Opinión | Tribuna

alejandro alas suárez

Centenario de la catástrofe minera de La Sota

El accidente en el que murieron diez trabajadores fue el más grave en el concejo de Laviana

Este próximo martes 28 de mayo hará exactamente cien años que se produjo la mayor catástrofe minera acaecida en el concejo de Laviana, en la mina de La Sota (Carrio). Fueron diez víctimas mortales y estas son.

Remigio Suárez Morán.

18 o 19 años, soltero, natural y vecino de Carrio (Laviana). Era "ramperu" de profesión. Hijo de Paulino Suárez Orviz y de Mª Esperanza Morán Calleja. Su hermano Arturo fallecería, posteriormente, en la mina de Rimoria-Carrio (Laviana), en 1941.

José González Iglesias.

21 años, soltero, natural y vecino de Inguanzo-Llorío (Laviana). Era "ramperu" de profesión. Hijo de Melania González Iglesias.

Silverio Betegón Conde.

28 o 29 años, soltero, natural de Medina de Rioseco (Valladolid) y vecino de Pola de Laviana, hijo de Ursicino Betegón Chillón y de Lorenza Conde Mateo. Era "contratista de arrastres" en la mina.

Severino Cuello Suárez.

29 o 30 años, natural y vecino de Carrio (Laviana), hijo de José Cuello Fernández y Serafina Suárez, estaba casado con Albina Villaverde Rodríguez de cuyo matrimonio dejó tres hijos: José María, Cecilia-Blanca y María de los Ángeles Cuello Villaverde. Albina al quedar viuda trabajó en la mina hasta que se casó en segundas nupcias con José Mª Martínez Busto "Carreño", con el que tuvo cinco hijos: Gloria (residente en el Sanatorio Adaro con sus 96 años), Mª Luz, Jesús, Libertad y Misael. Profesionalmente era "minero del interior".

Ángel Morán Crespo.

Entre 24 y 30 años, natural de S. Juan de Berbío (Piloña) y vecino del Castrillón (La Pola). Hijo de Benito Morán Lastra y Demetria Crespo Blanco; estaba casado con Inocencia Crespo Peláez con la que tuvo cinco hijos: Manuel, Ramón, Genoveva, Isolina y Mª de los Ángeles Morán Crespo. Era "frenista" de profesión.

Juan Pérez Martínez.

32 años, natural de La Pola y vecino de Barredos, hijo de Pedro Pérez y de Guillermina Martínez. Estaba casado con Otilia Sánchez Fernández con la que tuvo tres hijos: Manuel, Pedro y Margarita Pérez Martínez. Profesionalmente era "oficinista de la empresa".

Julián Iglesias.

Entre 31 y 35 años, originario del Real Hospicio de Oviedo, vecino de Carrio y vigilante de profesión. Era hijo adoptivo de Proceso Iglesias, también originario del Hospicio de Oviedo. Proceso se había casado en su primer matrimonio con María Bernardo Suárez con la que tuvo cuatro hijos: José, Araceli, Consuelo y Encarnación. En esta época fue cuando sacó del Hospicio y adoptó a Julián. Fallecida María Bernardo el 29 de noviembre de 1909, se casó en segundas nupcias con María Pérez González, con la que tuvo nueve hijos: Julia-Leonor, Mª Teresa, Manuel, Eladio-José, Marcelino, Mª Pilar, José Mª, Proceso ("Pro" o "Segundo"), Julián y Mª Encarnación.

Alejandro González González.

37 años, "vigilante de interior", natural de Les Belorteres (San Martín del Rey Aurelio) y vecino de Barredos (Laviana), hijo de Ramón González Montes y Luisa González Valdés, estuvo casado en primeras nupcias con Adelina García Suárez, con la que tuvo cinco hijos: Mª Aurora, Antidio, Alejandrina, Manolita y Adelina. En segundas nupcias estuvo casado con Mª de las Nieves García Suárez, de cuyo matrimonio dejó dos hijos: José Ramón y Graciano González García.

Gregorio González Fernández.

