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Manuel Jesús López "Lito"

Desde mi atalaya turonesa

Manuel Jesús López "Lito"

Rebaños y pastores

Una reunión de amigos y muchos puntos de vista distintos sobre la vida

Nos complacemos de la amistad de una serie de personas con las que coincidimos periódicamente en la ciudad de Vetusta. Lugar: un restaurante cuyos propietarios son del valle de Turón. ¿Casualidad? Pues no. La tierra tira. Allí, en una habitación contigua a la cafetería, que reservamos la tarde de los lunes y, al lado de unas copas y unos cafés, hablamos de lo divino y de lo humano. Nuestro afecto mutuo ya viene de los tiempos de la Universidad en que las ocupaciones eran otras, evidentemente.

Uno de ellos, por su potente voz de bajo profundo, siempre nos ha recordado a Alfredo la Vega‘l Rey al que, por cierto, tuvimos la oportunidad de tratar en la adolescencia cuando formábamos parte de la Polifónica de Germán Prieto. Para no descubrir su identidad, le vamos a llamar "el trasalpino" por su particular dominio de la historia de Italia. Lo mencionamos en primer lugar por los numerosos enfrentamientos dialécticos que hemos sostenido al tocar el tema del origen del Universo. Ante su única respuesta –"¡Se hizo solo!"– le remitíamos al autor de la Teoría de la Relatividad que veía el Universo como una obra asombrosa no excluyendo la existencia de "alguien" que lo hubiera creado. –"¡Tonterías! Einstein era ateo"– me rebate. Acabamos en un callejón sin salida y se enfada. Menos mal que su cabreo es lo más parecido a una tormenta de verano.

En un reciente encuentro del grupo, estábamos en ese punto cuando aparece un nuevo tertuliano –le llamaremos Miguel para no descubrir su personalidad–. Miguel no apoya su tesis sino que echa más leña a un fuego que suponíamos apagado, pues afirma que el físico alemán no descartaba la existencia de un "Ser Superior" aunque asumía que se trataba de un Dios "no personal", es decir, que no interviene en la vida de las personas. En consecuencia, diferente del Dios cristiano. En ese momento se oye un grito del exterior al tiempo que se abre la puerta del local: "¡De la Iglesia tengo yo algo que decir!". El que así vociferó penetraba en el establecimiento con una sonrisa de oreja a oreja. Fue tan concordante su "saludo" con lo que se discutía que cualquiera diría que estaba escuchando la conversación apostado en la acera. Rafael –que así lo vamos a denominar– al tiempo que tomaba asiento, habló de esta manera: "Desde tiempos remotos los clérigos, que se conocían como ‘pastores’, en el púlpito pronunciaban el correspondiente sermón o ‘pasto espiritual’, que iba dirigido a los fieles, al que se le aplicaba el término de ‘rebaño’".

Ante tales observaciones, pudiera pensarse que estábamos ante un conjunto de personas contestatarias y antisistema. Pero es un espejismo ya que entre ellos había fervientes católicos, liberales, progresistas y hasta exaltados seguidores de determinados clubes balompédicos... "¡Menudo rebaño ese de los futboleros!" –se apresura a calificar "el italiano" que con su voz característica y su socarronería habitual arranca una sonrisa de toda la concurrencia. No cabe duda de la heterogeneidad del grupo, pero a todos nos une una gran amistad por encima de diferencias filosóficas. Si haciendo uso de las Matemáticas, se puede definir la amistad como una correspondencia biunívoca, entonces, es fácil asegurar que todos ellos nos la han demostrado con creces.

