El escritor desbordado

«Lo contrario del ensayo es el libro de instrucción de los electrodomésticos. El ensayo sería ese mismo manual en japonés, en el que como no entiendes nada, haces lo que a ti te parece». De esta forma tan coloquial explicaba Fernando Savater, en la presentación de su último libro, El arte de ensayar. Pensadores imprescindibles del siglo XX, la dificultad que entraña el ensayo. Para Savater, «el ensayo es la opción del escritor que aborda un tema cuyo tamaño y complejidad sabe de antemano que le desbordan» y por eso el ensayista es «un explorador audaz, un espía y, en el peor de los casos un simple fisgón». El catedrático de Filosofía, consciente de la importancia actual de este género, esboza las características que debe tener el ensayo frente a un tratado. Mientras este último busca la verdad, se asienta en la certeza, es objetivo y está dirigido a un público más bien especializado, el ensayo navega en territorio desconocido, expone un punto de vista, es subjetivo y tiene que seducir a un lector heterodoxo. De ahí la dificultad a la hora de elegir, entre la vorágine ensayística del siglo pasado, aquellas obras que resultasen imprescindibles en el marco del ensayo contemporáneo.

El arte de ensayar reúne las veinticinco «justificaciones» redactadas por Savater para la selección de clásicos del siglo XX que forman parte de la Biblioteca Universal editada por Círculo hace más de quince años. Ignacio Echevarría, editor de la misma, explicó cómo esta tarea sólo podía llegar a buen puerto mediante la genialidad y el atrevimiento. Y Fernando Savater (San Sebastián, 1947) aceptó el envite. El criterio a tener en cuenta era que fuesen obras verdaderamente relevantes y que ofreciesen un panorama complejo incluyendo la mayor parte de los movimientos filosóficos del siglo XX. Autores como Freud, Camus, Levi-Strauss, Canetti, Sartre, Foucault, u obras como El político y el científico, La rebelión de las masas, El hombre y lo divino, El arco y la lira, La condición humana, El azar y la necesidad forman parte de esta selección en la que el autor razona el porqué de su elección. El reto era definir qué es el ensayo, en un momento en el que se estaba gestando su definición. Montaigne, creador del género, considera «ensayos cada uno de los tanteos reflexivos de la realidad huidiza que le ocupan: son experimentos literarios, autobiográficos, filosóficos y eruditos que nunca pretenden establecer suficientemente y agotar un campo de estudio, sino más bien, por el contrario, desbordarlo, convertirlo en estación de tránsito hacia otros que parecen remotos». Savater hace suyas las palabras del autor francés y explica: «Cuando das un paso hacia lo que no sabes, es cuando empiezas a ensayar». Por eso el escritor donostiarra amplió las fronteras de su especialidad explorando nuevos campos. «Mientras te mueves dentro de lo que conoces, estás haciendo un tratado; pero cuando sales de éste y vas hacia lo nuevo, estás realmente ensayando. Antes estás enseñando, y ahora ensayando. Yo creo que estoy siempre ensayando porque sé muy poco».

El arte de ensayar no sólo reflexiona sobre este género, sino que incluye también la figura del escritor. Para Octavio Paz, «el ensayista tiene que ser diverso, penetrante, agudo, novedoso y dominar el arte difícil de los puntos suspensivos». Frente a esta visión positiva, Lukácks aporta otra mucho más negativa: el ensayista no es «más que un Bautista que marcha a predicar en el desierto acerca de alguien que ha de venir» es aquel que «tiene la suficiente audacia como para plantearse los problemas de su época, pero que carece de los instrumentos científicos convincentes para resolverlos adecuadamente». El autor de La hermandad de la buena suerte reconoció la importancia que tuvo la lectura de Borges (que no aparece en la colección) y de Octavio Paz, destacando su «capacidad de combinar el mundo moderno con las doctrinas clásicas o de acercar el tema oriental». Uno de los grandes ausentes en la colección es el pensador rumano Cioran, que tan bien había estudiado Savater. Por este motivo, por estar como él mismo dice tan «cioranizado» y porque en aquella época era casi un desconocido, prefirió no incluirlo, salvaguardándose de esta forma del mero capricho. Otra de las ausencias respecto a los movimientos que marcaron el siglo XX es el feminismo. El filósofo y escritor pensó en un principio incluir Una habitación propia o El segundo sexo, pero al final se decantó por Hannah Arendt y María Zambrano, en aquellas obras que trataban temas más universales, distanciándose intencionadamente de la crítica que limitaba la capacidad de las autoras a la condición femenina.

El propósito de Savater con este libro era despertar el interés del lector por el ensayo contemporáneo así como compartir sus descubrimientos. Por este motivo, Galaxia Gutenberg/ Círculo de Lectores publica El arte de ensayar, en el que se incluyen además los dos prólogos que el autor hace para Misticismo y lógica y Del sentimiento trágico de la vida. El resultado es un libro que esboza las preocupaciones de los intelectuales más relevantes del siglo pasado. En él aparece entre otras, la reflexión sobre la libertad, la muerte, la vinculación entre el saber y el poder, la filosofía política, la diferencia entre physis y nomos, o «naturaleza y ley». Es cierto que no están todos los nombres ni todos los temas, pero El arte de ensayar no persigue un fin enciclopédico. Su objeto es ser una guía, es el hilo de Ariadna que conduce al lector a través del laberinto ensayístico del siglo XX. Por eso, a diferencia de la mayoría de los libros, su desenlace no es sino el comienzo, la apertura de nuevos horizontes. Sus páginas «no representan la última palabra sobre los temas tratados, sino la primera de una nueva forma de enfocar cuestiones principales de la época contemporánea». Todo un reto para el lector aventurero que, siguiendo la huella de Savater, desee explorar la urdimbre del ensayo contemporáneo.