Al crítico y comisario Javier Ávila le ha entrado por buen ojo una fotografía de las atracciones en el parque Gorky de Fiumfoto que ocupa una de las paredes de la sala. Se lo hace saber a Nacho de la Vega, cincuenta por ciento del colectivo artístico gijonés: «Ésta me gusta. Te la cambio por una botella de vino». «Hecho». Se estrechan la mano y a otra cosa. Un poco más allá, el pintor Edgar Plans está radiante: acaba de permutar una de sus acuarelas por un autógrafo de Slash, el guitarra de «Guns'n'Roses». Mientras tanto, la arquitecta Ester Roldán va de acá para allá intentando saber si interesan sus ofrecimientos de asesoría para reformar sus casas a cambio de obra. Otros artistas se proponen y cierran intercambios de sus trabajos. Hay bulla de mercadillo o de rastro. Y de eso se trataba: de que El Hervidero -el espacio que coordina la artista Alicia Jiménez bajo la galería Espacio Líquido- se convirtiese en «El Trocadero», una original convocatoria para iniciar a los coleccionistas jóvenes de la era del mileurismo que ha reunido obras de 25 artistas dispuestos a practicar el trueque durante unos días.

«El verano pasado pusimos en marcha "Chispas. Tu primera colección", otra colectiva en la que la obra era muy asequible y tenía un tope de precio», explica Alicia Jiménez: «Ahora hemos dado una vuelta de tuerca a esa idea, con la intención de que la gente, sobre todo los jóvenes, entren a los espacios de arte y contacten directamente con los artistas, profesionales con las mismas necesidades que tiene cualquier otra persona».

Bastante de esas necesidades cotidianas son las que han escrito en las decenas de «post-it» pegados junto a sus obras los participantes en «El Trocadero»: Maite Centol, Ramón Prendes, Fernando Gutiérrez, Jaime Rodríguez, Javier Enríquez, Fiumfoto, Eduardo Guerra, Rafa Leafar, Las Parabólicas, Blanca Nieto, Lara + Coto, Rubén, Edgar Plans, Pilar Casado, Blanca Prendes, Chus Cortina, Kiko Miyares, Cristina Fernández, Javi Soto, Tape, Juan Aizpitarte, Jorge Nava, Vanesa Lorences, David y la propia Alicia Jiménez. La mecánica es tan sencilla como responder con otro «post-it» a alguna de las demandas o, bien, sugerir otro trueque de objetos y servicios. Además, el pasado lunes se celebró un «vis a vis» con los creadores en el que la negociación directa sustituyó a la mediación de los papelitos adhesivos en el trueque de dibujos, pintura, piezas de videoarte, camisetas de diseño, caricaturas, esculturas o fotografías de todo tipo y pelaje estético.

¿Qué piden los artistas? Los hay prácticos, como Blanca Prendes, que pide un fontanero, o Cristina Fernández, que necesita los servicios de un veterinario para su mascota. Varios requieren material de trabajo o colaboración para sacar adelante proyectos. Más de uno necesita -y ya lo ha conseguido- un experto que les programe una página web. O -caso de Maite Centol- quien les organice el currículum. Pero también hay caprichos o peticiones insólitas: una Nintendo DS, una bicicleta, un viaje para dos personas, un set de Clint Eastwood, bonos para un tratamiento de talasoterapia, documentos antiguos... Jorge Nava quedaría satisfecho con «una buena moza». O, en su defecto, «un reloj chulo». Y tanto Edgar Plans como Fernando Gutiérrez confían en que la Navidad no acabe sin haber conseguido un jamón como pago a su talento. Puede que, además de necesidades mundanas, toda esta casuística dibuje, como escribe Jaime Rodríguez en su trabajada hoja de demandas, «los deseos personales y oníricos propios del inconsciente más fluido», pero él, además, dice necesitar urgentemente «una limpieza general» de su apartamento.

Respecto a lo que los candidatos a llevarse obra a casa están dispuestos a ofrecer, el surtido también es de lo más dispar: clases de francés, asesoría en materia de propiedad intelectual, un poema, una felicitación de Año Nuevo, una máscara indígena guatemalteca? Y lo que, hasta el 9 de enero, el visitante tenga a bien proponer en esta pequeña revolución del mercado del arte que permanecerá abierta hasta el 9 de enero, y que se combina con otras como «200», de la sala ATM Contemporary -ése es el precio único en euros de todas las obras a la venta-, para seducir al joven comprador en tiempos de bajo presupuesto.