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Ricardo Montoto

Dando la lata

Ricardo V. Montoto

Agitar banderas

Charlas con Maruchi.

Reaparecen las imágenes de las barbaridades que comete el régimen talibán en Afganistán y, por más que lo sepas, no dejas de sorprenderte de la burricie humana.

“No hace tanto que en España se decapitaban las imágenes religiosas y se perseguía a la gente por su creencia”- me recuerda. Es cierto. La violación de monjas, la tortura de frailes y la destrucción de los símbolos católicos no nos quedan tan lejos. Y el parecido con lo que actualmente hacen los talibanes es mucho. De repente, personas aparentemente normales se convierten en asesinos, violadores y torlturadores, descargando una maldad hasta entonces contenida sobre personas inocentes e indefensas.

Maruchi, aunque quisiera, no puede olvidar que la casa familiar permaneció rodeada y a punto de ser incendiada con ellos dentro. Menos mal que un instante de lucidez y una llamada telefónica lograron que las teas se apagaran. ¿Su pecado? Ir a misa. Y la condena popular, arder hasta la muerte. No hace un siglo de ello. Y no era ningún país atrasado del Medio Oriente o del África profunda. Era España.

Por ello, y creo que con motivo y conocimiento de causa, cada vez que hoy escucha esos discursos exacerbados, los mensajes frentistas y el lenguaje cargado de odio, se reavivan los recuerdos aterradores de un tiempo en que nos matábamos entre nosotros, muchas veces sin saber verdaderamente por qué.

“Los que pasamos por aquel horror quedamos tan marcados de por vida que lo único que queremos es seguir adelante y en paz”- me cuenta, mientras en las retinas aún permanece impreso el resplandor de las explosiones que se colaba en los túneles del ferrocarril.

“Y no entiendo que unos chavaletes de vida acomodada vuelvan a estas alturas a agitar las mismas banderas que nos condujeron al peor de los espantos”-, continúa con la voz suave y la mirada perdida en unos recuerdos como cicatrices. “Con lo fácil que sería que nos quisiéramos todos”- concluye con esa inagotable vena utópica tan suya.

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