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Una oportunidad perdida para el arte asturiano

Las fiestas de San Juan en el año 1977 y una valiosa exposición de murales que no se valoró

El 15 de junio de 1977 se celebraron en España las primeras elecciones democráticas tras el final de la dictadura y después de 41 años sin que los ciudadanos españoles pudiesen ejercer un derecho fundamental como el de elegir a sus representantes en las instituciones. Los albores de ese verano se tiñeron de carteles, folletos, programas, panfletos, libros, que colorearon un ambiente gris, ya que estaba finalizando la oscura noche del franquismo para dar pie a la ansiada libertad que, como todos los pueblos de España, Mieres ansiaba como el que más.

Una oportunidad perdida para el arte asturiano

Estábamos a las puertas de la primera fiesta de San Juan en democracia. Por entonces la organización corría a cargo de una comisión (COFEMI), formada por comerciantes e industriales mierenses que se las veían y deseaban para organizar unas fiestas a la altura de la, por entonces, aún populosa villa asturiana con más de 61.000 habitantes. En ese momento y en esas circunstancias un grupo voluntarista y entusiasta, vinculado a la Asociación “Amigos de Mieres” se le ocurre la idea de cambiar, renovar y popularizar unas fiestas que entendían estaban excesivamente esclerotizadas y ancladas en la rutina y en el pasado que era solamente eso, pasado.

Una oportunidad perdida para el arte asturiano

Y en éstas que ese grupo, en el que participan, además de Amigos de Mieres otras asociaciones vecinales y culturales, como Conceyu Bable, se dirige a la directiva de COFEMI para proponerles que, además de sus actividades concertadas, incluyan otras como teatro, danza, festival de música y lo que para aquel grupo era una verdadera revolución en unas fiestas patronales: una exposición pictórica al aire libre (en el centro de Mieres) con participación de los mejores artistas mierenses y asturianos del momento, pintando en directo en los murales que habían servido de propaganda para las elecciones recientemente finalizadas.

No solamente no se atendió esta solicitud sino que esta oferta fue vista como una intromisión del Partido Comunista en labores que no tenían nada que ver con la política. Pese al enfado del momento, era justificable y prevista su actitud, lo que quizás no entendieron fue que eso resultó ser otro aliciente para que, en la primera Corporación democrática de Mieres, con concejales comunistas en labores de cultura y festejos (Paco Faraldo, primero y luego Agustín Casado), siguieran la estela de ese grupo de “indocumentados” que intentaron cambiar el rumbo de las fiestas de San Juan.

Ese año sí hubo fiestas paralelas, en las que intervino el grupo de teatro Tábano de Madrid que no hacía mucho tiempo habían popularizado una mordaz comedia titulada “Castañuela 70”, bajo la dirección de Juan Margallo y con participación de Las Madres del Cordero (precedentes del grupo de rock satírico Desde Santurce a Bilbao Blues Band). Pero también hubo una sesión de danza de la escuela de Marisa Fanjul, actuaciones musicales, actividades infantiles,….si bien ese año será recordado como el año que el arte accedió a las calles de Mieres, con gran éxito de participación y aceptación, como así fue recogida por la prensa del momento (LA NUEVA ESPAÑA, 24/06/1977).

Pero no está de más recordar sus precedentes y éstos parten de una generosa iniciativa que tuvo su marco entre dos personas de notable inquietud en la vida cultural de la incipiente democracia asturiana. Por una parte, el por entonces estudiante de periodismo y políticas y hoy director de la RTPA Francisco G. Orejas y, por otra parte, el presidente de la Asociación de Pintores Asturianos y renombrado escultor Fernando Alba que acuerdan llevar a Mieres, a través de las Asociaciones anteriormente nombradas, una experiencia inédita en el panorama cultural asturiano y que trata de aprovechar los paneles de propaganda política de unas elecciones recientemente finalizadas, para, de forma altruista, ser rellenadas con el arte de 10 artistas, de los que la mitad eran mierenses y cuyo elenco pasamos a enumerar:

Lito Olavarrieta, (Oviedo, 1945-2020); Marino Fernández Canga (Mieres, 1930-2017); Hyto Posada (Mieres, 1935-1992); Miguel Angel Castañón (Mieres, 1957); Pili Riesgo (Mieres, 1956-2012); Vicente Iglesias (Langreo, 1951), Helios Pandiella (Langreo, 1954); José Ramón Muñiz (Trubia, Oviedo, 1943); Carlos Sierra (Lieres, Siero, 1943) y Miguel Angel Lombardía (Langreo, 1946).

