Dando la lata

Viejos conocidos

El momento en el que personas con las que se está acostumbrado a tratar comienzan a jubilarse

Ricardo V. Montoto

Ricardo V. Montoto

Va transcurriendo la vida y llega un momento en que dejan de llegar las invitaciones de boda y ya no asistes a bautizos ni comuniones. Ahora, lo común son los funerales y las idas y venidas al tanatorio. Pasan los años en progresiva aceleración y también van desapareciendo muchas de las presencias habituales, esas caras de toda la vida que un día dejas de ver, abandonando definitivamente tu cotidianidad. Lo que más me está fastidiando en estos últimos días es la jubilación de personas con las que estoy acostumbrado a tratar, que me conocen, con las que me entiendo. La semana pasada me llegaron noticias sobre el inminente paso al retiro de tres tipos estupendos a los que me gustaba encontrar al otro lado del mostrador, el teléfono y el escritorio, gente válida, de buen talante, amplia experiencia y fácil comunicación.

Malo es que en mi negocio se te muera el ordenador, el teléfono enmudezca o la línea de internet se corte; pero mucho peor es que esos viejos conocidos, funcionarios y empleados a los que has tratado profesionalmente durante tantos años, se jubilen.

Porque uno, que también envejece, cada vez busca más la estabilidad y discurrir por las vías seguras, las que siempre te conducen al destino. Y cuando te enteras de que la enfermera de toda la vida, con la que te cruzas en la calle casi todos los días y que tanto te alegras de ver en el hospital, se jubila, te sobreviene una inquietante sensación de pérdida.

Hay gente que debería tener prohibido retirarse: el bancario que sabe más de tus finanzas que tú mismo, el médico y el farmacéutico que con un simple vistazo reconocen lo que te aqueja, el funcionario al que no necesitas explicar el trámite que requieres, porque todos ellos te conocen desde hace un montón de años y, salvo algunos sobresaltos, lo que nos pasa se suele repetir.

En fin, que les vaya bonito, que disfruten sus jubilaciones pero, que lo sepan, no me hace ninguna gracia.

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