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José Manuel Ibáñez

Buenas intenciones

Las dificultades para cumplir los propósitos del inicio del año

El mes de enero sigue avanzando y se van diluyendo cual antiguos terrones de azúcar en el café. Y digo antiguos porque hace ya tiempo que han sido sustituidos por sobres publicitarios con siete gramos del citado azúcar y de uno en los edulcorantes.

Me refiero a las “buenas intenciones” que muchos ciudadanos tenían previstas para el comienzo del nuevo año. Al final nada.

Además, en buena parte, de los casos suelen ir de la mano.

La palma la suele llevar el abandonar el vicio del tabaco –otros lo llaman placer– pero... con nulo éxito, pues aguantan un par de días, pero siempre encuentran algún motivo para justificarse en su recaída, pese a tener que fumar por las esquinas, el precio prohibitivo cada vez mayor de los paquetes de cigarrillos e incluso miradas de reprobación. La salud también tiene su apartado, aunque los constantes avisos caen siempre en saco roto.

El abandono de la vida sedentaria entra también en los proyectos del nuevo año, con el firme propósito de hacer ejercicio a diario, caminar más e incluso inscribirse en un gimnasio.

La conclusión no es otra que la “barriga cervecera” va a seguir progresando y el deporte a practicar seguirá siendo el de acodarse en cualquier barra hostelera a glayar de lo divino y humano. Clásico, y en coincidencia con los del “humo”.

Todo ello sin generalizar, pues me imagino que habrá personas que habrán conseguido los objetivos que se marcaron, a los que habrá que dar la enhorabuena, aunque me imagino que serán “fabes contaes”.

Evidentemente, y con toda seguridad, existirán infinidad de promesas que cada cual se planteó para abandonar otros hábitos, simplemente cito las dos más habituales y que seguramente todos hemos escuchado alguna que otra vez. Y con final previsible desde su enunciado, por los de las” buenas intenciones”.

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