Volviendo con Rafael, conviene aclarar que esos términos de "rebaño, pasto y pastores", no tienen connotaciones negativas y, en el caso de la última acepción, ya viene reflejada en el Antiguo Testamento, asociándola al concepto de guía, como en el caso de Moisés. La tertulia, a partir de entonces, toma un nuevo rumbo, derivando hacia las tácticas que las clases dirigentes utilizan para tutelar a la sociedad. Ese fue el giro que le dio "Gabriel", otro integrante del "equipo", al recordar unas palabras de Jesús Quintero pronunciadas un día en su programa radiofónico "El loco de la colina": "Siempre hubo analfabetos que sentían vergüenza por ello. Sin embargo, actualmente, se había llegado al colmo de la estupidez, cuando son muchos los que alardean de no haber leído un libro en su puñetera vida y se creen muy listos porque están al corriente de todo lo que dice en la televisión". "Tenía más razón que un santo –prosiguió– porque el visionar vídeos de carácter histórico o político, por ejemplo, no es el mejor camino para afianzar nuestra cultura, pues, frecuentemente, nos falsean la realidad de forma interesada". "Como se aprende es leyendo libros" –apostilló "el trasalpino" con una voz que hizo temblar la enorme araña de cristal de ocho brazos que pendía sobre nuestras cabezas. "La lectura nos llevará a conocer la verdad"– concluyó.

Pero claro, leer exige esfuerzo y no todo el mundo está dispuesto a someterse a semejante "sacrificio". Resulta más cómodo situarse delante de una pantalla y esperar a que nos cuente la Historia, no se sabe quién, ni con qué intenciones. "Ahí, puede haber un caso de manipulación sin que nos enteremos de ello" –interviene Miguel que continúa con su exposición: "Durante la Transición se oía mucho aquello de la libertad alcanzada después de tantos años de silencio. Si no te gustaba lo que ofrecía una cadena, pulsando un botón elegías otra de las varias que se habían creado. Pero se trataba de una libertad aparente porque detrás de esos canales había unos dueños con parecida ideología e inconfesables intereses. Resultado: si no te atrapaban en una ‘trampa’, caías en otra similar. Total: los mismos perros con diferentes collares", Miguel venía a decir que estábamos viviendo con una libertad controlada y, en definitiva, nos consideraban como si fuéramos un rebaño. "¡Sí hay rebaños hay pastores y los pastores son unos pocos!" –irrumpe otro de los presentes con determinación. "Pero yo puedo demostraros que el colectivo pastoril puede ser enorme".

Puntualizamos que quien así se expresaba responde al nombre de Antonio pero como otros dos del grupo se llaman igual, su anonimato queda asegurado. Ante su extraña afirmación, se origina un revuelo entre los contertulios. Quizás fuera una reacción al cansancio acumulado en una reunión que se ha hecho demasiado larga pues ya habían sonado las veintiún horas en el reloj del Ayuntamiento. Algunos hacían amagos de querer levantarse, ya que eran conscientes de que la discusión del nuevo tema podía prolongarse hasta la medianoche. Porque Antonio siguió con su tesis: "Desde hace unos años no ha dejado de llamarme la atención un hecho común a todo el país". De repente, no se siente ni una mosca y todos los ojos están clavados en la figura de Antonio que, casi sin pausa, continúa con su explicación: "Sí, os quiero decir que en cualquier pueblo, villa o ciudad, tropiezas con mujeres, hombres, ancianos o niños, que llevan un perro o dos, a veces tres y hasta cuatro atados por sendas correas. Si nos atenemos al significado amplio de pastor como el que conduce a ciertos animales, entonces, actualmente, tenemos pastores por los cuatro costados". Curiosa observación la suya que, a pesar de la hora, había logrado captar nuevamente la atención de todos nosotros. De súbito, una voz ronca, como un trueno, nos saca de tal estado de embelesamiento: "¿Pastores? ¡Otro rebaño más! ¡Manipulación de las masas en grado sumo!". El que así hablaba –innecesaria ya su presentación– se estaba dirigiendo hacia la puerta y sin girar la cabeza, pero amable como siempre, levantó levemente un brazo al tiempo que se despedía de todos nosotros con un ¡Hasta mañana, que hoy me echan el cerrojo!

Señal inequívoca de que la reunión estaba dando los últimos estertores.

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