De éste acontecimiento tan sólo nos queda una referencia visual y escrita (que yo recuerde) en la hemeroteca de LA NUEVA ESPAÑA, en la que aparece una fotografía parcial (muy difusa) de tres murales (realizada por el entonces conocido fotógrafo mierense Jubar) y una reseña periodística del entrañable Amadeo Gancedo, fallecido hace escasamente dos años. Los pintores anteriormente mencionados, “brindaron a un público de excepción lo mejor de su duende creador en esta novedosa lid de decoración de murales, que contó con la colaboración del Ayuntamiento de Mieres y de Pinturas Mario. Allí permanecerán varios días estas gigantescas obras de arte pictórico. Indudablemente nunca tuvo nuestra villa, en medio de sus fiestas patronales, un decorado tan original. Y esto sabe agradecerlo el público” (La Nueva España 24/06/1977)

La participación de los artistas se hizo de forma totalmente desinteresada (gratis et amore, Quico Orejas dixit), si bien yo puedo decir que el gasto ascendió al coste de un par de cajas de sidra que acompañaron el “secaño” de los trabajadores del pincel y una modesta cena con todos los participantes en una sidrería de Requejo. Desde luego muy lejos del “cachet” que muchos de los participantes tuvieron posteriormente.

Como señalaba Gancedo, estos paneles tenían como horizonte temporal todo el verano que acababa de comenzar. Algunos días después tuvo lugar en el Salón de Actos de la Caja de Ahorros de Mieres (lo que hoy es Mieres Centru Cultural) una Mesa Redonda con la participación de algunos artistas que habían participado en este evento y en la crónica del acto Amadeo finaliza la misma con el siguiente “recado” periodístico: “A nosotros se nos antoja que no sería mala idea sugerir al Ayuntamiento su aprovechamiento indefinido como decoración valiosa para algún centro público, estimando la calidad y significado del conjunto. Y así lo decimos”. “Al fin y al cabo unos cuantos paneles no suponen grandes desembolsos económicos, y no todos los días tenemos la oportunidad de que pintores de tanto empuje hoy en Asturias se decidan a ofrecernos una muestra de su arte, de forma desinteresada. Sinceramente, consideramos que no sería justo, al cabo de unos meses, borrar las huellas de un acontecimiento que tuvo auténtico “gancho” durante las últimas fiestas sanjuaninas” (La Nueva España, 01/07/1977).

Atendiendo a esta última sugerencia y otras que nos habían llegado desde distintos puntos, nos pusimos manos a la obra y encontramos, como no, en la persona de Carmen Díaz Castañón (1934-1994) la total disposición para ubicar los paneles en el Instituto “Bernaldo de Quirós” del cual ella era directora. Se lo trasladamos a los responsables del Ayuntamiento y sin que constase por escrito nos dieron el visto bueno. Nuestra sorpresa fue que, al cabo de unos días, los murales fueron retirados de la calle Manuel Llaneza (por aquel entonces calle José Antonio) y ante nuestra incredulidad nos dicen que van a ser borrados para ser utilizados en las próximas elecciones.

Esta situación la describe muy bien Quico Orejas en el libro “Asociación Amigos de Mieres. Cincuenta años de historia”: “…unos excelentes murales, que hubieran podido ser origen de un museo local o haber sido cedidos al que ya existía en el Instituto Bernaldo de Quirós. Murales perdidos para siempre, porque las autoridades municipales de entonces, en un alarde de incuria, decidieron repintar esas obras artísticas de gran tamaño y notable calidad, para devolver a los paneles su condición de humildes espacios de propaganda electoral”.

Muchos años después, poco antes de su fallecimiento, el poeta mierense Nel Amaro se interrogaba, a través de las páginas de este diario, acerca de dónde se podrían encontrar estos murales. Pues bien, querido amigo Amaro, la respuesta no la tiene el viento, como la canción de Dylan, sino los responsables de aquellas corporaciones que, a pesar de todo, contribuimos a cambiar.

Con todo y a fuerza de ser nostálgico, sigo considerando aquellos murales de la calle José Antonio todo un símbolo de subversión cultural y revulsivo del arte, que Mieres se lo perdió por falta de visión de unas instituciones caducas.

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