Mirar un paisaje

¿Habrá mejor terapia que la nítida contemplación de un paisaje afecto? Ver, mirar, leer un entorno próximo, es para mí auténtica satisfacción para los sentidos. Y toda una visual atractiva que engancha y enamora.

Y en Asturias, y en concreto en el Parque Natural de Redes, hay sobresalientes panorámicas y vistas cercanas y abiertas que causan emoción y sentimiento. Montañas, valles, ríos, cascadas, caminos, barrancos, praderías, bosques y arquitectura popular, conforman unas imágenes deliciosas envueltas en ánimo y verdad con notables sensaciones de grandeza espiritual y física.

La fotografía que nos ocupa en este comentario tiene la fuerza de la sencillez y el reflejo de un momento rural, apacible, cercano, solitario, vistoso y alejado de la realidad ambiental. Es imagen invernal con la anochecida jugando con las últimas horas del día en una soledad acompañada por un río tranquilo, un puente de madera, arbolado desnudo y una vieja cuadra olvidada en un sentimiento de nostalgia. Hay mucho de soliloquio, clausura, incomunicación, soledumbre. Es imagen de historia antañona, de gestas rurales, de vivencias escondidas, de destierro incomprendido. Es alma de vida y recuerdos de siempre con la incomunicación y el desacompañamiento por referencia. En lógica, me gusta mucho esta estampa con toque bucólico y representación emblemática de un espacio que está ahí a la vista de todos pero sin ser visto. Es un retrato vivo, una figuración de un pasado que es ahora. Todo un simulacro encajado en los anales de un relato, una epopeya, una tradición. Y en sí misma, esta imagen es la memoria de todos, la hagiografía de muchos momentos, de vetustas evocaciones retenidas en la retina imposible y en la mente inteligente de gentes del lugar. Documento de hoy con esencia de ayer. Un reducto de Redes acogido a ese poema ausente y revelador. ¿Te gusta esta fotografía? A mí, en verdad, me late.

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