La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Julio José Rodríguez

Aquilino Moral, un hombre, un libro, un amigo

La presentación, hoy, a las 19 horas, en La Felguera, de la biografía de “un caballero”

El ser humano de hoy, habitante del Valle, en concreto de Langreo, enredado en la atonía, cansado de masticar la ración diaria de decepción, hastío, indiferencia, frustración y aburrimiento, que el entorno y sus cocineros nos ofrecen, podrá esta tarde descubrir o reencontrarse, con un hombre ejemplar, un hombre libre de toda sospecha, una de esas personas que cuando se la conoce deja su impronta viva y nos acompaña siempre.

Le conocí a comienzos de 1972. Era un señor ya mayor. Cuando escribo “señor” no me refiero a que fuera una persona de edad avanzada, sino a lo que percibí ya desde el primer instante: que era un caballero, es decir un “paisanu” de los pies a la cabeza, claro en su argumentación que dejaba entrever el espíritu comprensivo de quien había vivido y sobrevivido con un ideal toda su vida. Sencillo en el hablar. Educado en el trato…

Me entregó un sobre de color azul en el que iba un artículo para ver si se publicaba en “La Voz de Asturias”. Fue así como conocí a Aquilino Moral Menéndez. La imagen primera de aquel hombre ejemplar no se empaña nunca en mi memoria. Ha ido viviendo conmigo y con mi entorno más íntimo.

Los cincuenta años transcurridos desde entonces se presentan hoy de nuevo gracias a otro amigo que trae con él su libro “Me llamo Aquilino Moral Menéndez. Autobiografía de un hombre prudente”. Miguel Ángel Fernández, a quien conocí en la vorágine de la campaña electoral de las primeras elecciones generales del 15 de junio de 1979, es su autor.

La trayectoria sin sombras de aquel rapaz que en 1910 ingresó en la CNT, y dos años ante de su muerte, el 15 de marzo de 1977, fue elegido Vicepresidente del Comité del Valle del Nalón de la CNT, debiera ser conocida por todos los langreanos, sin ninguna excepción, para que sirviera de espejo en el que absolutamente todos nos mirásemos.

Una hija de Aquilino, Toña, fue la que me dijo que su padre estaba aquejado de gripe. Pasé a verle la tarde del martes y nada me hizo presagiar un fatal desenlace. Todo se precipitó. El jueves, Toña, cumpliendo con el encargo de Aquilino me llamó para decirme que le ingresaban en el hospital. Al día siguiente Toña llamó de nuevo y fue a mi esposa a quien le comunicó la terrible pérdida.

Aquilino Moral, acaparó muchas de las amistosas e improvisadas charlas en plena calle, que solemos mantener Miguel Ángel Fernández y yo cuando nos encontramos. Por eso la alegría enorme que me produjo recibir su carta y la invitación para el acto de presentación de esta tarde.

La idea que Miguel Ángel Fernández apuntó en su escrito publicado el miércoles en LA NUEVA ESPAÑA, “esta perseverancia en la defensa de su clase social, su bonhomía ciudadana, merecen que su nombre figure en el callejero de La Felguera, quizás en el entorno de la fuente de La Bárcena, que tanto defendió”, por supuesto que la suscribo y apoyo incondicionalmente. Esa fuente para Aquilino, era algo especial, sobre ella se preocupó y escribió; siempre me habló de ella con emoción. ¡Seguro que éste hubiera sido uno de sus mejores sueños!

Sepan todos los langreanos que hoy, en los locales de la Sociedad de Festejos “San Pedro” de La Felguera, tienen una cita que no deberían perderse.

Hoy, a nueve días de la primavera, gracias al libro que ha escrito un amigo común, Aquilino Moral recupera bríos en mi ánimo. No recibiré un sobre azul de los llamados “de oficio”, en cambio tendré un libro sobre él y hará que retiemble en mis manos como si reviviese aquel día de 1972 cuando nos conocimos.

Compartir el artículo

stats