Emilio Sagi La battaglia di Legnano Tutto Verdi Generala La Bruja El director de escena ovetense está de actualidad por varios motivos. Acaba de estrenar con éxito absoluto en Bilbao, uno de los espectáculos del proyecto que está desarrollando la Asociación Bilbaína de Amigos de la Ópera. Además este mismo mes ha llevado a Suiza su producción de «Julio César» de Haendel -propiedad de la Ópera de Oviedo-, mientras que en el Campoamor se estrenó su -que luego irá a París- y el Baluarte de Pamplona programaba de Chapí en su celebrada puesta en escena original para el Palau de les Arts de Valencia. Es decir, hoy por hoy, el director de escena ovetense es el más solicitado por las programaciones de los teatros españoles y europeos, además de trabajar asiduamente en Norteamérica y Japón.

No estamos ante un fenómeno casual. Sagi ha sabido arriesgar y recoge cada año los frutos de un trabajo inteligente desplegado desde una óptica moderna y siempre rodeado de equipos en los que desatacan excelentes profesionales. A ello se une su labor como director artístico, primero del teatro de La Zarzuela, luego del Real madrileño y ahora en el bilbaíno Arriaga, en el que su presencia ha supuesto un revulsivo absoluto, emplazando el Ayuntamiento de Bilbao el máximo de medios posibles a su alcance y un magnífico equipo de técnicos y especialistas para que pueda desarrollar su labor sin renunciar a su carrera internacional.

El fichaje de Sagi en Bilbao ha sido una jugada maestra de la capital bilbaína que, con la programación que ha diseñado el asturiano para los próximos años, se ubicará en primera línea con dos temporadas líricas paralelas funcionando a pleno rendimiento. Además, Bilbao tiene puestos al día sus equipamientos escénicos, algo que desde Oviedo y su vetusto y anquilosado Campoamor se mira con cierta envidia porque cada año que pasa es un paso atrás en la imprescindible necesidad de un equipamiento escénico en condiciones en la capital del Principado.

Sagi tiene proyectos en los principales teatros de ópera del mundo para los próximos años y su trayectoria va de la Scala a los ciclos clave que marcan el pulso operístico mundial. O lo que es lo mismo, y como explicaba el diario «Le Monde» el pasado verano, está considerado entre los cinco mejores directores de escena de la actualidad. A pesar de su actividad frenética siempre ha sabido mantener el vínculo con Oviedo con proyectos de primera categoría y también en la defensa del avance y la modernización de los ciclos líricos de la capital, tanto de la ópera como de la zarzuela, denunciando asimismo cualquier intento de retroceso o de involución.

En el ámbito estrictamente artístico, su variedad de registros le ha llevado a trabajar un repertorio muy amplio, incluso con incursiones en el ballet, y en el que el gran repertorio del siglo XIX ocupa un lugar clave junto a una progresiva ampliación a los grandes títulos del XX. El barroco y Mozart han sido otros dos puntos clave en su carrera y, desde luego, la zarzuela y la ópera española. A él se debe la renovación zarzuelística desde el punto de vista escénico. Ha impulsado la recuperación de obras perdidas y al repertorio tradicional le ha dado la vuelta insuflando en él nueva vida. Su riqueza de recursos cómicos ha cristalizado en un estilo específico, reconocible de inmediato, en el que la perspectiva dramatúrgica actual no precisa, en ningún momento, del escándalo o la programación gratuitos. Defensor a ultranza de la ópera como un espectáculo total en el que cada elemento tiene su importancia decisiva su prestigio, además de entre público y crítica, también lo es entre su profesión, convirtiéndose en uno de los directores de escena más respetados por sus propios compañeros.