43 años, "vigilante del exterior" natural de Puebla de Lillo (León) y vecino de Barredos (Laviana). Hijo de Melitón González y Antonia Fernández. Estaba casado en primeras nupcias con Mª Sofía García y en segundas con Mª de las Nieves Ordóñez Teresa. En ambos matrimonios no hubo sucesión.

José Vázquez Antuña.

35 años, natural de Tuilla (Langreo) y vecino de Barredos (Laviana); "vigilante general". Hijo de Francisco Vázquez y de Ángela Antuña. Estaba casado con Teresa Fernández Antuña con la que tuvo cuatro hijos: Brígida, Vicente, Mª de las Nieves y Mª de los Ángeles Vázquez Fernández.

El accidente.

Tuvo lugar al anochecer del día 28 de mayo de 1924, en la galería del piso 1º, en la capa "Adolfita" de la mina "La Sota", perteneciente a la antigua concesión hullera "2ª Vanguardia", propiedad en esta fecha de la Sociedad Duro-Felguera y explotada por el ingeniero y arrendatario don Joaquín Velasco. Una explosión de cartucho y medio causó el incendio de la capa y al intentar apagar el fuego perecieron las diez víctimas asfixiadas.

Este fuego se inició a las 2,30 horas de la tarde del día 28 miércoles y había tomado bastante incremento a las 6.30 horas, hora en que entraron los dos obreros que se apercibieron de él e inmediatamente salieron y lo comunicaron al Vigilante General, José Vázquez Antuña. "Este debió ponerlo enseguida en conocimiento de su Jefe inmediato, el capataz, para que tomase las medidas que estimase oportunas, y evitar la imprudencia de internarse en la mina en tan peligrosas circunstancias, máxime no teniendo que prestar socorro a persona alguna, puesto que nadie había dentro, y lo único que había que temer eran pérdidas materiales producidas por el incendio de la capa. "Esta imprudencia temeraria solo se explica por el exceso de pundonor que animaba a dicho Vigilante y al personal a sus órdenes, quienes entraron en la mina con el aire envenenado, pereciendo víctimas de su abnegación". (Del informe de la Jefatura de Minas).

Sus cadáveres fueron depositados en capilla ardiente en el Salón de Plenos del Ayuntamiento de Laviana y despedidos el viernes día 30, en la mayor manifestación de duelo que hubo en el concejo de Laviana (entre 10.000 y 15.000 personas, según los periódicos de la época), y enterrados en el cementerio de La Pola, en un panteón que se conserva cerca de la capilla del Otero, costeado por el ingeniero arrendatario don Joaquín Velasco. En dos lápidas están los nombres de todos y cada uno de ellos, y en la base de la cruz hay esta inscripción: "Recuerdo que don Joaquín Velasco dedica a sus obreros, víctimas de un accidente en las minas de Carrio el 28 de mayo de 1924".

El periódico "El Socialista" publicaba el 31 de mayo un artículo en el que hablaba de la catástrofe de la mina "La Sota" en Carrio-Laviana (Asturias). Decía que en el último Congreso de la Federación nacional minera se acordó que una Comisión visitara al Presidente del Directorio militar (1.ª etapa de la Dictadura de Primo de Rivera) para darle a conocer las conclusiones que habían sido aprobadas; entre ellas figuraba la petición de que se estableciera urgentemente la inspección obrera en las minas a través Comités de Seguridad.

Después de la catástrofe minera de "La Sota" (Carrio), ante la cantidad de huérfanos que generaban los accidentes mortales mineros (solo en esta catástrofe 28 huérfanos), el SOMA (Sindicato de los Obreros Mineros de Asturias) comenzó a planificar la creación de un Orfanato Minero en Oviedo y, en 1930, Ernesto Winter –entonces ingeniero-jefe de la empresa minera Coto Musel– fue nombrado primer director de dicho Orfanato, hasta el 6 de noviembre de 1936, en que un grupo de sublevados franquistas lo detuvieron, junto con su hijo, y los fusilaron al lado del Orfanato, sobre las vías de Renfe. En esa fecha el Orfanato Minero acogía a más de 500 niños, huérfanos de mineros.

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