compartir el artículo

stats