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Javier García Cellino

Velando el fuego

Javier García Cellino

Odio al alza

El asesinato del joven Samuel en A Coruña y las leyes homófobas aprobadas por Viktor Orbán en Hungría

El reciente asesinato ocurrido en A Coruña del joven Samuel, al grito de “O paras de grabar o te mato, maricón”, cuando se encontraba realizando una videollamada junto a sus amigas, ha suscitado, como es natural, un sinfín de reacciones, muchas de ellas de condena por el vil suceso. Sin embargo, no faltan quienes prefieren escudarse en el silencio, algo así como a mí esas cosas no me interesan, o quienes –he sido testigo de ello– entienden que lo sucedido no resulta nada extraño, pues piensan que forma parte de una alargada cadena que no cesa de reiterarse cada cierto tiempo. De este modo –siempre ha pasado y seguirá pasando, dicen–, encuentran la mejor justificación para no adentrarse más en el fondo del problema.

No en balde nos estamos refiriendo a una cuestión difícil de digerir aún para muchas personas, aunque se piense lo contrario. El término “maricón” ha estado siempre repleto de connotaciones peyorativas, y han sido muchos los ataques y vejaciones que se han cometido contra quienes tienen esta orientación sexual: cárceles y muertes no faltan, entre otros tristes episodios. Y no solo durante los períodos dictatoriales (el nuestro no fue una excepción, precisamente), sino también en épocas de mayor libertad: el ejemplo de Samuel es uno de tantos como se podrían citar.

Mientras reflexionaba sobre esta cadena de odio, leía, entre las noticias de LA NUEVA ESPAÑA, una que hacía referencia a una ley aprobada en el parlamento húngaro –en la que se utiliza como coartada la protección de menores–, y que equipara homosexualidad con pedofilia e impide abordar la homosexualidad en las escuelas. Y puesto que el mundo no es más que una sucesión de estampas que se van repitiendo, sin que importe el número de kilómetros que las distancie, me pareció lógico atar los cabos que cuelgan de uno y otro suceso: el reciente asesinato del joven Samuel y la norma aprobada por el gobierno de Viktor Orbán, para concluir que la penetración de la ultraderecha (eufemismo al canto) en bastantes países de Europa guarda mucha relación con la impunidad con la que se tratan ciertos temas que, además, la mayoría de las veces cuentan con la connivencia de una parte importante de la justicia. No hace falta arrugar mucho los ojos para darse cuenta de que muchos de sus componentes están orlados con el más puro estilo ultraderechista, con todo lo que eso significa a la hora de adoptar resoluciones. (Sin ir más lejos, en nuestro país serían abundantes los ejemplos que se podrían citar de quienes continúan fieles a sus nostalgias franquistas).

Queda ahora por saber cuáles serán los pasos siguientes, una vez vista esta radiografía en la que se mezclan el oprobio y el horror a partes iguales. Los tres grandes grupos de la Eurocámara, junto a Los Verdes y la Izquierda, redoblaron la presión sobre la Comisión Europea (CE) para que actúe contra Budapest por su polémica ley, que la propia presidenta del Ejecutivo comunitario volvió a calificar de vergüenza.

Así las cosas, tal parece que se abriera una puerta a la esperanza, de modo que no se vuelvan a repetir en ninguna parte actitudes de este tipo, en las que la aversión hacia la homosexualidad de hombres y mujeres ocupa un espacio principal. Mas estamos acostumbrados, como bien dice el refrán, a que los asuntos de palacio se cocinen despacio. Y, por desgracia, en muchos casos, a que no lleguen ni siquiera a los fogones. Confío en que no sea así, y que, en adelante, otros y otras personas como Samuel puedan salir a las calles sin sentir a sus espaldas el ominoso aliento del odio.

Cuando estaba a punto de cerrar el artículo, leo en este diario que “Orbán desoye las presiones de la UE y activa la nueva ley homófoba de Hungría”. Oscuro, muy oscuro pinta el paisaje.

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